El informe Pisa

Esta semana hemos vuelto a conocer las conclusiones del informe Pisa. En este caso, el informe no pregunta sobre los conocimientos que se aprenden en la escuela sino sobre cómo aplican los alumnos esas lecciones en la vida real. De nuevo, los alumnos españoles están a la cola en resolución de problemas, tales como interpretar en un mapa la ruta más corta para llegar a un destino o comprar el billete más barato combinando metro, autobús y tren en una  ciudad en la que nunca han estado (si es en Madrid, mejor deberían buscar el billete menos caro, porque cada vez cobran más por su servicio peor en la red de transporte). Los alumnos españoles están por debajo de la media de este estudio. Importa la nota que da el informe Pisa, que vuelve a ser una luz de alarma para quienes tengan interés en la calidad de nuestro sistema educativo (ahí no parecen estar los políticos). Pero importa más lo que hay de fondo en este informe y las recomendaciones que se hacen. Fundamentalmente, lo que viene a decir este informe es que el método de enseñanza centrado en memorizar contenidos no funciona y sirve de poco en la vida real.
 
La educación en España está aquejada de muchos males, pero este en concreto, los métodos de enseñanza del siglo pasado que siguen funcionando en nuestras escuelas (y aún peor, en nuestras universidades en un grado demasiado elevado), no ha sido suficientemente tenido en cuenta en el debate público sobre este asunto. Un debate que, por lo demás y salvo honrosas excepciones, se limita a lo de siempre en nuestro país: politizarlo todo, incluido algo tan trascendental como es el sistema educativo, es decir, el fundamento de nuestra sociedad futura, las raíces sobre las que se cimentará, para bien o para mal, nuestro porvenir. Que la educación no sea un asunto de Estado en el que los distintos partidos y todas las partes implicadas (profesores, padres de alumnos, directores de centros, administraciones públicas) hayan logrado y ni siquiera hayan intentado alcanzar un acuerdo  por el bien común dice mucho de las prioridades de nuestra sociedad y explica a las claras por qué somos el país mediocre y atrasado respecto a nuestros vecinos europeos en muchos campos. El sistema educativo debería ser una preocupación central y la sociedad debería recriminar de forma mucho más contundente la repugnante politización que, a izquierda y derecha, se hace de algo tan fundamental como la educación de sus hijos.
 
Todos deberíamos preocuparnos mucho más de lo que lo hacemos por la calidad del sistema educativo en España. Por descontado, lo primero debería ser eliminar a la educación del arsenal de armas arrojadizas en el estéril debate partidista. El pobre nivel de la enseñanza en España no se debe sólo a los continuos cambios de ley educativa, desde luego, pero esta falta de seriedad no ayuda lo más mínimo. Entorpecen mucho quienes deberían dedicarse a ofrecer soluciones en lugar de dar problemas. No hay más que ver las reacciones al informe Pisa, que los fervientes defensores de la nueva Ley Wert (aprobada sin contar con la comunidad educativa y que el partido de enfrente ya ha dicho que retirará cuando vuelva al gobierno) han interpretado como el argumento más claro en defensa de esta reforma. Y sí, es evidente que las preocupantes conclusiones del informe Pisa indiquen que es necesario hacer un cambio en la educación. Lo que no está tan claro es que ese cambio sea la ley Wert y, en general, su política educativa, que ha consistido en reducir plantillas de los centros, en subir las tasas universitarias y en reducir becas.
 
La educación funciona mal y la oposición a la Ley Wert, evidentemente, no puede asentarse sobre la defensa tal cual del sistema actual, que hace aguas por todas partes. Pero que el sistema que tenemos ahora no funcione no significa automáticamente que la alternativa del gobierno actual, sin consenso de nadie, sea el remedio de nuestros males. Y a la inversa podríamos emplear este argumento. Mientras unos y otros no comprendan que la educación es una materia sensible y de suma importante que requiere de mucho diálogo y de acuerdo con la comunidad educativa no avanzaremos nada. La politización no tiene cabida en este área, aunque sean muchos (y no sólo miembros de partidos políticos) los que siguen sin entenderlo.
 
Por tanto, el hecho de que la educación no sea un asunto de Estado y no aparezca como una prioridad real de los gobernantes es uno de los problemas a los que nos enfrentamos. Pero hay más. Memorizar como sistema de aprendizaje es un inmenso error en el que incurre el sistema educativo español. Son métodos del siglo pasado, o del anterior. Lo que se aprende de memoria no se está aprendiendo en realidad. Se memoriza para escupirlo sobre el papel el día del examen y olvidarlo al día siguiente. Sería necesaria una transformación radical en los colegios españoles. Se debe enseñar a pensar y a razonar a los alumnos. Vale mucho más analizar situaciones reales, pedir reflexiones y debates sobre casos concretos que obligar al alumno a memorizar la lección. Está claro que siempre hará falta estudiar de memoria ciertos conceptos, ciertas fórmulas. Y no pasa nada, así ha de ser. También es saludable fomentar que se ejercite la memoria. Pero debe ser un complemento, un añadido más; no la pieza central del sistema educativo. Para eso hace falta, más que cambiar programas o planes de estudio, cambiar la mentalidad del profesorado.
 
El gran valor que tiene este informe Pisa es que no evalúa a los alumnos por sus conocimientos sobre lo que han enseñado en la escuela, sino que les somete a examen sobre cómo los aplican en la vida real. Porque, al fin y al cabo, de eso se trata. Naturalmente, la etapa formativa tiene como finalidad que los alumnos tengan las suficientes herramientas para desenvolverse en la sociedad, para tener opciones laborales y para que todo eso que aprenden en el colegio esté ligado a lo que se van a encontrar en el mundo real. Los conocimientos teóricos, académicos, son necesarios. Pero es imprescindible dar una finalidad práctica a lo que se enseña en el colegio. Porque las matemáticas o los idiomas, por poner sólo dos ejemplos, nos sirven en la vida diaria. Porque los problemas sobre la distancia entre dos puntos no aparecen en la vida real como tal, pero sí tendremos que saber interpretar un mapa.
 
Deberíamos aprender de aquellos sistemas educativos que funcionan para intentar emularlos. Reconocer a los profesores como es debido, pues en una sociedad avanzada y con un orden de prioridades equilibrado y sensato, pocas profesiones son más importantes que la de aquellos que se encargan de formar a la sociedad del futuro. Han de estar más motivados los profesores, también. Y, por supuesto, todos debemos poner de nuestra parte para que la actitud de los chavales ante la escuela sea también mejor a la actual. Hemos hecho muchas cosas mal en la educación y lo peor es hacer las cosas por costumbre, dejarse llevar por la inercia. Siempre se ha hecho así, dirán algunos. Se enseña la lección y los alumnos la memorizan. Es necesario innovar. Tristemente, algunas cosas que siempre se habían hecho así y que así deberían seguir siendo, como el respeto al profesor y la disciplina en las aulas es algo que se está perdiendo, por un ataque de buenismo que nos dice que los niños deben tutear al maestro y que, pobrecitos, han de pasar curso con cuatro asignaturas suspendidas, porque si no se les está discriminando y se les traumatiza. ¿Algún día veremos un debate serio y profundo en España sobre la educación? ¿O seguiremos reaccionado a informes como el de Pisa con algún artículo y alguna declaración vacía de contenido para después continuar como siempre?

Comentarios