El escándalo de los ERE

La Junta de Andalucía nos quiso hacer ver, creo que todavía andan en ese empeño inútil, que el escándalo de los ERE fraudulentos fue cosa de cuatro golfos. También se agarran a su otro gran argumento de defensa: sembrar dudas sobre la jueza Mercerdes Alaya, quien instruye este nauseabundo caso de corrupción en el que, presuntamente, muchos más de cuatro golfos utilizaban dinero destinado a las personas desempleadas para fines particulares o de manera irregular. Ayer declaró ante la juez la exministra de Fomento y exconsejera andaluza Magdalena Álvarez. Fue imputada por malversación y prevaricación. Ella defendió que el sistema de los ERE fue legal y que su gestión fue "transparente y clara". No lo cree así la jueza. 

Al mismo tiempo que Álvarez, por cierto, con un puesto en el Banco Europeo de inversiones, declaraba ante la justicia, la policía arrestaba a nueve personas relacionadas con el caso de los ERE. Entre los detenidos están Salvador Mera, secretario general de UGT en la provincia de Cádiz, y el exdirigente de Comisiones Obreras Roberto Carmona. También fue arrestado Enrique Rodríguez Contreras, exgerente del Instituto de Fomento de Andalucía (IFA) y director de Empleo en la Diputación de Sevilla. Parece que nadie se quedaba fuera de esta presunta red ilegal, ya que entre los arrestados también está Ángel Quesada, empresario y vicepresidente de la patronal hotelera de Málaga. 

Todo en este caso, que naturalmente deberá dilucidar la Justicia, huele a podrido. Apesta. Apesta, por ejemplo, que presuntamente los sindicatos cobraran comisiones por organizar o participar en EREs fraudulentos. Apesta que dinero público escape del más mínimo control para sus fines lícitos y se destine a un sistema presuntamente irregular. Apesta, desde luego, que la Junta de Andalucía trate de minimizar el escándalo pese a la enorme cantidad de personas imputadas en la trama y a la magnitud del dinero que podría haberse malversado. Y apesta, muy particularmente, que el gobierno andaluz y algunos incondicionales mediáticos parezcan más ocupados en buscar errores y faltas a la jueza que instruye el caso que preocupados por esclarecer esta enorme sombra de sospecha que continúa oscureciendo los últimos años de gobierno socialista en aquella región.

Como digo, hay que dejar actuar a la Justicia. Pero esta trama más parece algo perfectamente planificado y organizado desde muy arriba, eso piensa la jueza Alaya, que una actitud irregular que de manera unilateral emprendieron unos pocos trabajadores de la Junta escapando del control de sus superiores. Quieran o no, este escándalo genera dudas, muchas dudas, sobre el buen funcionamiento del gobierno andaluz en las últimas décadas, todas ellas bajo el mismo partido. Manuel Chaves y José Antonio Griñán, expresidentes de la Junta, como mínimo por su responsabilidad de vigilar lo que ocurría en la Junta bajo su mandato, como mínimo por omisión, se ven concernidos por este escándalo. De momento, este apestoso caso de corrupción pone en entredicho muchas cosas, deja en cuarentena el sistema que ha gobernando Andalucía en los últimos años. 

Lo mismo decimos de la presencia de sindicatos en este escándalo lo que, sumado a las revelaciones sobre presuntas irregularidades económicas de UGT que está realizando el diario El Mundo, enciende una luz roja de alarma sobre las centrales sindicales que deben atender. Convendría que no miraran para otro lado. Creo que los sindicatos, como parte del sistema que son, no gozan hoy en día de gran popularidad entre la población. Su presencia en el escándalo de los ERE y estas noticias alarmantes sobre facturas falsas no hacen sino aumentar los receles que despiertan. Los ciudadanos pueden pensar a la luz de estas informaciones que han formado parte de un gran sistema corrupto, arbitrario y de amiguismo político durante los últimos años en Andalucía. A eso señala todo, no nos engañemos. No parece un caso aislado. Siembra sospechas, veremos si luego se ven refrendadas o no, sobre todo el sistema político andaluz de las dos últimas décadas. Decía George Shaw que "los gobiernos y los pañales deben ser cambiados con frecuencia, ambos por la misma razón". 

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