El factor humano

La muerte de Nelson Mandela el 5 de diciembre nos arrebató a uno de los personajes más admirados del mundo. Nos arrebató su vida, su presencia física, porque quienes han construido ejemplares procesos como el de la lucha contra el apartheid que él encabezó dejan con su vida el mejor legado posible, un legado imborrable que les mantiene con vida. Por eso, lo mejor que podemos hacer para honrar a Mandela es conocer más sobre su vida. Ese impulso por conocer detalles sobre la biografía del expresidente sudafricano me llevó a leer El factor humano, magnífico libro de John Carlin centrado en los últimos años de Mandela en prisión, cuando comenzó las negociaciones desde la cárcel con miembros el régimen racista sudafricano, y en sus primeros años de presidencia, con la Copa del Mundo de rugby celebrado en Sudáfrica y ganado por la selección anfitriona, hasta ese momento, un símbolo más del apartheid. 

En este libro está basada la película Invictus, que elimina los componentes más políticos de la obra, simplificándolo en gran medida, para centrarse en cómo utilizó, con gran sabiduría y astucia, Mandela al rugby, religión para los blancos de Sudáfrica, para unir a todos los ciudadanos del país en torno a su selección. Para eso, tuvo que convencer a la comunidad negra de apoyar un equipo que simbolizaba el régimen que los había discriminado durante tantos años tan sólo por el color de su piel. Cesiones y renuncias complicadas que sirvieron para labrar la convivencia. La potente historia de los Springboks, sin duda, es carne de película. Parece una historia de ficción, por el simbolismo y la grandeza de todo lo ocurrido en torno al Mundial de rugby, pero fue real. Un cuento de hadas con todo para construir un relato cinematográfico con gran magnetismo. 

En efecto, la utilización del rugby, algo sagrado para los blancos de Sudáfrica, en el objetivo de construir un país multicolor y de convivencia pacífica es uno de los elementos centrales de ese gran libro del periodista y escritor John Carlin. Pero hay muchos más aspectos relevantes que sirven para conocer algo más la carismática y excepcional personalidad de Nelson Mandela. Carlin narra cómo fueron los primeros contactos entre el líder de la resistencia negra con el régimen del apartheid. En esos primeros encuentros, vemos el efecto que, una tras otra, Mandela provoca en todas las personas a las que conoce. Les hacía sentirse especiales, sabía ganarse a todo el mundo, incluso a quienes habían sido educados en el odio contra él, tildado de vil y miserable terrorista. 

La salida de prisión de Mandela, con ese primer discurso poco prometedor seguido de una rueda de prensa al día siguiente multitudinaria con periodistas de medios de todo el mundo en la que Mandela deslizó mensajes de perdón y convivencia, pero también con dureza contra un régimen tan espantoso como el que gobernaba en Sudáfrica y excluía a una inmensa mayoría de la población. No renunció en ese primer momento a la resistencia armada contra el apartheid, por ejemplo. Pero en sus palabras se podía entender ya la voluntad de construir un país donde todos, blancos y negros, convivieran sin odios radiales. 

En el libro se cuentan algunos detalles asombrosos y terribles de lo que suponía el apartheid. El que más me impactó fue aquel en el que se cuenta que existía un registro de razas (blancos, indios, negros...) y la posibilidad de cambiar de razas, pasando un examen para acreditar, por ejemplo, que se podía pasar del registro de negros, auténticos parias, personas discriminadas en cualquier mínimo aspecto de la sociedad cotidiana, al de blancos. Algo odioso y que cuesta creer que existiera hasta hace unos años. Mandela eliminó este régimen sin recurrir a la violencia, integrando a los rivales, convenciendo con la palabra y sumando en lugar de dividir a la población. Todo en ello, en un clima muy próximo a la guerra civil. A punto estuvo Sudáfrica de caer en un enfrentamiento fratricida, como el asesinato del líder negro Chris Hani, en 1993, o la invasión militar al centro de convenciones donde se celebraban las negociaciones por la convivencia y para construir una nueva Sudáfrica arcoíris. Pero se logró reconducir la situación, no sin enfrentamientos y brotes de violencia. 

También es muy atractiva la historia de los hermanos Vijloen, Braam y Constand. Uno, religioso que criticó con dureza el apartheid y aseguró, contra muchos de los sacerdotes de su confesión religiosa, que el racismo y la exclusión a la comunidad negra no procedía de las sagradas escrituras. El otro, militar al frente del ejército del apartheid que se convenció de defender sus ideas en política presentándose a las elecciones y renunciando a la violencia y el golpe de Estado para dinamitar las negociaciones entre el régimen del apartheid y Mandela. Los dos simbolizan también lo que vivió Sudáfrica en aquellos años tan duros en los que se labró un futuro democrático y en convivencia. Los dos estuvieron distanciados y nunca hablaron de política durante los años más complicados del proceso de construcción nacional, pero después se acercaron, como ocurrió en todo el país con las distintas corrientes existentes en el país. 

Sobre el Mundial de rugby, es muy interesante todo lo que se cuenta. La astucia de Mandela, convirtiendo este símbolo del régimen racista en un punto de unión entre todos los sudafricanos. Los negros siempre iban a favor del equipo rival de los Springboks. Lograr que sintieran como propio ese equipo fue una labor titánica en la que, bajo la dirección de Mandela, hicieron un gran trabajo personas como Moré du Plesis, manager del equipo, o Françoise Pienard, capitán del equipos. Ambos blancos afrikaners que hicieron un esfuerzo por aprender la letra del himno de la comunidad negra, convertido en oficial junto al de los blancos, o haciendo giras para acercar el rugby a todos los sudafricanos. El punto álgido, la final de ese Mundial de 1995 que ganó Sudáfrica en la prórroga, fue un éxito que trascendió lo deportivo. "No quedó un ojo seco en el estadio", se explica en el libro. Fue una victoria deportiva, pero fue también, y sobre todo, un éxito político y social. Un país que pasó del racismo y el odio a la convivencia y la democracia. Todo ello bajo la capitanía de un ser extraordinario cuyo ejemplo siempre será recordado. 

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