Lecturas de verano (y VIII)

La mayoría de las asignaturas en la universidad tenían nombres extensísimos que en ocasiones camuflaban la falta de consistencia de la materia de fondo y otras sólo parecían querer poner un toque de distinción, como de haberse pensado unas cuentas horas de qué forma nombre aquella materia. Era el caso de Periodismo y cambio social en España, que venía a ser Historia del periodismo. Una asignatura en la que, en la parte práctica, conocimos trabajos periodísticos de distintas épocas, siempre de un modo original. Entre esos textos estaban algunos artículos costumbristas de Mariano José de Larra. Nacido en 1809 y muerto en 1837, por un disparo en la cabeza tras suicidarse por un desengaño amoroso, Larra fue el precursor de la larga y fructífera relación que se ha dado siempre entre los periódicos españoles y grandes literatos. 

De Fígaro, que es como firmaba varios de sus artículos, quedan sus novelas y sus escritos. En una feria medieval de mi pueblo compré, en un puesto de libros antiguos, una recopilación de varios de sus artículos, incluido el célebre y tan actual a pesar del tiempo transcurrido Vuelva usted mañana, irónica y mordaz crítica de la burocracia española. Un genio que colaboró en periódicos, fundó su propio medio y escribió ensayos, novelas y obras de teatro. Una vida fugaz, corta, que vivió intensamente como se narra en Larra, biografía de un hombre desesperado, de Jesús Miranda de Larra, familiar del escritor del siglo XIX. En ella se aborda su obra, su inmenso talento y su notable decepción con el atraso de España, pero también sus relaciones amorosas que terminaron llevándole a una honda depresión que le costó la vida. Una obra sensacional para saber más sobre la biografía de uno de los personajes más fascinantes de la historia de la literatura y la prensa española. 

De otra asignatura, Filosofía (de nuevo el nombre era mucho más extenso, pero lo he olvidado) recuerdo dos lecturas relevantes, El Príncipe, de Maquiavelo, considero todavía hoy texto precursor de la política, obra en la que el escritor italiano se basó en la personalidad de Fernando el Católico para, por ejemplo, aconsejar a los gobernantes que es mejor ser temido que amado, y El manifiesto comunista, de Marx y Engels. Igual queda un poco extemporáneo venir aquí a recomendar como lectura de verano semejante obra, pero el comunismo fue un movimiento trascendente en la historia (a veces negra, negrísima) del siglo XX. Una ideología con argumentos sobre el papel que, sin embargo, no ha resistido ningún intento por ponerse a la práctica sin conducir a falta de libertades, presos políticos y sociedades de partido único que persigue a los disidentes. 

En este apartado de lecturas conocidas gracias a la universidad deben ocupar un lugar destacado varios libros de Historia, una disciplina que adoro y que aún me fascinó más gracias al profesor Carlos Rodríguez López Brea, que nos transmitió siempre su pasión por la historia y al que asocio varios de los mejores momentos vividos en el campus. Guardo con cariño en un lugar destacado de mi biblioteca Dos visiones de España, un libro que incluye los discursos de Manuel Azaña y José Ortega y Gasset en el Parlamento durante la sesión que debatía el Estatuto de Cataluña de 1932. Un texto al que hoy, con el debate secesionista en pleno auge, mantiene vivo el interés. Igual que la obra del historiador Santo Juliá que recopila los Discursos políticos de Manuel Azaña, que leí años después de mi paso por la universidad, sin duda movido por el virus de la curiosidad inoculado en las aulas. 

Entre las muchas lecciones aprendidas del profesor Rodríguez López Brea es que la Historia no es sólo, ni siquiera principalmente, los nombres de los grandes líderes o las batallas que cambiaron el rumbo de las guerras. Lo más importante de la Historia, suena tópico pero se dice poco, es la vida de los ciudadanos que sufrieron o celebraron aquellos sucesos que hoy estudiamos. "Pensad en todos los hospitales o escuelas que dejaron de construirse por la guerra armamentística", nos contó en la última clase de un fascinante curso sobre la Guerra Fría. La vida de las gentes de esos tiempos remotos que estudiamos. Por eso, en la asignatura de Historia de España nos recomendó leer Usos amorosos de la posguerra española, de Carmen Martín Gaite. Porque la Historia es tanto este o aquel combate bélico como el modo de vida de los ciudadanos en aquellos tiempos remotos a los que hoy nos acercamos. Nunca está de más recordar que hace apenas unas décadas en España se educaba a la mujer para ser madre y esposa entregada a su familia, servil y callada. Es una obra esta que se apoya en una intensa labor de documentación que nos permite conocer cómo eran aquellos noviazgos tímidos, aquel recato impuesto por la moral y la religión, de los años cuarenta. 

De vuelta a la Guerra Fría, una lectura impactante Stasiland: historia del otro lado del muro, donde la alemana Anna Funder relata los métodos de la Stasi, la temible policía política de la República Democrátrica alemana, donde cualquier vecino podía ser un espía y donde nada valía la intimidad ante un estado déspota y controlador. Realidad, por cierto, expuesta con maestría en la excelente La vida de los otros, película que también descubrí gracias a este curso y que es de obligada visión para prevenir totalitarismos en nombre de supuestos nobles ideales. 

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