El dilema. 600 días de vértigo

"Parece que a la política algo muy serio se le hubiese escapado de la mano". Con esta frase que aparece en el epílogo de su libro El dilema. 600 días de vértigo se puede resumir uno de los argumentos principales que emplea el expresidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero para explicar cómo vivió la crisis económica, financiera y de deuda en la zona euro. Una crisis que nos dejó al borde del precipicio. Con esta frase se refiere Zapatero a la falta de control de los mercados por parte de la política. El dilema al que se refiere el expresidente, que son en realidad muchos dilemas o el mismo si se quiere, consiste en que, dice, se vio obligado a tomar medidas indeseadas que sabía que no sería bien recibidas por los ciudadanos pero que sí recibirían el aplauso de los mercados.
 
He escrito en varias ocasiones en el blog que me gustaría conocer cómo vivió Zapatero aquellos días de mayo de 2010 en los que comenzó la senda de los recortes que todavía hoy recorremos en España. El expresidente lo cuenta con detalle y muestra su inquietud, su absoluta angustia durante varios momentos de la crisis de deuda. Su tesis ni difiere demasiado de la del gobierno actual a la hora de justificar los recortes. Zapatero sostiene en todo momento que tomó las medidas que tomó (o que le forzaron a tomar, matizaría yo, y él no tuvo valor político de no hacerlo) porque quería evitar un rescate a España.
 
Leer a un expresidente del gobierno reflexionar sobre el poder perdido de la política frente a los mercados o sobre la capacidad de grandes fondos de inversión de poner en jaque a un país entero resulta revelador y preocupante. Defiende Zapatero que se haga una regulación más clara y concreta de los mercados financieros, algo en lo que muestra su habitual optimismo, pero que uno ve a estas alturas altamente improbable. También desazona bastante leer al expresidente contar cómo se tomaban las decisiones en el seno de la Unión Europea. Cree Zapatero que debe haber cambios en la UE que conduzcan a una auténtica unión fiscal, monetaria y política que anteponga los intereses comunes a los nacionales. También piensa que el BCE debe adquirir en la UE el papel que tienen la Reserva Federal en Estados Unidos o el Banco de Inglaterra.
 
En la introducción del libro reconoce el expresidente que escribir sobre acciones del pasado suele responder a un ánimo de justificar las mismas. Y algo, o mucho, de eso hay. Zapatero quiere dar su versión de los hechos, contar cómo fue su experiencia al frente del timón cuando el barco parecía irse a la deriva. Se autoexculpa mucho, quizá demasiado, y hace poco autocrítica el expresidente. Señala a Europa muchas veces. Zapatero cree que si la UE hubiera reaccionado con más contundencia ante la especulación de los mercados cuando en 2010 se originó la crisis de deuda en Grecia no se habría producido un efecto contagio tan inmenso y devastador sobre otros países de la periferia europea. En la respuesta a los problemas de Grecia observó Zapatero falta de solidaridad europea.
 
A la hora de reconocer errores, el presidente se lamenta de no haber utilizado la palabra crisis hasta demasiado tarde, pero acto seguido afirma que, con los datos de los que disponía en 2008, no podía hablar de crisis y sí de desaceleración. Conserva algo ese lenguaje eufemístico, por cierto, el expresidente y habla de "crecimiento negativo" en vez de decrecimiento en varios pasajes del libro. No mencionar la crisis, añade, no significa que no afrontáramos sus efectos desde el principio. También dice el expresidente que su gobierno debería haber pinchado antes la burbuja inmobiliaria, pero no sabía muy bien cómo podía haber procedido. Él mismo se responde, entre otras medidas, haber eliminado la desgravación por compra de vivienda. Lo justo, no obstante, es concederle a Zapatero que, efectivamente, esa medida era muy impopular y que en España hay una tradición de vivienda en propiedad que dificulta mucho las cosas.
 
