Pedro Sánchez se inventa el pacto con discrepancia

Decíamos el otro día que la política española alcanza cada día mayores cotas de surrealismo. Poco ha tardado la realidad en confirmarlo. Ayer Mariano Rajoy y Pedro Sánchez firmaron un pacto de estado contra el terrorismo yihadista. En concreto, un "acuerdo para afianzar la unidad en defensa de las libertades y en la lucha contra el terrorismo", que es como se llama este documento de cinco páginas con muchas generalidades y pocas propuestas concretas que nació en caliente tras el brutal atentado contra la revista Charlie Hebdo. Pedro Sánchez, líder del PSOE, se inventó ayer un nuevo sistema de pacto, el acuerdo con discrepancia. Es decir, firmar un acuerdo en el que se establece que se aplicará la mayor pena del Código Penal (que ahora es ya, tras la reforma unilateral del gobierno, la prisión permanente revisable) se aplicará a los delitos de terrorismo con resultado de muerte, aunque esté en contra de esa condena. Y dice que se compromete a derogar ese punto cuando llegue al gobierno, tan cándido él. Es decir, firma algo en lo que no está de acuerdo y nada más hacerlo explica que lo derogará cuando pueda. Parafraseando a Sabina, pero al revés, Sánchez vino a decir que esta letra sí la protestará. 

Será muy difícil que alguien pueda convencernos de que la política española no se ha convertido poco a poco en un relato de ficción, en una fantasía en la que cada político es cautivo de su personaje. No es que la forma más sana mentalmente de afrontar la política de nuestro país sea la ironía, el sentido del humor. No. Es que, sencillamente, no hay por donde cogerla si pretendemos tomárnosla en serio. Esto tiene que ser falso, al menos no verdadero del todo. Como en un relato fantástico de Borges en el que todo parece real. Personas normales, las casas, las calles, los objetos cotidianos, hasta que en un momento mágico la realidad cobra otro sentido y hay algún elemento fantástico que entra en juego. Pues algo así está ocurriendo, no me digan que no, en España. Esto no puede ser real. 

Pedro Sánchez, que votó a favor de la reforma constitucional del artículo 135 para incluir en la Carta Magna la primacía del pago de la deuda sobre cualquier otro gasto público, ahora dice que está en contra de ese punto y que lo derogará cuando llegue al gobierno. Si esta rectificación es entrañable, como en general lo es siempre el PSOE en la oposición, prometiendo que hará mil cosas que jamás hizo cuando gobernó (ahí la revisión de los acuerdos con la Santa Sede son su tema estrella), qué decir del acuerdo firmado ayer por el líder de los socialistas. La prisión permanente revisable, aseguraba el PSOE, era una línea roja del acuerdo. Pues bien, se han inventado una peculiar forma de no saltarse líneas rojas: aceptar en un pacto eso que tanto criticaban, pero dejando claro que cuando ellos gobiernen lo cambiarán. Es enternecedor que, con estas actitudes, el PSOE aún pretenda que los ciudadanos le comprendan. 

Volviendo al ejemplo del relato fantástico de Borges, pues no puede ser otra cosa la situación política actual en España, hay un cuento del genial escritor argentino en el que un personaje se encuentra con él mismo, pero de hace unos años. Se encuentra con el yo del pasado en un delicioso confluir de tiempos. El PP y el PSOE tienen una relación con el paso del tiempo aún más fantástica, ya que ellos se encuentran consigo mismo, con lo que eran hace unos años, y creen que ahora todo sigue igual. Piensan que pueden continuar pactando ellos dos los grandes acuerdos y después ofrecerle a los grupos minoritarios las migajas, concederles la oportunidad de ratificar lo que antes ellos dos solos han acordado. Creen que nada ha cambiado en ellos y que nada ha cambiado en España. Es un mal muy extendido en la política española, en los partidos tradicionales, sobre todo. Ahí está Cayo Lara, por ejemplo, que dijo ayer que lo que Franco no consiguió no lo conseguirán las encuestas, sobre la descomposición de IU. Muy bonito. Sólo que lo que las encuestas reflejan es el sentir de los ciudadanos. 

