Alergia a la diversidad

Les pongo en antecedentes. El pasado sábado 29 de noviembre, hace dos semanas, una pareja de jóvenes de 18 y 19 años es expulsada del Burger King de la Plaza de los Cubos de Madrid. ¿La causa de la expulsión? Que se estaban besando y esa pareja era de dos chicos. Al parecer, sendos matrimonios estaba con sus hijos en el local de comida rápida y, escandalizados, aterrados, al borde del desmayo ante lo que veían sus ojos (¡una pareja gay besándose!) pidieron al responsable de seguridad que echara a los jóvenes. Según la versión de Burger King, el guardia de seguridad actuó independientemente y ya se han tomado medidas (se desconocen cuáles) contra la despreciable discriminación a esta pareja. Afortunadamente, no todo en esta historia da nauseas. Una pareja sentada cerca de los jóvenes les pidió que no se fueran, que tenían derecho a estar allí y nada malo estaban haciendo. Otra razón para la esperanza es que parejas homosexuales se movilizaron a través de las redes sociales para organizar una semana después del lamentable suceso una "besada" en el local (a la que corresponde la imagen de arriba) que fue aplaudida por los empleados.

La historia, pues, reúne razones para la preocupación, porque nos recuerda que la homofobia y el odio al diferente siguen presentes en nuestra sociedad, pero también motivos para sentir que avanzamos. Existen personas y organizaciones como Arcópoli (la asociación LGTB de la Complutense muy activa en este y otros casos de discriminación contra los gays) decididas a hacer visibles estas discriminaciones, a censurarlas. Porque saben que el silencio es una concesión que una sociedad igualitaria y comprometida no puede permitirse. Porque en la lucha contra la homofobia, igual que en el combate frente al machismo y la xenofobia, si no se avanza, se retrocede. Es como nadar contra corriente, como pretender que una bicicleta siga avanzando si no damos pedales. Por cada acto discriminatorio al que no plantemos cara, retrocederemos. A cada comentario al que decidamos, por pereza o cobardía moral, hacer oídos sordos, podemos estar seguros de que estamos contribuyendo con nuestro silencio a que la intolerancia se perpetúe, campe a sus anchas. Son menos, son muchos menos quienes sostienen que un gay no tiene los mismos derechos que un heterosexual. Pero es necesario, imprescindible más bien, que esto se haga saber. Es el silencio de los justos el que da oxígeno a los intransigentes. No vale con censurar en silencio actitudes como las de quienes consideran aberrante que dos chicos que se aman se besen en público. Hay que dejarles claro a los que odian al diferente lo solos y equivocados que están.

Es clave visibilizar estos casos de discriminación y, por supuesto, no aceptar la clandestinidad a la que quienes sufren una lamentable alergia a la diversidad pretenden arrinconar a los que son diferentes a ellos. Porque en este lamentable episodio en el local de comida rápida también se esconde otro de esos argumentos detestables de las personas homófobas. Aquel que dice que los gays pueden hacer lo que quieran, pero en privado. Es decir, que se besen si quieren, pero que lo hagan en su casa porque en un espacio público serían un mal ejemplo para los niños que puedan verlos. Es gente que sólo aparca su odio al diferente si mantiene en privado sis preferencias, que sólo está dispuesta a tragarse su intolerancia si lo que ellos consideran antinatural y aberrante no sucede ante sus ojos. 

En este caso, por supuesto, las grandes víctimas del grave episodio de discriminación son los jóvenes que tuvieron que salir del local, que se vieron maltratados y expulsados de un restaurante como si fueran chusma, ciudadanos de segunda. Jóvenes que no hacían nada malo, si acaso comer esas hamburguesas grasientas y darse a la comida basura. Pero nada malo en lo que respecta a los besos que se daban. Jóvenes a los que la actitud de los matrimonios que reclamaron su expulsión del Burger King le hicieron sentirse odiados y discriminados por amar de un modo diferente al que los rígidos y rancios prejuicios de gente retrógrada establecen como normal

Pero, además de la pareja gay, las grandes víctimas de este episodio son esos niños cuyos padres pidieron la expulsión de los jóvenes del restaurante. Es muy triste que esos pobres chavales tengan por referentes morales y educativos a unas personas que quieren protegerlos de.la diversidad en lugar de educarlos en ella. Porque la educación es el antídoto para acabar con lacras como la homofobia y la educación comienza en casa. Esos pobres niños tienen a unos padres que odian a los homosexuales y que, en lugar de enseñar a sus hijos que se debe respetar la diferencia y la diversidad afectiva e las personas, prefiere protegerlos de una escena tan simple como un beso entre dos chicos. 

Me dan pena esos pobres hijos. Porque cuando se es niño lo que dicen los padres es ley, claro. Y a estos chavales les están educando en casa que una relación entre dos personas del mismo sexo es aberrante. Que se está legitimado a pedir la expulsión de una pareja gay de un restaurante porque se den un beso. Que si alguna vez aman a otro hombre contarán con el desprecio de sus padres y no con su apoyo. Están aprendiendo, en fin, que el amor sólo es bueno si de da entre un hombre y una mujer, suponemos que con fines reproductivos para perpetuar la especie, claro. Es curioso. En un mundo violento, donde a diario en televisión o en la calle se ven muertes, peleas, insultos... resulta que aquello que ofende a estos padres que vean sus hijos, aquello que les resulta insoportable, es un gesto de amor tan inocente y natural como un beso

La educación empieza en la casa, sí, y también continúa en la escuela. No sé si se está haciendo lo suficiente para educar en igualdad. Luego eliminamos Educación para la ciudadanía porque, al parecer, no consideramos importante enseñar a los niños que deben respetar al diferente, que nadie es menos que nadie por amar libremente, que todas las personas tienen lis mismos derehos. La asignatura era un adoctrinamiento, cuentan. Adoctrinar es eso, al parecer, y no forzar la expulsión se una pareja gay porque se están besando delante de tus hijos. Debe de ser que dar esa imagen de intolerancia y odio delante de.los chavales es una lección de tolerancia para sus hijos. Una educación inclusiva en la escuela podría ser la tabla de salvación para esos pobres niños que vieron el sábado a sus padres reclamar la expulsión de dos jóvenes que se divertían y se besaban enun Burger King. Triste que haya a quien esa escena le revuelva las tripas y decida proteger a su hijo de ella, transmitirle su alergia a la diversidad. 

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