La verdad

Al margen del pretencioso título (La verdad, nada menos), que revela ciertos tics maniqueos, la primera película de James Vanderbilt como director es una más que aceptable ópera prima. No es brillante, pero sí resulta muy interesante, por la historia narrada y por cóo se cuenta. En ella se plasma con buen sentido del ritmo la historia real de una investigación periodística sobre cómo se libró George W. Bush de acudir a la guerra de Vietnam. En plena campaña para las elecciones presidenciales de 2004, el equipo de 60 minutos, espacio informativo de culto de la CBS, sigue la pista de las posibles estratagemas del entonces presidente en funciones que aspira a la reelección, del presunto trato de favor recibido en el Ejército en sus años jóvenes. 

Cate Blanchett da vida a Mary Mapes, la productora del informativo, y Robert Redford, que ya interpretó a Bob Woodward, uno de los periodistas que destapó el Watergate en 1972 en la célebre Todos los hombres del presidente, se mete esta vez en la piel de Dan Rather, un mítico presentador de informativos en Estados Unidos al que esta investigación sobre las triquiñuelas empleadas por Bush para escabullirse de acudir a la guerra deVietman le costó la carrera, al igual que a la propia Mapes. 

El comienzo de la cinta es algo desarbolado, tarda algo en coger ritmo. Hay algunas escenas y algunos diálogos algo simplones, más bien tópicos. Creo que, así como se capta bien la pasión de los periodistas de la CBS por su trabajo, el aspecto personal, las relaciones humanas entre ellos, es  un aspecto tratado en ocasiones de un modo algo frío. Y eso es un problema serio, porque en esta cinta ese lado personal, empezando por el atormentado pasado de la protagonista, debe jugar un papel central. Y, ya digo, a veces no está suficientemente conseguido. Pero es, sin duda, una película trepidante, con resonancias a las grandes historias sobre periodismo que, cada vez más, empiezan a ser una pieza de museo sobre lo que debería ser este oficio. La cinta toma partido, de hecho, se basa en el libro que escribió la productora del programa, Mary Mapes, sobre el caso. 

En esta investigación, los trabajadores de la CBS cuentan con toda clase de pruebas y testimonios que atestiguan que Bush no dijo toda la verdad sobre su servicio militar y que recibió un trato de favor. Pero entre esas pruebas que sirven para construir la información, hay unos documentos cuya veracidad se pone en cuestión por el interlineado y algunas características del estilo, como los superíndices, que, según algunos expertos que se apresuraron en consultar las cadenas televisivas de la competencia, no existían en los años 70, cuando supuestamente se escribieron. Se toma la parte por el todo y se desacredita la rigurosa investigación, con muchas otras pruebas, por esos papeles de los que nadie demostró su falsedad, aunque puedan existir dudas sobre su procedencia. 

En ciertos aspectos, si Todos los hombres del presidente muestra lo que debería ser el periodismo, y lo que en su momento fue, con unos directivos del medio apoyando a sus periodistas y resisitiendo las presiones, La verdad refleja más bien lo que es ahora. Es demoledora una secuencia del filme en la que uno de los periodistas del grupo de investigación de la CBS denuncia las relaciones entre Viacom, accionista de aquella cadena, y la Administración Bush. Cómo se pagan favores prestados. Cómo se intenta congraciarse con el poder, por si acaso. Cómo se deja de defender el trabajo de los periodistas cuando entran otros intereses. "No puedo más. Las reglas del juego están marcadas", dice la productora del programa a su marido en un momento del filme. "Siempre lo estuvieron", le responde esto. Y, en efecto, esa constatación de la perversa relación entre el poder y los medios queda de relieve en esta cinta. Como también queda expuesto un modo de hacer periodismo, con profesionales dedicando tiempo y esfuerzos a elaborar reportajes en profundidad y buscar historias, que está languideciendo ante las noticias de gatitos divertidos en Youtube o informaciones banales que a nadie incomodan. 

La película se pone de parte de los periodistas de la CBS, esos tics algo maniqueos y parciales de los que hablaba al comienzo. Pero, aun así, queda plasmada la duda sobre el rigor en su validación de los documentos que acompañaron a otras pruebas sobre el turbio pasado de Bush, librándose de acudir al servicio militar a Vietnam, como tuvieron que hacer tantos jóvenes estadounidenses de su época. Sin duda, la información contaba con muchos otros respaldos, pero esos papeles generaban dudas, así que no está claro si debieron prescindir de ellos. Lo que sí es evidente es que, tras su publicación, se orquestó una nada sutil campaña de desprestigio contra los responsables de 60 minutos, que acabó con sus carreras profesionales en televisión. Cuando la productora, magistralmente interpretada por Cate Blanchett, que el centro gravitatorio del filme, acude a una comisión que investiga la profesionalidad del reportaje, ella echa en cara a los supuestamente independientes examinadores que siempre sucede lo mismo cuando no gustya una información: se cuestiona la objetividad del periodista, se ataca su profesionalidad, se habla de sus preferencias políticas, se afirma burdamente que todo es una manipulación... 

Cate Blanchett, ganadora del Oscar por su descomunal interpretación de una rica en apuros por las corruptelas de su marido en Blue Jasmine, de Woody Allen, presenta con su impecable papel en La verdad a un nuevo galardón. Se habla mucho de sus opciones. Y no me extraña.Vuelve a comerse la pantalla la actriz, que es la gran protagonista del filme. Sus esfuerzos por sacar adelante la información, su satisfacción por sus éxitos personales, la relación con su padre, la lucha por demostrar la veracidad de su reportaje cuando se pone en cuestión, su encendida defensa de un periodismo libre, su inteligencia, su ironía... Es una interpretación formidable.Está muy por encima de un siempre correcto, pero esta vez nada más que eso, Robert Redford. Una película atractiva que da que pensar. Sobre la ética periodística. Sobre las relaciones de los medios con el poder. Sobre el periodismo, lo que debe ser y lo que, tristemente cada vez con más frecuencia, es. 

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