Muere Gabriel García Márquez

El mundo de las letras está de luto. El realismo mágico se queda huérfano y los lectores lloran la muerte de uno de los mejores escritores de la literatura universal. Ayer murió Gabriel García Márquez a los 87 años de edad. El escritor colombiano, premio Nobel de la Literatura, reconocido de forma unánime como uno de los grandes referentes de las letras, se va pero deja un legado espléndido que, pasados los siglos, seguirá conmocionando y atrayendo a las nuevas generaciones. Dentro de décadas, de siglos, alguien leerá (lo mismo da en qué formato, supongo que digital) arranques como el de Cien años de soledad ("muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo") y viajará a Macondo, allí donde "el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo". Los grandes genios nunca mueren porque su talento pervive en sus obras. Es el caso de García Márquez, de quien podremos seguir disfrutando para siempre y de quien habrán de disfrutar las generaciones futuras. Es lo que tiene la gran literatura, las obras maestras, los autores irrepetibles.
 
Los inicios de las novelas de García Márquez son siempre memorables, muy potentes. Decía el también periodista que lo esencial de un reportaje es su final, que es lo que recordará el lector. Cuando quien escribe es alguien como el autor colombiano, naturalmente, se recuerda todo. Cada página de la novela, cada historia, cada figura poética y ese cautivador lirismo de cada narración. Pero qué inicios tienen sus obras. Qué prodigiosa forma de atrapar al lector desde la primera línea. El amor en los tiempos del cólera comienza con la frase que hoy recuerdan lectores que adoran a Gabo en las redes sociales:  "era inevitable:  el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados". Una obra que intentaré leer en breve.
 
 O el inicio de aquella novela que sí he leído, espléndida, inconmensurable de Crónica de una muerte anunciada. Una obra que, ya desde el título, rompe esquemas y nos adelanta que el autor hará algo poco frecuente, totalmente rompedor, en obras que incluyen un crimen. "El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo". Desde el comienzo mismo de la novela sabemos que aquella jornada será la última con vida del protagonista. Dejó García Márquez una obra muy extensa de la que aún tengo mucho por descubrir. Hasta el momento he disfrutado, además de con Cien años de soledad y Crónica de una muerte anunciada, con la novela corta El coronel no tiene quien le escriba, en la que un viejo coronel espera una pensión que nunca llega. Entrañable obra.
 
El genial escritor colombiano está teniendo en todo el mundo la despedida que merece. Los medios de comunicación se vuelcan con él y los lectores, que seguían con preocupación en las últimas semanas las informaciones sobre el agravamiento de su estado de salud, le recuerdan con cariño y gratitud por los buenos momentos pasados con una obra suya entre las manos. Porque somos lo que leemos en gran medida y la gran literatura tiene el poder de transformar a quien la lee. Es un homenaje maravilloso y espontáneo el que en las redes sociales, que también tienen sus cosas buenas, brindan hoy a García Márquez sus lectores. Compartiendo frases de sus novelas o reflexiones, siempre lúcidas, de entrevistas al autor mexicano. Como por ejemplo una en la que cuenta que "el éxito no se lo deseo a nadie. Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen? Bajar, o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible".
 
Mezcla García Márquez lo real con lo fantasioso y no pocas reflexiones nos ha dejado sobre el recuerdo, sobre la reconstrucción de la realidad que cada uno hacemos en nuestra mente. Luego, claro, hay unos pocos privilegiados como él capaces de maravillar con su imaginación y de deslumbrar con la altura que alcanzan en el uso del idioma. "La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla", escribió García Márquez. También dejó sentencias de esas que son guías de vida como "el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad" o "la sabiduría nos llega cuando ya no nos vale de nada". O esta sobre la madurez: "lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no".
 
El autor colombiano fue reconocido en 1982 con el Premio Nobel de la Literatura. Al recoger el galardón, como no podía ser de otra forma, regaló un discurso sensacional. "Los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía, donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra", dijo en un momento de la intervención al recoger el Nobel, que recibió con 55 años. En sus obras, intervenciones públicas o entrevistas dejó no pocos pensamientos sobre política. Sobre la historia del siglo pasado, afirmó el autor colombiano que "el siglo XX se ha perdido por dos dogmas contrapuestos e igualmente extremos: el socialismo y el capitalismo. El dogma de la propiedad estatal contra el de la libre empresa" y sobre el poder y la autoridad declaró que "Ningún dirigente político, ningún jefe de Estado oye absolutamente a nadie. De manera que tener influencia en un jefe de Estado es lo más difícil que hay en este mundo, y finalmente ellos terminan teniendo mucha influencia sobre uno".
 
Fue Gabriel García Márquez quien declaró que, a pesar de los sufrimientos que implica, "el periodismo es el oficio más bello del mundo". De él oímos hablar mucho y bien en la facultad y también se nos enseñó a quererle, a acercarnos a él. Es algo por lo que estoy agradecido a los profesores que así lo pretendieron. "La crónica es la novela de la realidad", dijo el escritor y periodista colombiano, quien siempre se sintió periodista y ejerció como tal. Aprendimos su desdén hacia la grabadora, porque con ella el periodista cree que la máquina lo escucha todo por él y no presta la debida atención a lo que cuenta el entrevistado. Supimos de su Fundación Nuevo Periodismo, que García Márquez creó en 1994 como gesto de compromiso con un oficio que siempre amó y al que, por esa misma razón, criticó cuando se ejercía de forma desacertada e intentó proteger de las malas prácticas.
 
Fue también en la universidad donde conocí cómo escribió García Márquez Cien años de soledad. El autor entregó a su esposa sus ahorros y tuvo que empeñar su coche para el mantenimiento del hogar mientras él se dedicaba en cuerpo y alma a elaborar esta obra maestra. También nos contaron cómo el escritor colombiano lloró un día desconsolado, porque acababa de morir (o de matar) en la novela el personaje Aureliano Buendía, inspirado en su abuelo.
 
De García Márquez, pues aprendemos mucho sobre la vida. A él le debemos muchas obras literarias memorables que nos acompañarán siempre, el estilo prodigioso del realismo mágico. Y también de él podemos aprender mucho los periodistas. "En el oficio de reportero se puede decir lo que se quiera con dos condiciones: que se haga de forma creíble y que el periodista sepa en su conciencia que lo que escribe es verdad. Quien cede a la tentación y miente, aunque sea sobre el color de los ojos, pierde", dijo una vez en otra cita que nos recordaron en la universidad. Por todo, gracias y hasta siempre Gabriel García Márquez. El mundo de las letras se queda huérfano y el olimpo de la literatura recibe a uno de sus más gloriosos dioses. Descanse en paz.

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