El informe de Brodie

Junto a Plomo en los bolsillos, mi segundo regalo por el Día del Libro fue El informe de Brodie, un espléndido libro breve de cuentos de Jorge Luis Borges. Conocer al autor argentino es una de las mejores cosas que me han pasado en los últimos meses. Ando devorando sus libros de relatos desde que leí Narraciones, en una edición de Salvat de 1985 que compré en la Feria del libro antiguo de Madrid, que por cierto ahora celebra una nueva edición. Siempre es una cita recomendable. Después, un buen amigo me prestó El libro de arena, su obra de cuentos que más me ha gustado hasta el momento con varios relatos sensacionales. Ahora, como digo, vuelvo a acercarme al genial autor argentino con El informe de Brodie, un libro de once cuentos en el que la imaginación desbordante Borges y su descomunal capacidad para la narración vuelven a cautivarme.
 
Apela el autor argentino al lector, en este caso en un prólogo a la obra en la que habla sobre sus relatos. "Mis cuentos quieren distraer o conmover y no persuadir", cuenta, y en la que dice que siempre quiso separar sus ideas políticas de su obra literaria. También afirma Borges en este prólogo que "durante muchos años creí que me sería dado alcanzar una buena página mediante variaciones y novedades; ahora, cumplidos los setenta, creo haber encontrado mi voz". En relación a los otros libros del autor que he leído, en los cuentos de esta obra hay menos concesiones a lo fantástico e irreal. Por lo demás, Borges conserva su estilo impecable y en las páginas de este libro vuelve a invitar al lector a vivir mundos fabulados por el portentoso autor argentino.
 
Dos de los cuentos que más me han gustado de este libro se suceden en sus páginas y sus títulos aluden a una continuación de la temática abordada. Son El duelo y El otro duelo. En el primero de ellos, Borges nos narra la rivalidad que nace entre dos pintoras, Clara y Marta, y cómo esta confrontación artística y personal termina siendo el motor de sus vidas. "La vida exige una pasión. Ambas mujeres la encontraron en la pintura o, mejor dicho, en la relación que aquella les impuso", escribe. Se odiaban, pero se necesitaban. En El otro duelo, de nuevo, nos muestra el autor una rivalidad enfervorecida, en este caso entre dos hombres, dos gauchos que son captados por el ejército. "Quizá sus pobres vidas rudimentarias no poseían otro bien que su odio y por eso lo fueron acumulando. Sin sospecharlo, cada uno de los dos se convirtió en esclavo del otro", cuenta en un pasaje del relato.
 
Los cuentos de este libro hablan sobre pasiones y bajezas humanas, es decir, sobre la propia condición humana. El odio, el rencor, la violencia, los deseos. El tono de la obra se marca desde el primer relato, La intrusa, donde los dos hermanos Nilsen se enamoran de la misma mujer e idean un cruel sistema para eliminar la causa de las rencillas fraternales. También es común en la obra de Borges que sus cuentos comiencen con la rememoración de algún suceso del pasado de alguien que, llegada su madurez o su vejes, recuerda ante una tercera persona que se lo habría contado al autor. Eso ocurre en El indigno, donde un respetable dueño de biblioteca le cuenta al autor sus compañías peligrosas con los malotes del barrio. La confusión de la adolescencia asoma por las páginas del relato cuando cuenta este personaje que "todos nos parecemos a la imagen que tienen de nosotros. Yo sentía el desprecio de la gente y yo me despreciaba también". La necesidad de sentirse arropado por un grupo, aunque no sea la mejor compañía posible.
 
Discusiones, peleas, gente de baja estofa, broncas. La Historia de Rosendo Juárez nos acerca a un pendenciero que es sacado de la cárcel captado por un partido político para ser su matón. Con la violencia de nuevo como telón de fondo, en los dos siguientes relatos Borges incluye otro recurso común en sus cuentos, el de conferir cualidades humanas a los objetos. En El encuentro se narra una fiesta celebrada hace años en las que un grupo de jóvenes bebía y jugaba a las cartas despreocupadamente hasta que, fruto del alcohol y de rencillas del pasado, dos se retan a duelo con unas armas que había en esa casa de campo. "En su hierro dormía y acechaba un rencor humano", cuenta Borges de las navajas. Igual ocurre en Juan Muraña, cuando la viuda de un navajero cree que su difunto esposo la protege a través de su daga, aunque sea ella quien la empuñe.
 
Quizá el relato más enternecedor del libro es La señora mayor, en el que se cuenta la historia de la hija de un héroe de guerra que, muchos años después de la muerte de aquel y ya con demencia, recibe en nombre de su padre los honores y los homenajes de las autoridades. Lúcido relato sobre los conflictos armados y el vacío que dejan. En Guayaquil se nos cuenta un duelo entre dos profesores universitarios por hacerse cargo de la investigación de unas cartas manuscritas de Simón Bolívar.
 
Los dos últimos cuentos del libro muestran otros dos asuntos clásicos en la obra de Borges: la religión y su fascinación por inventar tribus exóticas. El Evangelio según san Marcos nos cuenta la historia de un joven estudiante de medicina que pasa un verano en la casa de unos campesinos analfabetos en el campo. Todo transcurre con normalidad hasta que el joven, Baltasar Espinosa, les lee a los campesinos un pasaje de la Biblia en el que se explica cómo Jesucristo murió para salvar al resto de los hombres, todo esto con un temporal de lluvia que recuerda al diluvio universal, por cierto. Este relato habla del fanatismo y las creencias ciegas fruto de la ignorancia. Termina el libro con el cuento que le da nombre, El informe de Brodie, en el que se cuenta el descubrimiento por parte de un misionero escocés, David Brodie, de una tribu peculiar, la de los Yahoo, en la que el rey es mutilado y al que se le cortan los ojos y donde cuatro hechiceros son los que tienen el poder. Es en este relato más Borges que nunca. Fantasioso, imaginario, desbordante de imaginación. Son cuatro hechiceros, por cierto, porque sólo cuentan hasta ese número ("e infinito empieza en el pulgar").

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