Poderoso caballero

El dinero mueve el mundo. Vaya cosa. No descubro nada que no se sepa ni digo algo original o rompedor. Cada día tenemos multitud de ejemplos que lo confirman. Parece que nos acostumbrados a que los intereses económicos estén por encima del resto. Y, sin embargo, cuesta resignarse. Cuesta sentirse cómodo en este sistema tan injusto y desigual, en el que vales lo que tienes y nada es más importante que el dinero. Ni es original ni es nuevo. Ya lo escribió Quevedo ("poderoso caballero es don dinero"), pero no estaría mal que el mundo avanzara con el paso de los años. La vigencia de los clásicos sirve para ensalzar su visión, por supuesto, pero también dice muy poco de la humanidad en su conjunto y de su escasos avances. Llamemos a las cosas por su nombre. El capitalismo es un sistema que genera desigualdades, al menos este capitalismo descarnado que impera en el mundo actual. Esto no pasa por defender otros sistemas fracasados como el comunismo, que siempre que se intentó poner en práctica acabó de muy malas maneras, con miseria generalizada, falta de libertades y dictaduras. Y, mucho menos significa que uno conozca una vía alternativa o un sistema con el que reemplazar el actual. Pero todo ello no cambia lo injusto que es el régimen económico que nos domina. Y creo que lo decimos poco. Incluso que lo sentimos poco, porque nos habituamos a ello. A que el dinero mande sobre todo.

Tres titulares de los últimos días lo corroboran. "Suecia renuncia a reconocer al Sáhara tras el bloqueo marroquí a Ikea". O sea, facilitar los negocios a compañías del país en el extranjero importa más que intentar enmendar una enorme injusticia histórica y un atropello brutal a los derechos de un pueblo oprimido y abandonado a su suerte. "Irán comprará 114 aviones a Airbus". Traducción: que el país persa viole los Derechos Humanos no es óbice para hacer negocio con él en cuanto la situación internacional lo permita. Y las empresas estadounidenses no lo hacen, o al menos no directamente (siempre pueden crear filiales en otros países) porque aún se lo impide la ley. También nuestro gobierno anda ya explorando posibles inversiones de Irán. "España vendió más de 720 millones en armas a Arabia Saudí, Catar y Kuwait en los últimos tres años". Es decir, donde esté un buen contrato, que se quiten los remilgos bonachones de vender armamento a regímenes que después los emplean contra su pueblo. Podríamos seguir hasta el infinito, pero supongo que ya saben por dónde voy. El dinero lo puede todo. Nada es más importante que los intereses económicos. Es la misma razón que lleva a Rusia a proteger desde hace años al sátrapa sirio Al Assad, que extermina a su pueblo. La que hace que países democráticos, avanzados y modernos (no me refiero a Rusia) se sienten a hacer negocios con dictadores o regímenes autárquicos donde los Derechos Humanos son una ilusión inalcanzable. Lo que importa es el dinero. Los contratos por encima de las libertades. Las ganancias antepuestas a los derechos. Los negocios como medida de todas las cosas.

Tras su acuerdo con las potencias occidentales, Irán vuelve al escenario internacional. Y después de esta histórica noticia hablamos, sobre todo, del impacto económico del levantamiento del bloqueo al país persa. Más petróleo en el mundo, lo que presiona todavía más el precio del crudo. Y, sí, oportunidades de negocio para las empresas. Como Airbus y Boeing, locas por la música de los jugosos contratos del país presidido por Rohani y dominado por el ayatolá Jomeini. Que no haya elecciones libres ni el más elemental respeto a los derechos civiles importa poco si el dinero va por delante. La ética no entra en este mundo, como no lo hace nada que pueda desbaratar un buen negocio. No estoy defendiendo con esto, por supuesto, que se debería haber mantenido el bloqueo a Irán. Veo el acuerdo un avance. No creo en los bloqueos para castigar a regímenes. Primero, y lo más importante, porque no castiga a los mandamases, sino a los ciudadanos de a pie. Y, segundo, porque es dudoso que con esa presión económica se debiliten a los gobiernos despóticos, que suelen emplear el bloqueo como el causante de todos los males, incluidos los que causan su ineptitud y su codicia. Lo que digo es que si ayer el régimen iraní era repudiable, hoy no lo es menos. Sólo que se pueden hacer negocios y lo demás da igual.

Esto no va de ideologías o de preferencias políticas. No es nada personal. Sólo dinero. Por eso importa poco que un país viole sistemáticamente los Derechos Humanos si puede ofrecer una oportunidad de negocio. ¿Qué fue lo primero de lo que se habló tras el reestablecimiento de las relaciones diplomáticas de Estados Unidos y Cuba? Sí, de las muchas oportunidades para las empresas extranjeras. Importa poco todo lo demás. Que en Cuba impere un régimen dictatorial. Que en Arabia Saudí se lapide a las mujeres que son infieles a sus maridos o a quienes blasfemen. Que las cárceles chinas estén llenas de presos políticos. Lo definió con meridiana claridad el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt hace unos cuantos años hablando del dictador nicaragüense Somoza. "Tal vez Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Y seguimos en las mismas. Exactamente igual. El mundo lo mueve el dinero y poco importa de dónde proceda. Si el autodenominado Estado Islámico tiene como principal vía de financiación la venta de petróleo, alguien se lo comprará. Y ese alguien quizá es incluso un aliado de Occidente. Como aliados son quienes dan, como poco, sustrato ideológico al fanatismo yihadista.

Arabia Saudí comenzó 2016 ejecutando a 47 personas. Las condenas de la comunidad internacional, cuando las hubo, fueron muy tímidas. No convenía cabrear a los amigos saudíes, a los aliados en negocios millonarios. Los reyes de España han suspendido un viaje que tenían previsto realizar al país porque resultaría feo. Demasiado cercano a las ejecuciones. Pero los negocios siguen. Vaya si siguen. Y nadie osará cuestionarlo. Porque es mucho dinero el que está en juego. Y el mundo funciona así. Asquea. Repugna. Indigna. Pero funciona así. Y este artículo es, a partes iguales, un desahogo y la simple constatación de una realidad. ¿Por qué cambió España en 2014 la ley para cargarse la Justicia universal? Pues, básicamente, para no meterse en problemas con los dirigentes chinos imputados por una denuncia sobre los abusos del gigante asiático en el Tibet. China, entre otras cosas, tiene una sustancial parte de la deuda pública española. No convenía enfadarlos. Por eso los líderes occidentales apenas mencionan los Derechos Humanos cuando visitan China o reciben a sus mandatarios y, cuando lo hacen, hablan de ello como una pequeña falta, como una minucia. Es vomitivo. Y lo peor de todo es que se antoja imposible romper esta red de intereses y cinismo que domina el mundo.

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