David Trueba triunfa en los Goya

La gran fiesta del cine del español ha conocido noches más divertidas y galas más entretenidas, pero a eso iremos luego. En lo que respecta a los premiados, Las brujas de Zugarramurdi, con ocho estatuillas, todas ellas de categorías técnicas menos la de mejor actriz de reparto a una emocionada Terele Pávez, y Vivir es fácil de los ojos cerrados, con seis, fueron las grandes triunfadoras de la noche. La cinta de Álex de la Iglesia partía con diez nominaciones y logró hacer casi pleno. Además del citado premio, la cinta del director vasco se llevó los Goya a mejor dirección artística, mejor diseño de vestuario, mejor montaje, mejor sonido, mejor dirección de producción, mejores efectos especiales y mejor maquillaje y peluquería. Siempre se dice que las categorías "importantes" son las de guión, dirección, intérpretes, etc. Pero yo creo que todas lo son. En una película como Las brujas de Zugarramurdi la labor de efectos especiales, sonido o diseño de vestuario es crucial. En el apartado técnico, arrasó esta cinta.
 
El otro gran triunfador de la noche fue David Trueba por su película Vivir es fácil con los ojos cerrados. Una película que espero que reestrenen en los cines para poder ir a verla. Sí, ya sé que pasa mucho esto de sólo acudir al cine cuando una película es galardonada. En mi favor diré que tenía ganas de verla, pero es de esas ocasiones en las que al final se te pasa la vida comercial de la película y, por unas u otras razones, no puedes ir a las salas. En todo caso, para eso está también la gala de los Goya, para volver a poner en foco en los mejores trabajos del año y así hacer que los rezagados se animen a disfrutar de ellos. Trueba ganó el premio a mejor guión original y a mejor dirección. También se llevó su cinta el Goya a la mejor película. Completaron el palmarés de la cinta Pat Metheny por la música original, Natalia de Molina como mejor actriz revelación y Javier Cámara como mejor actor protagonista. A la sexta nominación consigue el Goya un actor querido por la profesión y por el público que da vida en la película de Trueba a un profesor de inglés que enseña a sus alumnos con canciones de los Beatles y que, a sus 89 años, estaba ayer en el patio de butacas junto al equipo de la película.
 
Sólo por escuchar a David Trueba, desde luego, están bien entregados los premios. Por sus formas exquisitas, su mesura, su lucidez y su inteligencia. Sus intervenciones fueron maravillosas y uno se deleita escuchando al director, que siempre tiene la palabra adecuada. Cada uno de los discursos de Trueba fue de lo mejor de la gala. No he visto esta película y, como digo, enmendaré el error lo antes posible, pero sí leí su novela Saber perder, una historia sencilla sobre gente corriente y sus problemas. Una historia sobre cómo salir adelante, sobre los miedos y las debilidades de los seres humanos. Sobre el amor. Sobre cómo aprender a crecer y cómo aprender a envejecer. Sobre la vida misma. Escuchar a Trueba, ya digo, fue de lo mejor de la noche. Impecable en cada una de sus intervenciones.
 
Uno siempre tiene sus favoritismos en este tipo de ceremonias, lo reconozco. Confieso que me hubiera encantado que La gran familia española, del magnífico director Daniel Sánchez Arévalo, hubiera sacado más cosecha de sus once nominaciones. Seguro que las triunfadoras de ayer lo merecen tanto como esta cinta, sin ninguna duda. La historia de Sánchez Arévalo se llevó dos premios: el de mejor canción original, por Do you realy want to be in love (de Josh Rouse) y el premio a mejor actor de reparto para Roberto Álamo. Muy merecido galardón para su interpretación de uno de los hermanos de esa peculiar familia de la película que tiene discapacidad intelectual y que pone un punto de humor y ternura a la historia. No es un papel fácil y Álamo le da el tono justo. Lo borda.
 
Dos premios también conquistó La herida. Marian Álvarez completó el pleno de galardones por su interpretación protagonista en esta película de Fernando Franco, Goya al mejor director novel. Álvarez ha ganado gracias a este papel la concha de plata en el Festival de Cine de San Sebastián, el Forqué y el Premio Feroz (seguro que se me escapan otros). Ha hecho pleno y no ha dado opción a otras intérpretes femeninas protagonistas. La actriz agradeció a Fernando Franco darle esta oportunidad y él le devolvió los elogios cuando recogió el Goya a mejor director novel.
 
