45 años después de Stonewall

Hoy se celebra en todo el mundo el día del orgullo gay. Bueno, en todo el mundo no, pues todavía hay países del planeta, y esa es una de las razones por las que estos días siguen siendo necesarios, donde ser homosexual es un delito y está perseguido, incluso con penas de muerte. Hoy se cumplen 45 años del suceso que instauró el 28 de junio como una jornada para reivindicar los derechos de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (el colectivo LGTB, por sus siglas). Hace 45 años, la policía estadounidense llevó a cabo una violenta redada en una discoteca neoyorquina llamada Stonewall Inn en la que se reunían personas homosexuales. Era otra época y la homofobia imperaba en la sociedad y en las autoridades estadounidenses. Aquel 28 de junio de 1969 es considerado como el comienzo de la lucha organizada en defensa de los derechos de los homosexuales, pues la redada policial tuvo una respuesta de condena contundente y organizada por parte de la comunidad gay. 

Eran tiempos de lucha por abrir a la sociedad. Años de cambios, de reivindicaciones, de la lucha contra el racismo y también de la defensa de los derechos de las mujeres. A esas reivindicaciones sociales se unió la comunidad gay. La violenta acción policial contra ese local en Nueva York provocó una unión de los activistas por los derechos de las personas homosexuales. Sólo seis meses después de aquello se crearon dos asociaciones nacionales para defender la igualdad. Un largo camino desde entonces, 45 años, en el que es mucho lo que se ha avanzado pero aún queda un buen trecho para alcanzar la igualdad total y para conseguir que la homofobia sea un reducto rancio del pasado. Ya el 28 de junio de 1970, un año después de la redada contra Stonewall, se celebró la primera marcha del orgullo gay. Desde entonces, este es un día para la reflexión y para evaluar el punto en el que se encuentra la legítima y justa causa de las personas homosexuales

Al igual que solemos recordar en el día internacional de la mujer que, lamentablemente, hay zonas del mundo donde las mujeres siguen sufriendo una atroz discriminación, en este día del orgullo gay es necesario también comenzar repasando la muy complicada situación que viven los homosexuales de países árabes, donde están perseguidos, o de otros países donde avanzan de forma alarmante las legislación contra los gays, como sucede en Rusia. Conviene recordarlo todos los días, hoy especialmente. En 78 países aún es delito ser homosexual. En 38 países de África es un crimen mantener relaciones homosexuales. Recientemente Uganda ha aprobado una ley que endurece la persecución contra los gays. Las penas pueden llegar a la cadena perpetua. Para vergüenza de la comunidad internacional y bofetón a los Derechos Humanos, el ministro de Exteriores de Uganda presidirá la Asamblea General de Naciones Unidas, como conocimos hace unas semanas. 

En Rusia también ha empeorado notablemente la situación de las personas homosexuales. Vladimir Putin, presidente del país, ha promovido leyes contra "la propaganda gay", dentro de lo cual recoge el hecho de que dos personas del mismo sexo vayan caminando de la mano por la calle o se den un beso. En los Juegos Olímpicos de inviernos de Sochi, celebrados para mayor gloria del líder ruso, hubo algunos países valientes que echaron en cara a Rusia su política contra los homosexuales o incluso algunos dirigentes internacionales evitaron su presencia en la ceremonia de inauguración del evento para mostrar así su rechazo a esta legislación que pisotea los derechos de las personas LGTB, es decir, que pisotea los Derechos Humanos. 

Queda mucho camino por recorrer, pues, para alcanzar la igualdad real y eliminar la discriminación que muchas personas siguen padeciendo sencillamente por amar a personas de su mismo sexo. Ese recorrido es maratoniano en algunos de los países mencionados. Sin duda, la situación más alarmante es la que viven los gays en esos Estados donde sigue siendo ilegal la homosexualidad. Pero también conviene recordar en un día como hoy que, a pesar de lo mucho que se ha avanzado en países como España, no podemos cantar victoria todavía. Uno de los logros innegables del anterior gobierno fue la aprobación de la ley de matrimonios homosexuales, que permitió a España ser pionera, al fin, en derechos sociales. Hace poco más de una década parecía impensable lo mucho que se ha avanzado en nuestro país en relación a la homosexualidad. Pero no podemos engañarnos. Sigue habiendo acoso escolar a los alumnos gays, se siguen produciendo ataques homófobos y sigue faltando la normal visibilidad de las personas homosexuales. 

Recientemente el embajador estadounidense en España, quien es homosexual y da con su labor diaria junto a su pareja un necesario ejemplo de normalización, escribía un artículo en el diario El Mundo donde glosaba precisamente los muchos avances realizados en pos de la igualdad, pero también ponía el acento en los deberes que quedaban por hacer. Mencionaba expresamente la situación de los gays en la escuela. Pienso que es algo sobre lo que aún tenemos que avanzar. No sé si en los colegios estamos siendo capaces de educar a los alumnos en igualdad. Lo dudo mucho, por lo que se oye a escolares por la calle. Parece que los chistes fáciles y los tópicos sobre mariquitas siguen reinando en las escuelas. Parece también que a los niños y a las niñas (casi) nadie les está enseñando a respetar a quienes tengan distintas orientaciones sexuales. Me acuerdo aquí, claro, de la bochornosa eliminación de la materia de Educación por la Ciudadanía que va a perpetrar el actual gobierno, con la peregrina idea de que enseñar a los menores que las personas homosexuales son iguales a resto es una cuestión polémica. 

