Razones para el 1 de mayo

Hoy se celebra en muchos países del mundo el Día Internacional del Trabajo. Esta fecha, como se recuerda cada 1 de mayo, y no está mal hacerlo, se estableció en homenaje a los conocidos como mártires de Chicago, unos obreros que se manifestaban para reclamar la jornada laboral de ocho horas en aquella localidad estadounidense y que fueron ejecutados por ello en 1886. Tres años después, la Segunda Internacional fijó la fecha del 1 de mayo como el día de reivindicación de los derechos laborales, la jornada más importante del año para el movimiento obrero. Mucho ha cambiado todo desde entonces. El propio movimiento obrero, sus reclamaciones, las condiciones laborales, el mundo alrededor, mucho más globalizado... Tantas cosas han cambiado como otras merecen una razonable crítica dentro de los sindicatos. Pero hay razones, muchas, para mantener el espíritu reivindicativo del Primero de Mayo.

Por centrarnos en España, este Día del Trabajo debe servir, de entrada, para recordar la asfixiante tasa de paro de nuestro país. Ayer el gobierno celebró como un gran éxito que tal vez el próximo año el porcentaje de desempleados caiga del 20%. Quizá. Siguen siendo niveles escandalosos, que cierran el futuro de jóvenes preparados, de personas veteranas con experiencia para quienes el horizonte laboral se ha nublado, puede que para siempre. Las alharacas y las trompetas con las que se jalean los buenos datos macroeconómicos generan ruidos estridentes e insoportables en los oídos de las personas que lo siguen pasando mal. Y son muchas. Millones. No vale decir con la boca pequeña que hasta que no se resuelva el problema del paro no se podrá hablar de la salida de la crisis para, acto seguido, sacar pecho de que España es el país que más crece de la UE. Hombre, quizá porque tocamos fondo de forma tan estruendosa que ya sólo podíamos rebotar desde las profundidades. 

Nadie puede negar que la situación económica, la de las grandes cifras, ha mejorado en España. Tan incuestionable es eso (en el primer trimestre del año el PIB creció un 0,9%) como que el desempleo sigue en niveles descomunales que deberían impedir cualquier clase de triunfalismo, por muy cerca que estén las elecciones. Ahora el gobierno del PP se ha puesto como reto acabar la legislatura con menos parados que los que dejó el del PSOE. Es decir, a unos pocos meses de que acabe una legislatura de recortes y sufrimientos constantes impuestos a la población seguimos con más desempleo del que existía en España cuando llegó al gobierno Rajoy con sus promesas, todas ellas incumplidas. 

El lema de la manifestación central de los principales sindicatos (luego hablamos de ellos y de la lógica pérdida de confianza de tantos ciudadanos con UGT y CCOO) es "Así no salimos de la crisis". Me parece un eslogan particularmente acertado porque, en efecto, una salida desigual de la crisis equivale a que millones de personas sigan en ella. La realidad diaria así lo refleja. El primer grave problema de España es el paro. El segundo, la insufrible y creciente precariedad laboral. Precisamente por aquella tasa de paro, se sobreentiende que los trabajadores aceptarán cualquier condición, por esclavista que resulte. Y si no lo hacen, ya saben, es que se han acostumbrado a vivir por encima de sus posibilidades y son unos irresponsables por rechazar un trabajo indigno mientras hay tantas personas en el paro. 

No me gustan las teorías de la conspiración, porque suelen ser explicaciones sencillas a problemas complejos. Una de las más empleadas estos últimos años es que esta crisis no es tal, sino que se trata de una estafa. Sería un plan premeditado para tener a trabajadores sumisos, amordazados y con miedo. Insisto, no me gustan las teorías de la conspiración y por tanto tampoco voy a comprar esta. Pero es innegable que, en efecto, esta crisis le ha venido muy bien a alguna gente como los empresarios sin escrúpulos que han visto en ella (en ella y en la reforma laboral que lapidó tantos derechos laborales) una carta blanca para rebajar al mínimo las condiciones de los trabajadores. Creo que no deberíamos aceptar esta trampa. Con la excusa de la crisis hemos perdido derechos laborales que tardaron años en conseguirse y, lamentablemente, se destruyeron en muy poco tiempo. No es mal día hoy para recordarlo. 

