Con la voz bien alta

Hay campañas que sirven a la vez para denunciar una situación injusta y para celebrar, sin el menor conformismo y por supuesto sin olvidar todo lo que falta para alcanzar la igualdad real, cuánto ha avanzado la sociedad. Es el caso de Con la voz bien alta, la campaña que ha lanzado esta semana la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). Con ella se anima a denunciar los delitos del odio y la discriminación, aún palpable, evidente, excesiva, insoportable, a personas por su orientación sexual en nuestro país. La realidad que aborda esta campaña y el vídeo de cámara oculta con el que se busca concienciar sobre la importancia de estos delitos es seria. Mucho. Según el último informe de delitos del odio elaborado por el Ministerio del Interior, el 40% de los 1.285 casos registrados como delitos del odio el año pasado se deben a la orientación sexual de la víctima. 

En el vídeo elaborado por la FELGTB se dan otros datos igualmente duros detrás de los cuales hay historias de intolerancia y homofobia. Por ejemplo, se explica que en España el 38% de las personas lesbianas, gais, transexuales y bisexuales se han sentido discriminadas alguna vez en su vida, pero que sólo un 10% de ellas ha denunciado ante la policía esos insultos, amenazas o agresiones. La vergüenza por compartir una orientación sexual que quizá aún no conocen las personas del entorno de la víctima, el sentimiento obsceno de culpa que las agresiones generan con frecuencia en quienes las sufren, la sensación de que será mejor no meterse en líos o incluso de que no será comprendido si se da el paso son algunas de las razones que explican este bajo porcentaje de denuncias de las agresiones o discriminaciones homófobas. De ahí, el acierto de esta campaña, que pone el acento en la necesidad de acudir a la policía, de hacer visible toda esa intolerancia tantas veces escondida y no denunciada. Las asociaciones LGTB siempre recuerdan que las cifras oficiales de agresiones son muy inferiores a las reales, porque a menudo las víctimas no las denuncian. 

Decía al principio que la campaña sirve a la vez para denunciar una situación injusta, para animar a combatirla y que, a la vez, también nos ayuda a celebrar, sin conformismo pero con razonable satisfacción, lo mucho que ha avanzado nuestra sociedad en la aceptación de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales. En los últimos diez años, se ha aprobado una ley de matrimonio homosexual que en su momento estuvo adelantada a la propia sociedad y que sirvió para dar un paso de gigante en la plena igualdad, aún lejana, entre todas las personas al margen de su orientación sexual. Hemos logrado, y es mucho, que sea intolerable escuchar comentarios homófobos, que se señale a quien, desde púlpitos u otros altavoces, lanza un discurso del odio hacia quienes aman a personas de su mismo sexo o viven su sexualidad de un modo distinto al más extendido. Hemos conseguido que se avance mucho, y eso queda reflejado e el vídeo de la FELGTB, pero a la vez hay muchos deberes pendientes

El partido político que puso el grito en el cielo contra el matrimonio homosexual se ha rendido a la evidencia de que estamos en el siglo XXI y la inmensa mayoría de la sociedad acepta la igualdad de derechos. La escena de la cúpula del PP en la boda de Javier Maroto, vicesecretario de acción sectorial del partido, con su novio, ya marido, es algo más que un acto privado o, incluso, algo más que la burda utilización de un acto privado para lanzar un mensaje político. Es la rendición de quienes se manifestaron para impedir que los homosexuales tuvieran los mismos derechos que los heterosexuales, escondidos bajo un tramposo debate semántico, como si fuera más importante el origen de una palabra que los derechos de miles de ciudadanos. Acepta el PP diez años después que se equivocó. Que la mayoría de la sociedad no comparte su homofobia, sus recelos ante algo tan inapelable como que todos los españoles gocen de los mismos derechos sea cual sea su orientación sexual. Descubren los dirigentes del partido que las bodas gais no acaban con la institución de la familia, sino que crean familias diferentes. Esta disgregación política, ya me perdonarán, sirve también para demostrar lo mucho que, en efecto, se ha avanzado en España en poco tiempo, como recoge la campaña de la FELGTB, aunque aún haya mucho trabajo por delante. 

