La Embajada

Antena 3 estrenó esta semana con éxito de audiencia La Embajada, serie sobre corrupción política, de esa de la que vemos casos reales todos los días en los informativos. De entrada, la serie no puede resultar más atractiva. Por el tema tratado, no tan frecuente como cabría esperar en un país intoxicado de indecencia pública como España. Por la fotografía, excepcionales las imágenes de Tailandia, donde está ambientada y rodada la serie. Por el notable reparto, con Belén Rueda, Raúl Arévalo, Tristán Ulloa, Alicia Borrachero, Carlos Bardem, Abel Folk, Amaia Salamanca y un largo etcétera. El continente es insuperable. Tocaba testar el contenido en el primer capítulo. Y el balance es positivo. Está por ver qué derroteros sigue la historia, pero la presentación fue, no perfecta ni sobresaliente, pero sí más que aceptable.

La primera escena es potente. La policía deteniendo al embajador español en Tailandia en su lujosa residencia. Después, la mujer del embajador, periodista interpretada por Belén Rueda (solvente siempre) declara ante la justicia en defensa de su esposo. Y rememora lo sucedido justo un año antes, cuando ella llegó a Bangkok para acompañar a su marido en su aterrizaje en la embajada. Toda la historia narrada es un flashback. Sabemos cómo termina. Falta por ver el desarrollo de la trama. Aunque resulta algo previsible. Y ese es uno de los retos de la serie en los siguientes capítulos: sorprender, desarrollar más su enorme potencial de intriga política sin caer en recorridos trillados. 

En la memoria está la espléndida Crematorio, emitida por Canal +. Una serie descomunal inspirada en la novela homónima de Rafael Chirbes. Allí la trama de corrupción es el pan nuestro de cada día en los años del boom en una localidad de la costa en España. Tan reconocible que duele, que no parece ficción. Aquí, en La Embajada, que de entrada está un punto por debajo de aquella, el ambiente apesta igualmente a corruptelas, a abuso de poder, a mangoneo entre empresarios y políticos (diplomáticos, en este caso), pero la historia se traslada fuera de España, a la embajada en Tailandia. La presentación de los personajes carece quizá de matices, pero entiendo que la trama irá creciendo en los siguientes capítulos y que habrá un recorrido en todos ellos. 

Se nos presenta el embajador, interpretado por Abel Folk, como un hombre honrado e insobornable que no tolera las prácticas ilegales que parecen ser norma de la casa en la embajada. Se decide a ejercer su cargo con responsabilidad y sin beneficiar a ningún empresario. Nada más llegar a la embajada encuentra un ambiente hostil, de traperos que no quieren que nadie meta las narices en sus asuntos jugando a ser Superman o a cambir el mundo. Una trama en la que, como explica un personaje en un momento del capítulo, hay ratones y ratas mordiendo todos del mismo manjar, porque saben que hay un cachito para todo el mundo. Él se decide a cambiar esta forma de actuar. Hay referencias en la trama a que las cosas están cambiando en España. A que por el hecho de que se haya actuado de una determinada forma durante mucho tiempo no legitima prácticas corruptas. Es reconocible la historia. Una persona justa rodeada de víboras que sufrirá toda clase de ataques e intimidaciones para abandonar el cortijo de comisiones y tráfico de influencias que le rodea. El cinismo imperante frente a la honradez de un solo hombre. 

Del lado de los malos, de los que forman parte de la trama corrupta, o al menos de quienes saben de ella y no la denuncian, están todos los demás. Un soberbio Raúl Arévalo, número dos de la embajada, pringado hasta las cejas. Carlos Bardem en el papel de empresario sin escrúpulos que agasaja a los diplomáticos para buscar un trato de favor en la concesión de unos contratos de alta velocidad y que llama "amiguito del alma" (sí, nos suena) a los miembros de la delegación española. Y toda la fauna de la embajada, que se presenta ya en el primer capítulo al tanto de la corrupción, con el cónsul, interpretado por Tristán Ulloa, como el único que siente remordimientos por aquello que sucede antes sus narices. 

Promete la trama política y periodística, pues por ahí ronda un reportero español interpretado por David Berdaguer que husmea sobre la no aclarada muerte del anterior embajador, supuestamente en un accidente de tráfico. Pero la clave de los próximos capítulos estará en saber si se ha apostado por esa línea argumental, la de la intriga, la de la red clientelar que el embajador se decide a destruir, o si se entrega a las tentaciones más melodramáticas, que también asoman en este primer capítulo, como la aventura de la mujer del embajador con un joven seductor (interpretado por Chino Darín, el hijo de Ricardo Darín), que resulta después ser el novio de su hija (Úrsula Coberó). Y no pocos personajes de la trama tienen amantes, aventuras extraconyugales y escenas de cama. Del balance entre esa parte más corriente, menos interesante, de los enredos sexuales, y la trama política, con la intriga de indagar y descubrir más sobre cómo funciona esa red de corruptelas, dependerá que La Embajada se asiente en las próximas semanas como un avance en las series españolas o que tome una derive más convencional. Veremos. 

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