No es politiqueo barato ni discursos partidistas contra nadie. Es la realidad. Es muy sencillo. ¿Cuántas personas en su entorno han mejorado su situación laboral en los últimos años? Y, por el contrario, ¿cuántas hablan y no paran de las desvergonzadas condiciones laborales que padecen? No estaría mal que los gobernantes viajaran de vez en cuando en metro. Con un par de trayectos les serviría para ver de qué habla la gente, lo quemada que está en sus precarios empleos. Falsos autónomos, trampas que bordean la legalidad para no pagar a un trabajador por el empleo que realiza, becarios hasta el infinito y más allá, contratos a tiempo parcial que cubren muchas más horas de las firmadas, empleos temporales con condiciones irrisorias... Esto está sucediendo a diario en España y sólo por ello es imprescindible un día reivindicativo como hoy. Insisto, no es cuestión política ni ideológica. Es una simple cuestión del día a día. Es tan sencillo como mirar a nuestro alrededor y ver en qué condiciones están las personas que trabajan en sus empleos y cuantos despropósitos y excesos se están cometiendo con la espada de Damocles de la crisis y el elevado paro. 

Acabo hablando de los sindicatos. Con mucha razón, hay ciudadanos que han puesto a UGT y a Comisiones Obreras en el mismo saco que los partidos políticos tradicionales. No les falta razón. Los escándalos de los ERE irregulares en Andalucía, donde presuntamente los sindicatos formaban parte de la misma trama corrupta que estaba en la Junta, o su presencia inaceptable e indecente en los consejos de administración  de las cajas, con sus tarjetas black de Bankia incluidas, son un mazazo para la credibilidad de los sindicatos. También, por supuesto, su nula renovación. Ahí siguen, años y años después, Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo. El mundo a su alrededor está cambiando, incluido el mundo laboral, y ellos siguen con las mismas caras y, lo que es peor, en muchos casos con el mismo discurso. Mantienen esquemas válidos para la España de hace una década, pero no para la de hoy. Estos sindicatos se tienen que renovar con urgencia e incluso puede que no nos valgan ya. De acuerdo. Pero serán necesarios entonces otros. Lo que salta a la vista ante esta realidad nuestra de cada día de precariedad, excesos y miseria que bordea la explotación es que sin sindicatos, sin representantes de los trabajadores, estamos aún más vendidos de lo que ya estamos. 

Otra reflexión que considero pertinente en un día como hoy, Día Internacional del Trabajo, es sobre el mundo globalizado en el que vivimos. La triste certeza de que siempre habrá un país en el que los trabajadores acepten, o se les impongan, unas condiciones laborales más paupérrimas. Eso que se dice, con palabras bonitas que disfrazan una realidad gris, de la competitividad va de eso. Va de que siempre estarán los países asiáticos con mano de obra barata donde no existan sindicatos ni derechos laborales ¿Dónde se establecerán las grandes empresas, allá donde los trabajadores tengan sueldos de risa o donde hayan hecho valer sus derechos? En este mundo global, pues, parece abocarse a los países a convertirse en países de mano de obra barata. Y un poco de eso, o un mucho, iba la reforma laboral. De ahí que pongan como ejemplo toda la competitividad ganada por España tras abaratar el despido y rebajar notablemente los salarios. Es un problema muy serio y de difícil solución en este mundo global mientras no exista una regulación sobre los más elementales derechos laborales. Luego pasan lo que ocurrió hace un año en una fábrica textil en Bangladesh donde empresas como las españolas Inditex o El Corte Inglés emplean a trabajadores en condiciones infrahumanas sin la menor seguridad poniendo en riesgo su vida, que a veces la pierden, para que en el primer mundo podamos comprar sus nuevas prendas a un precio irresistible recién llegadas de la semiesclavitud. Cosas de la globalización. 

Comentarios