Sobre la génesis de la crisis, Zapatero habla de las consabidas consecuencias devastadoras de las crisis de las hipotecas basura en Estados Unidos y después, en Europa, de la crisis de deuda en Grecia y los constantes rumores sobre la insostenibilidad de la propia zona euro. Se remonta hacia atrás en el tiempo el expresidente para reconocer que la crisis en España tenía particularidades, derivada de un aumento de la deuda privada enorme en la última década y del boom del ladrillo. Claramente, Zapatero culpa de esta situación a la política de tipos bajos que en aquellos primeros años del euro se aplicaron en Europa para ayudar a Francia y Alemania y el hecho de que, con ese dinero barato y como foco de atracción del ahorro de esos países, en España se disparó el endeudamiento, si bien recuerda que la deuda pública estuvo claramente por debajo de la media de la zona euro hasta que estalló la crisis y llegó lo peor de la misma, cuando una caída inmensa de los ingresos desequilibró las cuentas públicas.
 
Defiende Zapatero el plan E e insiste en destacar que no fueron sólo rotondas u obras inútiles. El expresidente explica que fue una respuesta ante la crisis consistente en fomentar la inversión pública, en estimular la economía. Respuesta que, dice Zapatero, fue sugerida inicialmente en Europa antes de apostar bruscamente por la austeridad, lo que algunos conocen como austericidio y otros como final de fiesta. El expresidente, que explica cómo comenzó la senda de los recortes porque creía que era lo mejor para el país y para evitar el rescate, asegura que a la hora de aplicar ajustes siempre tuvo en mente la idea de preservar el Estado de bienestar y la protección social. Por eso incide en que mantuvo o incluso aumentó la prestación por desempleo. En este punto, por cierto, es donde Zapatero reconoce con más claridad su fracaso al frente del gobierno. El empleo. La asfixiante lacra del paro.
 
Este libro de Zapatero da una imagen expresa de improvisación. Por parte de su gobierno y por parte de la Unión Europea. Muestra su obsesión con ver qué dirán los mercados al día siguiente de la cumbre, qué sucederá en las Bolsas. El propio Zapatero, en uno de esos simples juegos de palabras que tanto le gustan al presidente, escribe que era la crisis la que improvisaba y no ellos. Se detiene el expresidente a resaltar la forma de W de la crisis, cómo en 2011 parecía que empezábamos a salir del túnel pero después volvieron rápido los problemas. Esa segunda recesión de 2011 la explica también Zapatero por la indecisión en la UE y por los ataques especulativos en los mercados, que en algún momento califica de "ataque de Pearl Harbor".
 
El expresidente ofrece detalles sobre algunas cumbres europeas o del G-20, como la de Cannes, donde se presionó a Italia para que pidiera el rescate. También cuenta las tres ocasiones en las que algún dirigente internacional le sugirió que España pidiera ayuda financiera  ala UE. Defiende Zapatero su reforma laboral, la que comenzó a abaratar el despido, y también su gestión de la crisis bancaria, aunque el tiempo ha demostrado que es difícilmente sostenible. En este punto se aferra Zapatero a los informes y al prestigio del Banco de España, como si desconociera que, visto lo visto, ese prestigio queda muy en entredicho. Es un error que Zapatero publiqué en este libro y no lo haya hecho antes de otro modo la carta que le envío el entonces presidente del BCE, Jean Claude Trichet, y la misiva que él le mandó en respuesta tras haber charlado. Debería haberla compartido con todos los ciudadanos y no usarla como reclamo de su libro. Zapatero pidió a Trichet que el BCE comprara deuda de España, algo que con reticencias finalmente hizo y nos salvó del precipicio.
 
En resumen, Zapatero muestra reflexiones sobre la crisis, impresiones personales sobre etapa al frente del gobierno y justificación de sus actuaciones. Seguimos muchos pensando que si aquella noche de mayo de 2010 hubiera dado un golpe encima de la mesa tal vez la historia habría sido distinta. Porque España no era Grecia en cuanto al peso del PIB de la UE. Teníamos más poder de presión en ese momento. O eso, o convocar elecciones, posibilidad que él mismo dice en el libro que jamás se planteó porque habría generado grandes tensiones en los mercados. Se queja Zapatero de esa pérdida de terreno de la política, y por tanto de la democracia, frente a los mercados, pero después en su labor de gobierno siguió a pies juntillas esa supeditación de los representantes legítimos de la ciudadanía ante los mercados. Hay que cambiar esto, pero yo no fue capaz, parece venir a decir.

Comentarios