Día de la libertad de prensa

Hoy, 3 de mayo, se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Y, como ocurre siempre con estas jornadas reivindicativas, más que celebrar nada, se aspira a lo que no se tiene, se sueña con lo que debería ser y se contrasta con lo que es en realidad. La ONU estableció esta fecha para destacar la importancia de una prensa libre en 1993 porque un 3 de mayo se publicó la Declaración de Windhoek, en la que representantes de medios de comunicación de África detallaron los principios fundamentales de la libertad de prensa, un derecho, no de los periodistas, menos de los directivos o dueños de los medios, sino, sobre todo, de los ciudadanos. El derecho a informarse a través de medios libres e independientes.

Hoy es un día más de lamento que de fiesta. Una jornada para ver lo que lejos que se está, en España y en muchos otros países, de la auténtica libertad de prensa. Y, desde luego, es un día para recordar, antes que a nadie, a los profesionales del periodismo que se juegan la vida, y muchas veces la pierden, para informar desde lugares de conflicto. Allí donde la primera víctima es la verdad, donde atreverse a informar, a desvelar lo que otros quieren mantener oculto, se paga con la propia vida. O con la libertad, como los periodistas que permanecen secuestrados en Siria, por haber intentado explicar al mundo las atrocidades de un conflicto bélico diabólico. 

Lo de darse golpes en el pecho y mirarse al ombligo es algo que los periodistas deberíamos evitar, en días como hoy y siempre. Porque no se trata de esconder con grandes palabras los defectos o miserias de este sector, que haberlas, haylas. No es tanto intentar protegernos de toda crítica o eludir cualquier responsabilidad en la situación deprimente en la que se encuentran los medios, como procurar poner de nuestra parte para que esto cambie. Y, desde luego, de recordar que una sociedad sin una prensa libre es, automáticamente, una sociedad peor. Los medios de comunicación, en cualquier formato, son necesarios para vigilar al poder. Cuanto más se aleje el periodismo de esa función esencial, cuanto más se acerque a aquellos de los que debe informar, peor. 

La destrucción de empleo, la fragilidad económica de muchos medios, que se traduce en una pérdida de independencia, la fiebre por el clic que parece arrollarnos a un terreno en el que renunciamos a hacer lo que sabemos (periodismo) para captar audiencia de otra forma, con vídeos de gatitos y listas bobas... Son muchas las deficiencias de las que hoy nos acordamos. Muchos los motivos para que este Día de la Libertad de Prensa diste mucho de ser una jornada de celebración, sino más bien reivindicativa. Como indica la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), en un comunicado emitido precisamente con motivo de esta fecha, "todos los días comprobamos lo lejos que estamos de poder considerar que la libertad de prensa es un terreno conquistado en nuestro país". Se refiere a las presiones de los distintos poderes, pero también a los despidos masivos y el empeoramiento de las condiciones laborales. Tal vez no sobren periodistas y sí gurús que inventan la rueda y cuyas recetas, ay, terminan rimando siempre con el término ERE. 

Precisamente, hoy 3 de mayo, Día de la Libertad de Prensa, los trabajadores de las distintas cabeceras de Unidad Editorial hacemos huelga contra el ERE que pretende despedir a 224 profesionales. Sólo en las últimas semanas, hemos asistido a episodios deprimentes, lisa y llanamente, ataques a la libertad de expresión, como las represalias de la televisión pública contra una periodista por salirse de la línea marcada, o la utilización de Prisa por parte de Juan Luis Cebrián, quien confunde su persona y sus intereses con el grupo que preside, abriendo una trinchera por una información (su presencia en los papeles de Panamá) que en absoluto concierne a sus medios, sino sólo a él mismo. En fin, queda mucho que reivindicar aún en pos de la libertad de prensa. 

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