En el vídeo, dos jóvenes estadounidenses, actores, se acercan a ciudadanos de la calle de Madrid, reales, grabados con cámara oculta. La pareja homosexual pide a la gente que le traduzca las instrucciones que le dio el dueño de un hostal donde han reservado una habitación. Todo va bien con las primeras indicaciones ("el hostal está a 20 minutos de la Puerta del Sol") hasta que aparecen comentarios homófobos en el texto. Y ahí, en efecto, se aprecia lo mucho que ha avanzado la sociedad española. Lo primero que gusta es que a todos los ciudadanos que aparecen en el vídeo les resulta incómodo, violento, insufrible, leer a esa pareja de turistas ilusionada por conocer Madrid el desprecio que aparece en esa carta. A todos. Al principio, algunos creen que es una broma aquello de que no se pasen por Chueca, el barrio gai de Madrid. "Estáis en España, es normal aquí", le dice una mujer. Pero tuercen el gesto cuando siguen leyendo, en voz baja, porque detienen su lectura en alto, lo que queda del documento. 

Tras esa primera advertencia homófoba de no pasar por Chueca, aparece una amenaza. No tengáis relaciones sexuales, no hagáis "cosas de maricones" en mi hostal, dice el escrito, u "os saco a hostias" ¿"Cómo va a pegarme si ni siquiera me conoce?"). Sólo acepté vuestra reserva porque no vi vuestra foto de perfil de pareja, escribe. Entonces los ciudadanos que traducen el texto, directamente no pueden en algunos casos terminan de contarles a los jóvenes lo que dice el obsceno mensaje. Todos se indignan. "En España no se puede hablar así de las lesbianas y los gais", dice uno. Y todos, ahí la fuerza del mensaje que quiere lanzar la campaña, aconsejan a los jóvenes denunciar ante la policía este trato discriminatorio. Y varios se ofrecen a acompañarlos a la comisaria. "Este hombre es un animal". "Si vais a la policía, a este tipo le cierran el negocio". "Esto es asqueroso". 

El vídeo, de apenas cuatro minutos, es muy emotivo. Llama a denunciar, a no callar. Primero, porque es lo justo. Ningún insulto o acto discriminatorio debería quedar impune. Pero también porque recuerda que en cuestiones de derechos, cuando se no se avanza, se da un paso atrás. Siempre. Irremediablemente. Cada vez que se mira hacia otro lado ante un comentario homófobo o que se tolera, aunque sea por omisión, se contribuye a perpetuar una sociedad desigual. "No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos", escribió Martin Luther King. Y esta campaña de la FELGTB apela también, precisamente, a esos "buenos", a esa mayoría de ciudadanos que, en pleno siglo XXI, considera intolerable que exista discriminación hacia los homosexuales por el mero hecho de serlo, pero que a veces prefieren mirar hacia otro lado, obviar una situación de injusticia que se produce ante sus narices, no meterse en líos. 

Y el vídeo, aunque versa sobre algo tan serio como las agresiones o las vejaciones homófobas, deja también un mensaje optimista. No sé si en la edición del vídeo se eliminaron escenas con ciudadanos menos concienciados o menos dispuestos a ayudar a la pareja de jóvenes. Supongo que sí. Pero lo cierto es que gusta ver cómo todos los que se paran a ayudar a estos dos estadounidenses se indignan cuando leen el tono homófobo de las instrucciones que les dejó el presunto dueño del hostal. Los chicos y el escrito son ficticios, pero las personas a las que piden ayuda en la calle son reales. Y todas ellas se solidarizan con los jóvenes, que además son para ellos turistas en un país extranjero que no conocen el idioma local, y se ofrecen para ayudarlos a denunciar. Hay gente homófoba todavía. Hay muchas personas sorprendentemente incapaces de entender que todo el mundo merece los mismos derechos y el mismo trato al margen de a quien ame o con quien mantenga relaciones sexuales. Pero anima, aunque entendamos que no aún es un reflejo de toda la sociedad, esa respuesta decidida, tolerante y abierta de los ciudadanos. Anima a seguir trabajando por una sociedad más justa e igualitaria, labor impagable que realizan asociaciones de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales. Porque esto es como nadar contra corriente. Si no se avanza, se retrocede. Con la voz bien alta. 

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