Woody Allen cumple 80 años

La devoción por Woody Allen es lo más próximo a una religión para muchos amantes del buen cine entre los que me incluyo. Profesamos una fe inquebrantable en su genialidad. Acudir al cine para disfrutar del estreno de su nueva película es un ritual cada año a finales de septiembre. Buscar en algún personaje de la historia, en sus diálogos, la visión pesimista, escéptica, fatalista, lúcida, del director. Su álter ego. Esos diálogos inteligentes, eruditos, entrecortados, sabios, fantásticos. El genial cineasta neoyorquino cumple 80 años en plena forma, pues en los próximos meses rodará una serie para Amazon ("el mayor error de mi vida", soltó en una de sus últimas entrevistas) y su nueva película, que será una comedia en la que volverá a trabajar con Jesse Eisenberg, quien ya apareció en la menor pero entretenida A Roma con amor

Con 45 películas en una de las más inteligentes, honestas, libres y brillantes filmografías de la historia del cine, bien podría Allen, octogenario ya, retirarse, dedicarse a descansar y a saborear las mieles de la gloria. Lejos de eso, trabaja como siempre. Más que nunca, pues como decimos, a su ritmo de una película al año suma ahora la serie que rueda para Amazon a golpe de talonario. Y sus fieles se lo agradecemos. Comedias alocadas y dramas intensos se suceden en su trayectoria profesional, con la que hemos reído a carcajadas, en el caso de sus primeras cintas, una sucesión de sketch, o con una sonrisa congelada, pensativa, en sus cintas más reflexivas. El genial cineasta neoyorquino ha declarado en reiteradas ocasiones que él siempre ha querido rodar dramas, pero le han salido mejor, o al menos el público ha valorado más, sus comedias. De un tiempo a esta parte, quizá siempre ha sido así, Allen hace lo que viene en gana. Y fascina que con 80 años pueda salir de mente, en concreto de ese cajón con hojas y papeles que contienen ideas deslavazadas que, según ha contado el director, tiene en su casa, continúe rodando con el piloto automático, sin aparente dificultad, historias inteligentes que, mejores o peores, alejadas en muchos casos de su mejor versión, siguen estando muy encima de la media de lo que se ve hoy en día en las salas. 

Pese a la inmensidad de su filmografía, hay varios rasgos comunes a sus historias, signos que muestran su inequívoca autoría y que harían innecesarios los créditos, porque quien conoce su cine sabe que lo que acaba de ver en pantalla sólo puede ser obra de este genio algo misántropo y lleno de rarezas. Sus propios créditos, títulos blancos sobre negro. Siempre la misma tipografía. La música jazz. La religión, el deseo, el amor, las enrevesadas e irracionales relaciones personales, el sinsentido de la existencia, el azar, el choque entre razón y fe como ingredientes de sus cintas, cocinadas siempre con humor y presentadas con largos planos secuencia (por pura comodidad, afirma Allen). Las situaciones disparatadas y los diálogos sesudos en los que se cita a filósofos y pensadores. El retrato de una clase media alta de profesionales liberales. 

Cuesta elegir la mejor película de Allen. Primero, por que son 45. Y después, porque cada una de ellas tiene su punto de interés. Pocas son olvidables, aunque evidentemente hay diferencias entre sus creaciones, algunas más menores, pero ninguna es mediocre y todas tienen diálogos, personajes o escenas dignas de ser recordadas. Pero, como estamos de celebración de los 80 años de este genio, entremos al juego. Comparto la idea extendida de que Annie Hall es su mejor película. Una de las mejores películas de los últimos años. La historia de amor entre  Alvy Singer, interpretado por el propio Allen, y Annie (Diane Keaton), que rompe los esquemas clásicos del cine, con el personaje del genial cineasta hablándole a la cámara. Es una cinta memorable que ganó cuatro Oscar, si es que eso significa algo. 

La más divertida de sus películas probablemente es Misterioso asesinato en Manhattan, donde también aparece en pantalla el propio Allen, y también aquí es pareja de Diane Keaton, quien esta vez da vida a una ama de casa aburrida que encuentra entretenimiento en la sospecha de que su anciano vecino ha asesinado a su mujer. Comienza entonces la más alocada, disparatada y divertida investigación criminal amateur de la historia del cine. Sencillamente brillante. 

