La tragedia de Ceuta nos retrata



Casi todo resulta muy banal e insustancial ante la tragedia ocurrida ayer en Ceuta, donde al menos nueve personas murieron al intentar entrar en España. Nueve personas, sí. No sin papeles o inmigrantes ilegales, esos apelativos con los que marcamos rápido el tono de la mayoría de las informaciones sobre este asunto. Con los que establecemos barreras y marcamos distancias. Esos apelativos, en fin, con los que nos lavamos la conciencia. Son gente ilegal, sin papeles, malos. Nosotros tenemos que proteger nuestra frontera. Así, en lugar de presentarlos como lo que son, seres humanos desesperados por encontrar oportunidades de una vida mejor en Europa, hablamos de asaltos o avalanchas contra la frontera, como si de una invasión militar se tratara. Ese lenguaje nos retrata. Estas tragedias nos retratan, a España y al resto de Europa, como sociedades insolidarias e injustas. El mundo está muy mal construido y no hacemos nada por cambiarlo. Tenemos el hambre, la miseria absoluta y la pobreza más terrible al lado de casa, a unos pocos kilómetros, pero no movemos un dedo por ayudar a los más vulnerables.
 
Al menos nueve personas murieron ayer en un intento de entrar en España por Ceuta. Las autoridades españoles insistieron ayer con gran cinismo en la afirmación de que los inmigrantes murieron en territorio marroquí. No nos vayan a echar la culpa de algo que no es imputable a nosotros. Fue delante de nuestras narices, a escasos metros, pero fue en Marruecos. Que ellos se las arreglen y den explicaciones, vienen a decir. Con carácter general, y más allá de las muy alarmantes denuncias de varias personas y ONG ante una actuación presuntamente violenta de la Guardia Civil, estas excusas, este empeño por quitarse, literalmente, los muertos de encima, es una actuación nauseabunda que muestra cuán reducido el interés de las autoridades por el drama humano que se esconde tras esto que ellos llaman asalto a la frontera.
 
Intentaron pasar a nado a España y al menos nueve de ellos perecieron en ese viaje desesperado hacia una vida mejor en España. La absoluta falta de oportunidades conduce a estas personas a buscar labrarse un futuro lejos de su casa. Como hicimos (y hacemos cada vez más) los españoles cuando tuvimos necesidad de ello. Como han hecho siempre a lo largo de la historia las personas más vulnerables, porque la supervivencia obliga  a buscar salidas a la situación desesperada. El único efecto llamada que existe en el drama de la inmigración es la miseria de la que estas personas quieren huir. Necesitan hacerlo para buscar una nueva vida, un futuro digno lejos de su casa y de sus gentes. La Unión Europea, destinataria de gran parte de estos movimientos migratorios, mira para otro lado. Lo ha hecho siempre y sigue en ello a pesar de la conmoción que provocaron tragedias como las que con mucha frecuencia se ven en la isla italiana de Lampedusa. A pesar de que el paso del Estrecho sea un cementerio que acoge en el fondo del mar miles de cuerpos de inmigrantes que no llegaron a su destino. A pesar de que las mafias siguen actuando con impunidad. A pesar de todo ello, la Unión Europea muestra en este asunto, como en tantos otros, una inhumana falta de sensibilidad.
 
El discurso ante estas tragedias lo conocemos todos. Y todos lo pronunciamos. La mayoría, está claro, de boquilla. Veremos, supongo (igual es mucho suponer) a políticos declarando que lamentan esta tragedia y que hay que hacer algo para que no vuelva a ocurrir. Que debemos ayudar a estas personas en su país, contribuir a que tengan oportunidades para llevar una vida digna allí y no se tengan que jugar la vida viajando en precarias condiciones hacia Europa. Pero, en el fondo, nada cambiará. Ante la última gran tragedia en Lampedusa parecía que al fin los responsables comunitarios se moverían ante este drama, pero vimos un minuto de silencio protocolario en el Parlamento Europeo y nada más.
 
Duele escuchar a políticos abordar este drama humano como un problema para los países receptores de personas inmigrantes, cuando en realidad el trastorno que puede suponer este fenómeno para estos países de acogida es mínimo  resulta obsceno poner el foco en él y no en la tragedia de las personas que se ven obligadas a intentar cruzar la frontera con España a nado o a emprender viajes kamikazes en embarcaciones precarias por cuyo pasaje han tenido que pagar una gran suma de dinero a mafias que trafican con sus esperanzas. El drama de la inmigración lo es para las personas inmigrantes. Es en su ayuda como todos debemos actuar. Son sus necesidades y sus problemas los que debemos atender. Es eso lo que ha de preocuparnos. Por tanto, presentar este problema, como hacen a menudo nuestros políticos, como una cuestión de orden público me parece desvirtuar una situación dramática ante la que además tenemos la obligación moral de actuar en favor de los más vulnerables.
 
En esta tragedia de Ceuta en la que han muerto al menos nueve personas se da una serie de circunstancias que deben esclarecidas con urgencia. Varios inmigrantes han denunciado que la Guardia Civil disparó pelotas de goma y gases lacrimógenos contra ellos. Así lo atestiguan los testimonios de algunas de las personas que lograron sobrevivir a ese intento frustrado de entrar en España. Murieron los inmigrantes aplastados y ahogados. La Guardia Civil primero negó haber intervenido en "el asalto" y a las pocas horas rectificó y dijo que sí habían intervenido y que sí habían empleado material antidisturbio porque los inmigrantes actuaron, dicen, como mucha violencia. Es urgente abrir una investigación sobre este suceso. Sería muy grave que la actuación de la Guardia Civil, lejos de ayudar a estas personas como mandan los más elementales principios éticos, contribuyera a que se desencadenara este fatal desenlace. Y mientras, las cuchillas siguen en la valle de Melilla. Qué mundo más injusto. Qué repugnante marca B de España.

Comentarios