Hasta siempre, Rafa

Esta vida es muy injusta. Uno lo percibe con toda claridad cuando se ensaña con quien, precisamente, siempre trabajó por reducir las injusticias. Hoy ha muerto Rafa. Por encima de todo, una muy buena persona. Alérgico a la indiferencia, luchador, combativo, noble, de una lealtad ya infrecuente en nuestros días. Una de esas pocas personas que al morir dejan al menos el consuelo entre quienes lo apreciamos y quisimos de que dio todo lo que estaba en su mano, y siempre en realidad un poco más, por dejar una sociedad más justa, menos desigual. Ha muerto joven. Mucho. De carnet y, sobre todo, de mentalidad. Todas las personas son insustituibles en el corazón de alguien, pero Rafa lo era en el de mucha gente. En el de su familia, a la que dedico estas torpes palabras de recuerdo. En el de sus compañeros, por cuyos derechos siempre trabajó de forma desinteresada y apasionada. Y en el de quienes tuvimos la inmensa suerte de cruzarnos en su camino. 

En estos tiempos en los que se echa tanto en falta el compromiso ciudadano, la solidaridad entre los trabajadores, la bondad, los principios inquebrantables, la firmeza aledaña al diálogo, Rafa representaba todo aquello de lo que adolece nuestra sociedad. Afiliado a Comisiones Obreras durante décadas, desde que afiliarse a un sindicato era ilegal en tiempos del franquismo, de hecho, luchó siempre, con lealtad a su empresa pero sin concesiones ni renuncias, por los derechos de sus compañeros. Ahora que las cúpulas de los sindicatos han contribuido de un modo tan burdo a perder su prestigio pasado, bien deberían muchos tomar nota de las convicciones y de la labor de personas como Rafa. 

Él era de izquierdas. Comunista. "Sí, comunista. Así de claro. Y cada día más", me contaba una de las últimas veces que nos vimos, en una manifestación en defensa de los derechos laborales. Tenía unos principios claros e inamovibles, pero a la vez era alguien muy dialogante. Siempre fue crítico, mucho, con las direcciones de los sindicatos. Nunca calló aquello que no le gustaba. Jamás cambió de bandera ni se dejó comprar. No se cansó, porque entendió con lucidez que su causa nunca dejó de ser justa y necesaria. Luchó incansablemente por sus compañeros, incluso anteponiendo a su propia salud ese trabajo, que era su aportación a hacer algo mejor esta sociedad, o al menos a ponérselo difícil a quienes trabajan para hacerla un mucho peor. 

No comprendía, y se indignaba de verdad, con esa vehemencia del que cree en lo que hace y de quien se reafirma en sus convicciones ante las regresiones en materia de derechos, la escasa afluencia de personas a la manifestación del 1 de mayo. Ni puente festivo en Madrid ni nada. Pamplinas. Dónde están los 5 millones de parados, se preguntaba. A qué están esperando para salir a la calle. Qué mensaje de dejadez estamos lanzando al gobierno, a quienes abaratan el despido y dilapidan los derechos laborales. Si no le gustan estos sindicatos, que monten otros. Con su pegatina de CCOO y su altura moral, su ejemplaridad y su bondad por bandera, cada manifestación, cada marcha de protesta, cada concentración, siempre coreaba consignas en defensa de la justicia, de la igualdad social. 

Si este país tuviera más personas como Rafa, no tengo ninguna duda, sería un país mejor. No habrá titulares, ni tuits ni noticias sobre su marcha. No leeremos obituarios. Fue una persona anónima, pero célebre, inolvidable, único, para todos los que lo tratamos. Deja un vacío enorme pero mucho mayor es su ejemplo. Nunca tiró la toalla. Cada día que pasaba tenía un poco más claros sus principios y que de nada servía quedarse parado. Irradiada ilusión por el futuro, transmitía una energía juvenil arrolladora y llamaba siempre con su ejemplo al compromiso, a rehuir la indiferencia. Con la bandera comunista y la del Atlético de Madrid, con el llanto de desgarro y orgulloso homenaje de los suyos (que fuimos, que seremos siempre, muchos) y con una caña lista para brindar por su vida plena, por su admirable trabajo, por su ejemplo imborrable, hoy decimos hasta siempre a una muy buena persona que nos hizo un poco mejores, más críticos, más comprometidos, a quienes tratamos con él. Hasta siempre, Rafa.

Comentarios

Fota ha dicho que…
Muchas gracias Alberto por esta emotiva despedida de mi tío Rafa. Hay quien tiene el don de expresar con palabras lo que está encerrado en el corazón aunque con Rafa seguro que te ha resultado más sencillo. Esa era su principal labor y obsesión, hacer más fácil la vida a todos los que le rodeaban. Recibe un gran abrazo de la familia.
Alberto Roa ha dicho que…
Un abrazo fuerte para vosotros. Su legado es imborrable.