La Política de Aristóteles

Lo desconcertante de la vigencia de los clásicos es que sus textos demuestran la lucidez de aquellos autores, pero también hablan de lo poco que ha cambiado, en lo sustancial, el ser humano. Varios pasajes de la selección de textos de la Política de Aristóteles recopilados por La Esfera de los Libros en El arte de la política, incluyen reflexiones muy útiles y sugerentes para un lector del siglo XXI. Ya digo, a la vez, fascinante e inquietante. Es precisamente en la atemporalidad de los clásicos donde reside su grandeza, lo que les permite denominarse así. Siguen aportando conocimientos e ideas estos autores que, en palabras de Borges recogidas en el libro, se leen con fervor previo

El filósofo José Antonio Marina firma el prólogo de esta obra, en la que resalta la necesidad de leer a los filósofos clásicos en nuestros tiempos. En esta obra reflexiona Aristóteles sobre los distintos modelos de gobierno, sobre las cualidades que debe tener un Estado bien gobernado, sobre la educación... Pensó sobre todo y asombra, por ejemplo, cómo ya el autor griego hablaba de la clase media. De la necesidad de una clase media sólida, que es lo que garantizará la estabilidad de las sociedades. Critica la acumulación de riquezas. "El dinero no es, en sí mismo, más que una cosa absolutamente vana. No tiene más valor que el que le da la ley, no la naturaleza, puesto que una modificación en las convenciones que tienen lugar entre los que se sirven de él puede disminuir completamente su estimación". Tan obvio. Tan elemental. Tan genial y casi provocador en una época, la nuestra, en la que impera la ley del dinero, ese artificio, esa "cosa absolutamente vana" a la que le damos, por simple convención, un valor determinado. 

Sin duda hoy Aristóteles habría sido tildado hoy de populista, de peligroso demagogo. Por ejemplo, imaginemos que alguien, hablando del mundo actual, del sistema capitalista, de los mercado financieros, dijera que "el interés es dinero producido por el dinero mismo. Y de todas las adquisiciones es esta la más contraria a la naturaleza". Y así. Si viviera hoy Aristóteles, también se censuraría por naif su argumento de que, el primer objetivo de un Estado, es procurar la felicidad de sus habitantes. Porque, afirma, aunque cada cual busque su interés particular, sólo podrá realizarse plenamente en comunidad, por eso se junta con los otros habitantes de la ciudad, "aunque sea únicamente por el solo placer de vivir; y este amor a la vida es sin duda una de las perfecciones de la humanidad". 

Naturalmente, hay expresiones y algunos argumentos de Aristóteles que son hijos de su tiempo, totalmente desfasados en nuestros días. Pero es mucho más lo que tienen de valor sus escritos. Como aquellas reflexiones sobre el dinero o la búsqueda de la felicidad, muy necesarias en este mundo de prioridades trastocadas e imperio del dinero, consumismo e individualismo. "Ha nacido la opinión vulgar de que la felicidad depende de los bienes exteriores. Eso sería lo mismo que atribuir una preciosa pieza, tocada con la lira, al instrumento más bien que al talento del artista". Postulados de hace más de 2.000 años que retumban con atronador sentido en nuestros días. 

El pasaje en el que habla de la educación es prodigioso. Incluye algún argumento bastante radical y anticuado en esta época, pero también muchas ideas certeras. Reivindica, por ejemplo, los conocimientos que no sirven para nada, que no tienen utilidad aparente. Y en este país donde se desprecia la Filosofía y se incita a los jóvenes a elegir carreras con salidas, aunque no les gusten, porque todo, todo, todo debe tener una finalidad, una utilidad concreta, sus palabras suenan a música celestial. Precisamente de la música habla Aristóteles, en defensa de su inclusión en la educación de los niños porque "hay cosas que es preciso enseñar a los jóvenes, no como cosas útiles o necesarias, sino como cosas dignas de ocupar a un hombre libre, como cosas que son bellas". Cree el filósofo griego que "la preocupación exclusiva por la utilidad no conviene ni a las almas nobles, ni a hombres libres". 

También suena terriblemente actual su reivindicación de una misma educación para todos los ciudadanos. Ya saben. Igualdad de oportunidades. Que las diferencias en la capacidad financiera de las familias no condicione la educación que recibirán sus hijos. Educación pública, además. "Como la comunidad sólo tiene un único y mismo fin, la educación debe ser necesariamente una e idéntica para todos sus miembros, de lo que se sigue que la educación debe ser objeto de una vigilancia pública y no particular". Año 300 antes de Cristo. 

Aristóteles estudió las distintas organizaciones políticas. Habla de tres posibles, la monarquía, la aristocracia (en  el sentido de "el gobierno de los mejores") o la democracia. Las tres posibles. Todas ellas corren el riesgo de degenerar en tiranía, oligarquía y demagogia. Conviene Aristóteles que el mejor sistema es el segundo, la aristocracia, pero con participación ciudadana en la toma de decisiones de la comunidad y sin que el gobierno de una minoría devenga en oligarquía. También se muestra firme defensor de una ley clara y justa, porque "la ley es impasible, mientras que toda alma humana es, por el contrario, necesariamente apasionada". Alerta de los riesgos de las tiranías y así, por ejemplo, reconoce que todo gobernante debe contar con un ejército pero matiza que "esta fuerza debe calcularse de suerte que sea el rey más poderoso que cada ciudadano en particular o que cierto número de ciudadanos reunidos; y también de manera que sea él más débil que todos juntos". Resulta muy gozoso e instructivo leer a Aristóteles, maravillarse con cuán vigentes son muchos de sus planteamientos e intentar aprender con ellos. 

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