El tiempo es el que es

Hace un par de semanas concluyó la segunda temporada de El Ministerio del Tiempo con un capítulo apoteósico en el que Felipe II se propone cambiar el rumbo de la historia tras conocer la derrota de la Armada invencible ante Inglaterra. Es un desenlace épico a esta segunda tanda de entregas de la original y extraordinaria serie de TVE, quizá su mejor capítulo hasta la fecha, lo que es mucho decir. Aún no sabemos los ministéricos qué ocurrirá con la serie, si habrá o no tercera temporada de este espacio libérrimo que recorre con humor la Historia de España. Tiene un punto didáctico la serie, pero es, a la vez, un fabuloso entretenimiento. Uno de los mayores prodigios de la televisión en España en muchos años. 

De momento, a la espera de buenas noticias por parte de TVE, los ministéricos podemos aferrarnos a la novela que han escrito Anaïs Schaaff y Javier Pascual, miembros del equipo de la serie. En El tiempo es el que es, narran tres historias que serían susceptibles de ser llevadas a la pantalla si hay una tercera temporada, aunque quizá algunas, sobre todo la última, se escape algo del presupuesto ajustado que maneja la serie. Es un libro que convence a los amantes de El Ministerio del Tiempo, pues capta su esencia, la personalidad de sus protagonistas y el tono que ha cautivado a tantos espectadores, generando un fenómeno excepcional en las redes sociales. 


Javier Olivares, cocreador de la serie junto a su hermano Pablo, escribe el prólogo de la novela, donde explica que estas tres historias en una se circunscriben temporalmente entre el episodio 19 y el 20 de la segunda temporada. Los protagonistas hace alusiones a lo que entonces les sucede, como el enamoramiento de Alonso de Entrerríos de Elena, una mujer del siglo XXI con un asombroso parecido físico a su esposa, del siglo XVI o la incomodidad de Amelia y Julián, tras el regreso de éste de su retiro, en el que se vio envuelto en uno de los más tristes episodios de la historia de España, el de los últimos de Filipinas. 

De El Ministerio del tiempo fascina lo original de su propuesta, que da para todo. Un ministerio encargado de mantener la historia tal y como ocurrió, sin interferencias que, cambiando el futuro, puedan transformar el futuro. Es una forma divertida de recorrer la historia de España, de jugar a ensoñaciones, a imaginar qué habrían pasado si los hechos hubieran transcurrido de un modo distinto. Pero además acierta la historia en el tono, de humor generalmente, y también con un toque sentimental, reforzando las historias personales de los miembros de la patrulla y su equipo en el ministerio. Es una serie que apela a los sentimientos y no tiene el menor problema en reconocerlo. Por eso consigue atraer a tantos seguidores. 

Los personajes de la serie, y de esta novela, están muy bien construidos. Amelia, pionera de la universidad en la España del siglo XIX, mujer adelantada a su época, el cerebro del grupo. Alonso, soldado de los tercios de Flandes, un hombre de honor, chapado a la antigua, pero bondadoso y noble. Julián, destrozado por la muerte de su esposa Maite, irónico, de barrio, buena persona. Y todos los miembros del ministerio, desde el jefe, Salvador, socarrón y algo despistado; Ernesto, serio, pulcro, perfecto; Irene, mujer independiente, fuerte, osada, con carácter. Y Velázquez de retratista. Otro de esos personajes redondos, ya desaparecido de la serie, pero que asume un rol central en El tiempo es el que es, es Lola Mendieta, antigua agente del ministerio que se marchó defraudada y se dedicaba a traficar con arte entre distintas épocas por puertas no catalogadas. 

Escribe Olivares en el prólogo de la novela que tal vez no se dio a Lola Mendieta el final que merecía en la serie. Y en parte parece que esta novela busca enmendar ese error. Todo gira, de un modo u otro, en torno a ella en este libro, que comienza con la patrulla de Amelia, Alonso y Julián viajando  al año 780, donde está atrapado Elías Sotoca, exagente del ministerio. Después pasarán por Cartagena de Indias, donde terminan por error, y donde encontarán a un personaje histórico fascinante. El colofón a este libro entretenido que, ahora que ha terminado la segunda temporada de la serie, puede servir para paliar algo el mono ministérico, nos lleva a la II Guerra Mundial, a uno de los más asombrosos episodios de espionaje de la contienda bélica. El tiempo es el que es resulta, en fin, una divertida extensión de las historias de El Ministerio del tiempo, serie a cuyos creadores debemos dar las gracias por existir. 

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