La homofobia, como el machismo y todas estas lacras sociales tan difíciles de extirpar, son fundamentalmente un problema de educación. Por eso todas nuestras esperanzas en un mundo más justo y más igualitario deben estar puestas en los colegios y por eso resulta alarmante ver cómo muchos escolares siguen sin ver con normalidad lo que es perfectamente normal, si es que el término normal tiene algún sentido o nos hace algún bien, por cierto. No se puede generalizar, por supuesto. Estoy convencido de que hay muchos maestros comprometidos con la necesidad de educar a sus alumnos en igualdad. Seguro que así es. Pero nunca está de más recordar que mirar hacia otro lado ante el acoso que está sufriendo un joven en el colegio por ser gay o hacer oídos sordos ante comentarios homófobos es contribuir a alimentar que se perpetúe la impresentable discriminación que todavía sufren injustamente muchas personas homosexuales.

Sigue habiendo grupos, pequeños y totalmente minoritarios, que atacan violentamente a los gays. Hace poco, el ministerio del Interior, en una iniciativa muy loable y necesaria, publicó las estadísticas de delitos de odio. En ese informe constatamos que el año pasado hubo en España 1.172 delitos de odio, de los que 452 tuvieron que ver con la orientación sexual de la víctima, 281 fueron ataques racistas, 290 se cometieron contra personas con discapacidad, 42 respondieron a las creencias religiosas del agredido, 4 fueron contra mendigos y 3 se catalogaron como delitos antisemitas. No son cifras menores, sino muy elevadas y alarmantes. Cifras escandalosas. En el caso que nos ocupa en este artículo, 452 personas fueron atacadas el año pasado en España por su orientación sexual. Es algo que también debemos recordar en este día.

Otros muchos aspectos podrían abordarse a la hora de analizar el estado en el que se encuentra la justa causa de luchar por el pleno reconocimiento en igualdad de derechos de las personas homosexuales. Comentaré sólo dos asuntos de la actualidad y otro campo en el que creo que aún queda mucho por hacer. Hablo del mundo del deporte. Si comentábamos que en la escuela todavía se aprecian alarmantes focos de homofobia, no podemos dejar de lado el deporte, en especial el fútbol (simplemente porque es el deporte más seguido). Sigue siendo común escuchar en los campos el término "maricón" como insulto (igual que el término "negro", por ejemplo). Más allá de que las personas que interpretan la orientación sexual o el color de piel como algo por lo que atacar a otras son las que realmente tienen un problema y muy serio, lo cierto es que en el deporte la tolerancia con la homofobia, el racismo y cualquier otra forma de discriminación debería ser mucho menor. Tan común es escuchar insultar a un futbolista llamándole gay como poco frecuente es que deportistas de élite reconozcan abiertamente su homosexualidad. Por supuesto, no se trata de forzar a nadie a compartir asuntos de su vida privada, pero es sintomático que apenas haya deportistas de élite en España y en otros países que se muestren abiertamente como son. Sigue siendo noticia que un jugador de la NBA o un exfutbolista de la Bundesliga salgan del armario. Insisto, es algo de su ámbito privado, pero sin duda sirve de ayuda para tantos jóvenes que lo están pasando mal y están siendo discriminados que ídolos deportivos o de cualquier otro ámbito expresen con absoluta naturalidad su orientación sexual. 

Ya para terminar, y como gestos optimistas y alentadores, comento de pasada nos noticias recientes. Los reyes Felipe y Letizia recibieron esta semana en un acto en el Palacio del Pardo, donde se firmó durante el franquismo la ley de vagos y maleantes donde se incluían a los gays, a asociaciones sociales y organizaciones no gubernamentales de distintos ámbitos. Un gran gesto de los nuevos monarcas, que expresaron su gratitud a tantas personas que trabajan desinteresadamente por mejorar un poco el mundo en que vivimos y por ayudar a los más necesitados. Entre esas asociaciones, por primera vez en la historia de la monarquía, estaban agrupaciones del colectivo LGTB. Los reyes contribuyeron así a visibilizar y normalizar. Gran acierto de los monarcas. 

El otro comentario de la actualidad se refiere al papa Francisco, que se preguntó hace meses "¿quién soy yo para juzgar a los gays?". Una pregunta que hasta hace nada resultaba del todo inverosímil. Un papa diciendo que él no es nadie para juzgar a quien sea, de entrada, es una gran novedad en la Iglesia católica. Pero es que encima decía no ser nadie para juzgar a los gays, uno de los grupos de personas más juzgados y vilipendiados por la jerarquía católica durante años. El papa, en otro gesto de modernidad y apertura, preguntó a los cristianos de base a través de una encuesta qué opinión le merecían distintas cuestiones de la sociedad actual, entre ellas la homosexualidad. Y, oh sorpresa, resulta que la Iglesia de base está mucho más cerca de los postulados abiertos del nuevo papa que de los rancios mandamases de la Iglesia que han atacado de forma inmisericorde a las personas homosexuales. Resulta que los cristianos, según esta encuesta, siguen defendiendo que el matrimonio católico es la unión de un hombre y una mujer, pero se muestran partidarios de acoger a los hijos de parejas homosexuales, tema tabú donde las haya hasta hace nada, y también defienden que se debe acoger a los gays con "respeto, compasión y delicadeza", evitando cualquier "discriminación injusta". Se dirá que es poco, y posiblemente así es. Pero no es un paso menor en una institución como la Iglesia que, en cuestiones como esta, andaba un par de siglos por detrás de la sociedad. 

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