Stockholm, la película de bajo presupuesto y gran talento dirigida por Rodrigo Sorogoyen, no se fue de vacío de la gala. De hecho, se llevó el primer Goya de la noche. Fue su actor protagonista, Javier Pereira, quien ganó el premio en la categoría de mejor actor revelación. Aura Garrido, compañera de reparto, se quedó sin premio (se batía a Marian Álvarez), así como Sorogoyen, que aspiraba al Goya a mejor director novel. Dos cintas, La herida y Stockholm, de bajo presupuesto pero en las que el acento debe ponerse más en su talento y su calidad que en esa cuestión económica. Bien está si se trata de reivindicar más medios para el cine, pero no si esta catalogación puede ser interpretada por alguien como una ofensa a estas cintas. Como bien dijo Pereira, en la variedad está el gusto y lo bueno es que en el cine español se puedan hacer películas de presupuestos más grandes y más pequeños. Que convivan todo tipo de producción y que hacer una película no sea una heroicidad en España como hoy en día es y muy bien resaltó Enrique González Macho, presidente de la Academia, en un discurso algo más combativo que de costumbre y muy atinado.
 
Como todas las categorías son importantes, no quiero dejar de mencionar aquí a ningún premiado. Alejandro Hernández y Mario Barroso ganaron el Goya al mejor guión adaptado por Todas las mujeres y Pau Esteve Birbas logró el premio a mejor fotografía por Caníbal. En las categorías de mejor película europea y latinoamericana se llevaron los respectivos Goya Amor, de Michael Haneke, y la venezolana Azul y no tan rosa. Primer Goya de la historia para una película de aquel país. Entrañable fue el momento en el que el equipo de la película recogió el galardón.  El mejor documental fue Las maestras de la República y la mejor película de animación, Futbolín.
 
La gala, vamos ya con la parte menos amable del artículo, fue floja. De las más sosas que recuerdo. Manel Fuentes tan sólo cumplió, pero no con nota. Si acaso, aprobado raspado. Estuvo por debajo del nivel de los presentadores de las ceremonias anteriores, se le vio desubicado, forzado y falto de gracia en la mayoría de sus intervenciones en directo. Sin embargo, los montajes en los que hacía un test de calidad a las películas nominadas sí fueron divertidos. También fue bonito el leitmotiv de su intervención, una declaración de amor al cine. Pero faltó algo. No transmitió demasiado, al menos a mí. Lo más divertido de la gala fueron los sketch en los que Andreu Buenafuente, Eva Hache, José Corbacho y Antonia San Juan, presentadores de anteriores ediciones de la ceremonia, hablaban por teléfono para comentar la gala.
 
También tuvo su gracia la intervención de los chanantes, aunque con una originalidad muy desigual en sus "películas que no se han hecho", y la presentación de los mejores cortos, que entregaron dos personajes anónimos que ganaron un concurso de Adecco y que estuvo animada por Alex O´Dogherty, que lo dio todo. Fue bonito ese guiño de darle valor a estas categorías. Minerita, de Raúl de la Fuente; Cuerdas, de Pedro Solís García y Abstenerse agencias, de Pedro Solís García, ganaron en estas categorías. Muy pronto, casi al empezar la gala, pensé en Alexandra Jiménez y en su brillante forma de conducir la ceremonia de los Premios Feroz. Creo que estaría bien verla el próximo año presentando los Goya. La gala de ayer fue líder de audiencia pero anotó un dato flojo si se compara con ediciones anteriores (3.567.000 espectadores con un 19,8% de share).
 
Los actores, que son personas, opinaron sobre cuestiones de actualidad. Cuestiones que afectan a la industria del cine, como el IVA cultural, y cuestiones que, insisto, como unos ciudadanos más que son les preocupan. Ejerciendo su derecho a la libertad de expresión, algunos premiados criticaron el desprecio de Wert al cine español al no asistir a la ceremonia o el insultante IVA cultural del 21%, una anomalía en los países de nuestros entorno que muestra la ceguera del gobierno y la poca importancia que le a la cultura. También hubo criticas a la reforma de la ley del aborto y alabanzas a la marea blanca que paró la privatización de la Sanidad en Madrid, con Ignacio González en el patio de butacas. Lo que se llama libertad de expresión.
 
Ayer fue el día más importante del año para quienes detestan eso que llaman despectivamente "el cine español", que para ellos es una expresión poco menos que diabólica. Es el día más importante para ellos porque es cuando pueden dar rienda suelta a todo el odio visceral hacia este sector por sus prejuicios políticos e ideológicos. En el resto del año no ven películas españolas. Por eso suena raro que las critiquen. Siempre que escucho a alguien descalificar, así en su conjunto, al cine español me pregunto cuál será la última película española que han visto y con qué frecuencia acuden a las salas de cine a ver cine español. Porque cine español hay mucho y variado. ¿O es que todo el cine estadounidense, francés o británico es excelente o una patraña? Habrá de todo, digo yo. Pero en fin, es ley de vida. La politización de la gala es criticada hoy por los de siempre. No porque les desagrade que la gente del cine opine sobre cuestiones de actualidad y se moje en temas políticos, sino porque no lo hacen en favor de la opción política que ellos defienden. Viva el cine, a secas. Sin apellidos. El buen cine. Como el que representan muchas de las cintas premiadas y nominadas ayer.
 

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