Falta de voluntad política contra el cambio climático

"No hay un plan B porque no hay otro planeta". Con esta contundente afirmación de Rajendra Pachauri, presidente del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), organismo dependiente de la ONU, puede resumirse la presentación el pasado domingo en Copenhague de un informe sobre el cambio climático y la necesidad de combatirlo. La ONU llega a poner fecha límite a partir de la cual el efecto sobre el planeta de este fenómeno alimentado y provocado por la acción del ser humano sería irreversible: 2100. Vivimos deprisa, presos de la inmediatez y guiados más de lo debido por el egoísmo y el individualismo. Nos preocupa el ahora y solemos pensar poco en el mañana, qué decir si en ese mañana (2100, dentro de 86 años, nada menos) no estaremos ya. Pero la lucha contra el cambio climático, que como bien defendió el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon es una cuestión de voluntad política (y también ciudadana, añadiría) debe partir de la conciencia de que no debemos dejar un mundo peor del que nos encontramos, de que tenemos que procurar dejar un planeta habitable a quienes vendrán detrás de nosotros porque, en efecto, no tenemos un planeta de repuesto para cuando hayamos destrozado con nuestra nociva y contaminante actividad a la Tierra. 

Se trata del quinto informe que elabora el IPCC y está cargado de datos y argumentos científicos para demostrar la gravedad del problema al que nos enfrentamos. "La ciencia ha hablado, no hay ambigüedad, los líderes deben actuar, el tiempo no está de nuestro lado", dijo Ban Ki-moon en la presentación del informe. Los expertos del IPCC concluyen que la existencia del cambio climático es más clara y severa que nunca, como también lo es la influencia de la actividad humana para agravar la situación. Se debe buscar una solución consensuada entre las naciones, un compromiso que sustituya al Protocolo de Kioto a partir de 2020.

Este informe sirve, de esta forma, como documento de trabajo para la Cumbre del Clima que se celebrará en 2015 en París y donde están puestas las esperanzas de un gran pacto global. Algo, sin duda, complicado de conseguir pues los países más contaminantes, con Estados Unidos y China a la cabeza, muestran reticencias a ir muy lejos en su compromiso contra el cambio climático cuando eso influye en su actividad industrial y obliga a una revisión profunda de su modelo de crecimiento. De hecho, hace cinco años, la cumbre de Copenhague se saldó con un sonoro fracaso apenas atenuado por un acuerdo de mínimos. Entonces, dijo Boon, los líderes mundiales no estaban "listos" y ahora confía en que sí lo estén. Ojalá. 

El infirme incluye, como digo, muchos datos que no dejan lugar a dudas sobre la incidencia del cambio climático. Cifras que invitar a actuar porque dibujan realidades preocupantes. De esas que quizá no se ven, cuyos efectos en apariencia, sólo en apariencia, no apreciamos, pero que hacen cada día un poco menos habitable nuestro mundo. Por ejemplo, las concentraciones del dióxido de carbono están "a niveles sin precedentes en al menos 800.000 años". Esto se une al calentamiento de los océanos, a la reducción del hielo en los polos o a un progresivo pero palpable ya aumento de los fenómenos meteorológicos extremos. 

Hay una cifra muy clara que demuestra de lo que estamos hablando: el aumento de temperaturas por décadas en los últimos años. Entre 1880 y 2010 la temperatura ha aumentado en 0,86 grados. En las tres últimas décadas, cada una ha sido más cálida que la anterior, al tiempo que el nivel del mar ha crecido 19 centímetros entre 1901 y 2010 y podría hacerlo entre 26 y 82 en 2100. El objetivo de la ONU es reducir a finales de este siglo la temperatura en superficie dos grados respecto a los niveles preindustriales. Para ello, según el informe del IPCC, se necesitan recortes de las emisiones de gases contaminantes de entre el 40% y el 70% entre 2010 y 2050 para reducirlas a un nivel próximo a cero en 2100. 

El secretario general de Naciones Unidas alertó de la gravedad del problema que supone el cambio climático, pero también lanzó un mensaje de esperanza, porque recordó que aún está en nuestras manos revertir la situación. Ban Ki-moon defendió que es un mito creer que las acciones sobre el cambio climático son costosas porque, además, la inacción sería peor. También resaltó que si el mundo actúa hay herramientas a nuestro alcance para mejorar este problema. Pero es necesaria una voluntad política que en la actualidad no existe, al menos no en todos los países, no en todos los gobiernos. ¿Y existe esa concienciación ciudadana? Porque, como destaca Daniel Goleman en el formidable e ilustrativo libro La inteligencia ecológica, si los ciudadanos estamos informados del efecto sobre el medio ambiente de nuestras acciones de consumo o de cualquier otra decisión que tomemos, tendremos el poder de elegir actuar en base a lo que sea menos dañino para el planeta y entonces empresas y gobiernos sentirán la presión ciudadana para actuar. Puede ser este un movimiento de abajo a arriba, pero no hay tiempo que perder. 

Comentarios