¿De verdad no se dan cuenta de hasta qué punto refuerza su acuerdo de ayer la idea del bipartidismo que todo lo maneja, que todo lo acuerdo sin contar con el resto? ¿De verdad creen que sigue calando en la población española el discurso del sentido de Estado, de la necesidad de que con dos grandes partidos basta para aprobar cambios legales de calado? A juzgar por sus palabras, si. Siguen en esa ficción. Puede ser entretenido ver cómo se golpean con la realidad. La vicepresidenta del gobierno, por ejemplo, dijo la semana pasada preguntada sobre este mismo pacto que era importante que los dos partidos que están llamados a sucederse en el gobierno se pongan de acuerdo. Debe de ser que Santamaría no lee las encuestas que publica la prensa. Si no hablan de Podemos, como niños en un cuento que sufren pesadillas con monstruos, no existe, no se hará real, no podrá disputarles la mayoría. España ha cambiado, ellos no. Y no pueden inspirar más que ternura. Como ternura inspira la seriedad extrema de Pedro Sánchez, él que no para de sonreír en sus actos públicos, firmando ayer el acuerdo con Rajoy en La Moncloa, jugando a ser un hombre de Estado. 

Y, en efecto, lo de ayer fue poco más que un juego a hacer como que nada había cambiado, como que España es un oasis de seguridad y libertad en el que los dos grandes partidos se bastan y se sobran para velar por el bienestar de los ciudadanos. El pacto incluye pocas concreciones. Casi ninguna. Parte de un error de base, legislar en caliente tras los atentados contra Charlie Hebdo en París que, además, se mencionan en el propio acuerdo. Un disparate modificar las leyes al calor de un atentado concreto que tanta conmoción ciudadana ha causado. En el documento se habla de lo importante es que luchar contra el terrorismo y de los tres anteriores pactos de Estado contra esta lacra. 

Los acuerdos concretos del pacto son sólo cinco. Uno de ellos incluirá en el delito de terrorismo a quien cometa actos criminales con el objetivo de provocar "un estado de terror en la población" esté dentro o no de una organización terrorista. También será delito viajar al extranjero a países en conflicto a apoyar a grupos terroristas, así como hacer propaganda de ellos en Internet. El segundo punto es el ya mencionado pacto de aplicar la pena máxima del Código Penal, es decir, la prisión permanente revisable. A partir de ahí, palabrería. Punto 3, "actualizar y reformar el marco jurídico que permita a jueces, fiscales y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ser más eficaces en la investigación criminal de los delitos de terrorismo". Punto 4, "Mantener vigente el recuerdo a las víctimas del terrorismo, honrar con la dignidad debida a su memoria y promover el testimonio de gratitud del que seremos siempre deudores".

 Es muy loable lo que se incluye en estos dos puntos pero, ¿hemos de entender que hasta ahora no se hacía todo lo posible por ser eficaces en la lucha contra el terrorismo o que no se mantenía el recuerdo de las víctimas? ¿Debemos entender que ha tenido que producirse un execrable crimen terrorista en París para que el gobierno se decida a mejorar la investigación del terrorismo? ¿En qué se concretará exactamente esa actualización del marco jurídico? Es decir, un pacto serio, por ejemplo, diría que se han contratado a x policías más, por ejemplo. O que se va a pedir esta o aquella reforma. Pero incluir generalidades da a entender que este pacto se ha hecho al calor del atentando de París y que es sólo un textito de urgencia para hacer ver que han tomado nota y que actúan con severidad contra el terrorismo. 

El punto 5 también va en esa línea de incluir generalidades que nada dicen. "Garantizar los recursos humanos y materiales necesarios para luchar más efizcamente contra el terrorismo en la Administración de Justicia, las Fuerzas de Cuerpos y Seguridad del Estado y los servicios de inteligencia". Está bien saber eso, podría concretar. Y da pena que haya tenido que ocurrir este atentando en París para que se den cuenta de que deben garantizar los recursos humanos y materiales necesarios para luchar contra el terrorismo. En el punto 6 se propone poner en marcha políticas activas contra cualquier forma de radicalismo violenta y luego, en los 7 y 8, la idea de promover en Europa y en España leyes en línea con los incluido en este pacto. Insisto, es loable lo que se incluye en el pacto. Pero tiene algunos fallos de origen. El que lo hayan acordado los dos grandes partidos sin contar con nadie. El hecho de que se haya aprobado deprisa y corriendo al calor de los atentados de París, con la imagen de improvisación que se da ante un tema tan sensible como el del terrorismo, y la surrealista posición del PSOE sobre el sí, pero no, en relación a la prisión permanente revisable. Muy surrealista todo. 

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