Allen ha retratado desde todos los puntos de vista su ciudad, Nueva York. Muchas de sus cintas son una carta de amor a la ciudad que nunca duerme. Aquí sobresale Manhattan, en la que Isaac Davis, de nuevo interpretado por el propio genio, escribe una novela en la que se pretende contar todas las intimidades de su destrozado matrimonio con su ex mujer, que le abandonó por otra mujer. De esta película, otra de las más aclamadas de Allen, destaca sobre todo su sublime comienzo. Hermosas escenas en blanco y negro de la ciudad y este arranque que es historia del cine: 

"Capítulo primero. Él adoraba Nueva York. La idolatraba de un modo desproporcionado... no, no, mejor así... Él la sentimentalizaba desmesuradamente... eso es... para él, sin importar la época del año, aquella seguía siendo una ciudad en blanco y negro que latía a los acordes de las melodías de George Gershwin... eh, no, volvamos a empezar... Capítulo primero. Él sentía demasiado románticamente Manhattan. Vibraba con la agitación de las multitudes y del tráfico. Para él, Nueva York era bellas mujeres y hombres que estaban de vuelta de todo... no, tópico, demasiado tópico y superficial. Algo más profundo, a ver... Capítulo primero. Él adoraba Nueva York. Para él, era una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. La misma falta de integridad que empuja a buscar las salidas fáciles convertía la ciudad de sus sueños en... no, no, no, suena a sermón. Quiero decir que, en fin, tengo que reconocerlo, quiero vender libros... Capítulo primero. Adoraba Nueva York, aunque para él era una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. Qué difícil era sobrevivir en una sociedad insensibilizada por la droga, la música estruendosa, la televisión, la delincuencia, la basura... uhm, no, demasiado amargo, no quiero serlo... Capítulo primero. Él era tan duro y romántico como la ciudad a la que amaba. Tras sus gafas de montura negra se agazapaba el vibrante poder sexual de un jaguar... je, esto me encanta... Nueva York era su ciudad y siempre lo sería". 

En la mayoría de sus obras, Allen muestra su pasión por Nueva York. Con todo, en sus últimos años también ha rodado fuera de su ciudad, en buena medida, como él mismo ha reconocido, por cuestiones de financiación. Lució hermosa la capital francesa en la exquisita Midnight in Paris, quizá la mejor película de las últimas que ha rodado por detrás,, claro, de la descomunal Match Point, rodada en Londres, donde el director descubrió a Scarlet Johansson. Esta cinta, que además para mí tiene un valor especial porque es la primera que vi del autor, con ella empezó todo, cuenta con escenas brillantes en las que se muestra el papel del azar en nuestra vida. Esa anillo que queda en el aire durante unos segundos, como la bola de tenis que roza la red y tarda unos instantes que se hacen eternos en la cancha en decidir de qué lado cae. También hemos visto al Allen turista en Barcelona, en la modestísima y bastante superficial Vicky Cristina Barcelona, o en Roma (A Roma con amor) donde volvió a contar con Penélope Cruz. 

La última película de Allen, la que hace la número 45, Irrational man, plantea un sugerente debate ético y moral. En ella, un profesor universitario deprimido al que da vida Joaquim Phoenix encuentra sentido a su vida de un modo, digamos, poco legal y de dudosa ética. Allen también ha retratado recientemente el sempiterno dilema entre fe y razón, religión y ciencia, en la entretenida y luminosa Magia a la luz de la luna, o la caída a los infiernos de una millonaria cuyo marido estafó a millones de personas y que debe acostumbrarse a su nueva condición en Blue Jasmine, papel que le dio el Oscar a una impresionante Cate Blanchett. Tampoco podemos olvidarnos en un día como hoy de las alocadas y nada elaboradas primeras comedias de Allen, como Bananas o Toma el dinero y corre, entre otras muchas, pues como digo su filmografía es casi inabarcable. 

Para todos los amantes de Allen, para todos aquellos que profesen esta religión, es muy recomendable el libro Conversaciones con Woody Allen, de Eric Lax. Una auténtica joya, pues está basado en conversaciones entre el autor y el cineasta a lo largo de varias décadas. La obra está repleta de reflexiones de Allen sobre su profesión y de muchas perlas. "No tiene nada de divertido no ser más que un punto en el universo. Y eso es lo que eres, un miembro de una especie fallida", leemos en un momento. O esta otra reflexión sobre el talento y el legado: el gran Shakerpeare no está mejor que cualquier vago sin talento que escribía obras de teatro en la Inglaterra isabelina y que no conseguía producirlas , y si alguna vez lo lograba la gente salía huyendo del teatro. No es que crea que no tengo ningún talento, pero no tengo el suficiente para hacer bombear la sangre de mi cuerpo una vez que este entre en rigor mortis

Acabamos esta felicitación de Allen con el final de Annie Hall, una de esas escenas, una de tantas, de sus películas que quedan grabadas en la memoria. "Un tipo va al psiquiatra y le dice, 'doctor, mi hermano está loco. Se cree que es una gallina'. Y el doctor responde: 'por qué no lo encierra en un manicomio'. Y él afirma: 'lo haría, pero necesito los huevos'. Bueno, supongo que eso es lo que pienso de las relaciones. Son completamente irracionales, locas y absurdas. Pero supongo que insistimos con ellas porque la mayoría necesitamos los huevos". El propio Allen dijo que le preocupa el futuro porque es el lugar donde pasará el resto de la vida. Que sea largo y satisfactorio su futuro. El nuestro, con sus regalos anuales en forma de películas inteligentes y reflexivas, tiene en su obra la mejor compañía posible. ¡Felicidades, genio!

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