Resumen cultural del año (I)

Un año más, repasar los mejores momentos de los últimos doce meses me lleva a recordar los libros que tuve en las manos. Las veces que cambié certezas por dudas. Las preguntas planteadas por una trama. La fascinación por el modo en el que se expresa este o aquel autor. La reflexión obligada tras leer un ensayo. Los libros, como los viajes, cuando son buenos te cambian la vida. No eres el mismo cuando sales de ellos que cuando entraste. Te transforman. Y este 2015, otra vez, entre la sucesión de instantes felices que recuerdo ahora que se acaba otro año, aparecen en lugar destacado varias de las 30 obras que he reseñado en el blog. No las mencionaré a todas en este primer artículo de resumen cultural del año, que es, claro, un resumen totalmente subjetivo, pues nada hay más personal, nada más íntimo, que la experiencia lectora o cultura, así sean libros o películas ideadas hace años, o incluso décadas, que estaban ahí esperando a sacudirte, a removerte por dentro. 

Lo primero que descubro haciendo balance de este 2015 literario es que la mayoría de las obras que más me han gustado combina ficción y realidad, o incluso podría decir que la mayoría toma como materia prima para construir su artefacto literario los hechos reales. Las fronteras se diluyen cada vez más en la literatura y la ficción se entremezcla con los recuerdos, la imaginación con lo vivido, lo fabulado con lo real. Quizá la obra que más me ha asombrado este año es El Reino, de Emmanuel Carrére, donde el autor francés regala un brutal ejercicio de honestidad en el que narra con desbordante sinceridad una época de su vida en la que fue creyente, al tiempo que desde yo actual agnóstico ("ni siquiera lo bastante creyente para ser ateo") se pregunta cómo nació y se asentó el cristianismo, "Escribo este libro para no abundar en mi punto de vista", afirma el autor en un momento de su memorable obra. 

También procede de la realidad la historia de Para acabar con Eddy Bellegeule, escrita por Édouard Louis, que es nuevo nombre del propio Eddy del título. Un ejercicio catártico en el que el joven francés rememora su pasado en el pueblo, donde era discriminado por todo el mundo, empezando por su propia familia, por sus gestos amanerados, su delicadeza, su preferencia por los libros y el teatro antes que los shows televisivos o el fútbol. Con un estilo directo, estremecedor, que huye del tono lastimero, el autor se salva, pues no es otra cosa que una tabla de salvación, además de un extraordinario ejercicio literario, esta obra que conmueve al lector. 

De la cosecha de este año recordaré siempre también El impostor, donde Javier Cercas plantea una fascinante novela sin ficción en la que la biografía del  egocéntrico y mediópata Enric Marco, quien se inventó un pasado inexistente como víctima del nazismo, incomoda por momentos al lector, pues Cercas tiene la brillantez y la valentía de equipararla con la biografía colectiva de la propia sociedad española. El médico hereje, de José Luis Corral, que es una novela basada en la vida de Miguel Servet y Como la sombra que se va, donde Antonio Muñoz Molina engarza la historia del asesino de Kennedy y su paso por Lisboa con vivencias suyas del pasado, son otras dos obras que toman mimbres de la realidad para levantar libros notables. 

Ensayos que directamente se dedican a relatar episodios del pasado o a reflexionar sobre el presente que me han convencido este año son El hombre que nunca existió, la exhaustiva reconstrucción de una asombrosa historia de espionaje en la II Guerra Mundial; Habíamos ganado la guerra, donde Esther Tusquets refleja la distancia sideral que sentía entre su familia, su condición, su clase social, y sus pensamientos y principios; La flecha en el aire, interesante ensayo sobre filosofía y La exhibición cinematográfica en España, donde mi admirado profesor José Vicente García Santamaría supera con creces el titánico reto de elaborar una historia clave del séptimo arte en nuestro país. 

Para mí 2016 ha sido también el año del descubrimiento de Kafka con el libro de relatos El médico rural, que compré en Praga, en el barrio del castillo, donde el autor lo escribió durante un verano, y de Albert Camus, cuyo existencialismo me atrapó en La peste. Por supuesto, ha sido un año de seguir deleitándome con Francisco Umbral (sólo mueren los olvidados), gracias a la cuidada selección de artículos de prensa del genial autor de Mortal y Rosa  en El tiempo reversible, de Círculos de Tiza.  

También ha sido un año de disfrutar con la pérez-revertiana defensa de la honradez y la cultura de Hombres buenos, de Arturo Pérez-Reverte; con la exquisita sensibilidad de El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas; con la excelencia de Javier Marías en Corazón tan blanco y Así empieza lo malo. Y también, por supuesto, ha sido un año de gozar con la explosión de ficción, la reivindicación del poder de la literatura, de la capacidad de fabular con vidas y realidades paralelas de Juegos de la edad tardía, quizá una de las obras que más me han impactado no ya este año, sino en general. Luis Landero logra en esta obra de 1989 crear un personaje inolvidable (Gregorio Olías, Faroni) en una historia cervantina divertida, tierna, hermosa e inteligente. 

Comentarios

Pilar ha dicho que…
El próximo, tu propio libro... Serás un gran escritor, "admirado" Alberto ;)
Alberto Roa ha dicho que…
Muchas gracias por leerme con tan buenos ojos siempre. ¡Un beso y feliz 2016!