Armas, cinismo y autoengaño

Es asombrosa la capacidad de autoengaño del ser humano. Cómo podemos moldear la realidad a nuestro antojo, como si los hechos fueran de plastilina, como si todo lo que nos rodea pudiera ser interpretado con descaro en nuestro propio interés. En lugar de analizar la actualidad y contrastarla con nuestras creencias, aunque sea para ponerlas en cuestión, sobre todo para ello, lo que hacemos muchas veces es el proceso contrario. Siempre encontramos la forma de que lo que sucede nos dé la razón. Interpretar los hechos a beneficio de inventario. No dejar que la tozuda realidad estropee nuestras ideas. No hablo de la campaña electoral en España, aunque podría, sino de la última matanza con armas en Estados Unidos, en la que murieron 14 personas en un ataque contra un centro de personas con discapacidad en San Bernardino (California). 

El titoteo es un atrocidad. Un matrimonio, Tashfeen Malik y Syed Rizwan Farook, irrumpió armado en el centro y disparó indiscriminadamente causado 14 fallecidos. La policía estadounidense abatió a los atacantes. Un horror, un espanto que en Estados Unidos es el pan suyo de cada día. A las condolencias a las familias, los actos de homenaje, las lágrimas, el dolor y la incomprensión ante la violencia y la sinrazón, le ha sucedido esta vez una reacción distinta a la de los múltiples tiroteos que se suceden en un país donde una parte de la población defiende con contundencia su derecho a portar armas. Esta vez no se ha silenciado el debate posterior a cada atrocidad. En esta ocasión no se han ahogado en las aguas de la actualidad, de la cotidianidad de la que tristemente ya forman parte estos sucesos. ¿Por qué? Porque es posible que el ataque tenga algún tipo de vinculación con el yihadismo. Así que en este debate se encuentran cómodos hasta los amigos de las armas. Todo es culpa de los malvados musulmanes. Nada tenemos que ver nosotros, estadounidenses de bien con su pistola al cinto, piensan.

Y aquí es donde entra el autoengaño y el cinismo. La capacidad del ser humano para jugar con la realidad, manipularla y ponerla de su lado. El empeño por intentar que el viento sople donde ponemos la vela, en lugar de actuar al revés, parafraseando a Machado. No sé si este tiroteo tiene o no vinculación con el yihadismo. Parece que la mujer atacante juró en Facebook lealtad al Estado Islámico. Se dice que el matrimonio se pudo haber radicalizado, pero que no tendría relación directa con ningún grupo terrorista. Lobos solitarios, dicen. Veremos. El FBI dijo ayer que se investiga el ataque como un atentado terrorista, pero que no se puede hablar del primer acto violento del Estado Islámico en suelo estadounidense. La investigación deberá seguir su curso pero convendría que los defensores de las armas en Estados Unidos no se hicieran trampas ni pretendieran hacérselas a los demás. 

No sabemos, pues, si la matanza de San Bernardino puede catalogarse como atentado terrorista, pero sí tenemos la certeza, los números no engañan, de que en Estados Unidos mueren 92 personas al día por armas de fuego y de que en los últimos 1.066 días se han producido 1.052 tiroteos. Así que uno diría, a la luz de estas cifras, que el país más avanzado del mundo tiene un serio problema con la tenencia de armas. Bastante mayor que con el terrorismo. Pero la posible pista yihadista tras el tiroteo de San Bernardino ha dado alas a los influyentes lobbys de las armas en aquel país, como la Asociación Nacional del Rifle, que cuenta con 5 millones de socios que defienden su derecho a portar armas y que jamás han tolerado abrir ningún debate racional sobre el sinsentido de que los ciudadanos tengan pistolas en sus casas en pleno siglo XXI o la evidencia de que muchos de los tiroteos en escuelas que periódicamente suceden en aquel país se podrían haber evitado si quienes perpetraron el ataque no hubieran podido acceder a las armas con tanta facilidad. 

"Esto demuestra que estamos en guerra", salieron a afirmar en tromba políticos del Partido Republicano tras el atroz tiroteo en el centro de personas con discapacidad. Curiosa, paradójica y cínica reacción de quienes no son tan veloces ni tan contundentes a la hora de opinar sobre tiroteos que nada tienen que ver con el yihadismo. Bajo la visión escasamente racional de quienes no quieren ni oír hablar del control de armas, cualquier suceso reafirma su postura. Los mismos que suelen decir que, si en las escuelas donde se registraron los tiroteos que a todos nos vienen la cabeza hubieran tenido armas, se habría evitado la masacre, no sienten, ni por asomo, que son corresponsables de estas masacres Y, ahora, les fascina hablar de la amenaza yihadista, de los bárbaros que atacan nuestra civilización. Una amenaza, por supuesto, real y muy seria en Occidente. Pero es francamente escandaloso que quienes tantas veces han rechazado controlar la posesión y el acceso a las armas en Estados Unidos, donde casi cada día hay una masacre como la que sucedió en San Bernardino, vengan ahora a decir que este tiroteo sí es grave, que de este sí conviene hablar, que aquí sí se debe opinar y emplear palabras gruesas que alerten del riesgo, porque puede tratarse de un atentado yihadista. Les resulta muy útil, en este caso, la posible pista yihadista, que exime de cualquier responsabilidad a los defensores ciegos de la Segunda Enmienda de la Constitución en el siglo XVIII. 

Entre los muchos fracasos de Barack Obama en su paso por la Casa Blanca, uno de los más serios, y así él mismo lo ha reconocido, es la incapacidad para establecer un mayor control a las armas. El presidente estadounidense compareció tras el tiroteo para afirmar que, en efecto, podría tratarse de un atentado, pero que también podrían ser otras las razones de la matanza, pues al parecer uno de los atacantes trabajaba en ese centro. Al menos el presidente no cayó en el autoengaño y el cinismo, reconociendo que podríamos estar ante un acto de yihadismo, pero que, dados los antecedentes, podría ser una matanza, otra más, de ciudadanos que acceden a las armas sin control alguno y que solventan sus problemas a tiros. Que es lo que lleva sucediendo muchos años en Estados Unidos y que es el verdadero gran problema que recuerda este ataque. Pero, claro, siempre se puede moldear la realidad. Para qué mirarse en el espejo y plantearse sus principios, la defensa de un texto legal de 1791, si se puede recurrir al espantajo del yihadismo, si, esta vez, pueden culpar de todo al terrorismo y posponer de nuevo el necesario debate sobre las armas en Estados Unidos. El autoengaño suele tener más predicamento que la autocrítica, como ha vuelto a demostrarse. Triste. Cínico. 

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