Zapatero, en Cuba

La visita de Zapatero al presidente cubano (dictador por delegación de su hermano Fidel) Raúl Castro ha levantado una gran polvareda. Y no es para menos. El expresidente del gobierno no comunicó al ejecutivo esta visita, razón por la cual, probablemente sobreactuando bastante, el ministro de Exteriores calificó ayer la actuación de Zapatero de "extraordinaria deslealtad". Lo cierto es que el expresidente del gobierno, caracterizado por su exquisita discreción, lleva dos meteduras de pata, esta última de mayor envergadura, en muy poco tiempo. Primero se reunió con Pablo Iglesias, el líder de Podemos, sin comunicárselo al secretario general del PSOE, al que parece haberle puesto la cruz por sus críticas a la reforma exprés de la Constitución que aprobó Zapatero a pachas con el PP y al dictado de Merkel en un fin de semana, y ahora visita a un dictador sin informar al gobierno. 

Creo que Zapatero sigue siendo el mejor expresidente, vaya esto por delante. Cierto es que no lo tiene nada difícil para lograrlo. Tiene enfrente a Felipe González, que inspira una mezcla de ternura y patetismo pontificando sobre política internacional, de empleo (¡de empleo, él!) y todo lo que se le ponga por delante, generalmente con recetas del pasado y sin esa visión de gran estadista que algunos, empezando por él mismo, se empeñan en otorgarle. El tren de la realidad social en España ha seguido circulando y él se ha quedado parado. Así que lo tiene difícil para guiarlo, por mucho que le pueda su afán de protagonismo. Todo eso, por supuesto, mientras acepta cargos en consejos de administración de empresas privadas. 

Qué decir de José María Aznar. Dedicado ya a tiempo completo a alabarse a sí mismo y a elogiar su grandeza, cada vez que interviene en público lo hace para tratarse demasiado en serio, mostrar cuánto se quiere y perdonar la vida a su auditorio. Es otro que lleva muy mal eso de haber dejado de ocupar puestos de alta responsabilidad. Por eso abronca a su partido cuando se digna a participar en sus actos. No porque discrepe con esta o aquella medida de su sucesor, el que él puso a dedo al frente del PP, no. O no especialmente por eso. Es sobre todo porque, al igual que González, en el fondo piensa que todos los que han llegado detrás de él son unos aprendices que no le llegan ni a la altura del betún y que España necesita de su sapiencia. España y, de nuevo, las empresas privadas que cuantiosas sumas de dinero les pagan por figurar en sus consejos. 

Así que, con esta tropa, Zapatero no lo tenía difícil para ser el mejor expresidente y, sinceramente, pienso que lo sigue siendo. Pero cometió un error al no informar al gobierno de su viaje a Cuba, con visita al dictador Castro incluida. La misma razón por la que Zapatero sigue llevando escolta es la que le obligaba a informar al ejecutivo: nunca dejará de ser un expresidente del gobierno. Es absurdo pretender presentar su visita al presidente cubano como un viaje privado, porque los viajes privados de los expresidentes que visitan a otros dirigentes mundiales, qué decir si son del talante autoritario de Raúl Castro, no existen. 

Estados Unidos tiene muchos defectos, muchísimos, pero una de sus virtudes es la seriedad con la que se toman la figura del expresidente. Quienes han sido Jefes del Estado siguen contando para los sucesivos gobiernos, se les encargan misiones internacionales o de otro tipo, mantienen la trascendencia que les da el cargo que ocuparon. Es una figura importante que el sistema contribuye a mantener y que los propios interesados, generalmente, honran con una actitud discreta. O sea, justo lo contrario a lo que estamos acostumbrados a ver en España. Es obvio que Zapatero no estaba conspirando ni nada por el estilo. No fue más que la visita a un dirigente mundial (execrable por sus violaciones de los Derechos Humanos, eso sí) de alguien que añora su estatus pasado. Pero también lo es que debería haber informado con antelación al gobierno de su país, porque gobierne quien gobierne en España, él siempre irá por el mundo como un expresidente. La foto del diario Granma, el panfleto propagandístico de la dictadura castrista, lo deja claro. Detrás de Zapatero colocaron una bandera española. No es el ciudadano José Luis Rodríguez Zapatero, es y siempre será el expresidente del gobierno de España. Debería actuar en consecuencia. Él y todos los expresidentes, mucho menos discretos que él. 

Hay un último punto interesante en esta reunión y es el hecho de que Raúl Castro sea el presidente de un Estado dictatorial de los de partido único, falta de democracia y presos políticos en las cárceles. Ojalá los escrúpulos mostrados por el ministro de Exteriores español ayer operaran siempre en todas las relaciones internacionales. Lamentablemente, es frecuente rendir pleitesía a dictadores de la peor calaña por intereses comerciales. El propio Margallo intentó hace unos meses visitar a Castro, sólo que el dictador no le recibió. Y no paramos de hacer tratos con la repugnante dictadura china o con la muy deficiente democracia venezolana. En este punto surge siempre la objeción moral que provoca ver a líderes de países democráticos sentados en la misma mesa que dictadores que pisotean a su pueblo. Los tiempos, hay que recordar, están cambiando en Cuba, con Estados Unidos deshaciendo el embargo a la isla, pero aún así aquel país sigue siendo una dictadura. En ese sentido, por muy común que sea (y tristemente lo es) ver este tipo de imágenes, no agrada la estampa de un líder de un país democrático riéndole las gracias a alguien que mantiene en la cárcel a personas cuyo único delito es pensar diferente. 

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