Capital del dolor

Con su estilo impecable de orfebre del lenguaje, donde no hay una sola descripción que no deslumbre, ni una sola línea descuidada, Francisco Umbral cautiva al lector. Por cómo mima el idioma, cada texto de Umbral tiene el valor de la gran literatura, el que solo puede emanar del prodigioso talento de los grandes hombres de letras como él. Fallecido el maestro, su extensa obra queda como legado de uno de los más destacados escritores del último siglo en España. En este caso hablo de Capital del dolor, una novela ambientada en el comienzo de la guerra civil, el resurgir de la Falange y la adolescencia perdida. 

A través del personaje del joven Paulo y sus amigos, Umbral narra cómo va sedimentando el odio y el enfrentamiento, cómo va naciendo ese fascismo patrio que se construyó en España a imagen y semejanza del italiano y que sirvió de soporte ideológico al franquismo. El comienzo de la guerra. Los enfrentamientos entre los obreros, a los que Paulo se sentirá más próximo pese a pertenecer a otra clase social, y los jóvenes reclutados por las palabras grandiosas y heroicas de la Falange, con la perversión del lenguaje de José Antonio Primo de Rivera y otros falangistas que pasean por estas páginas. 

Lo más destacado de la novela es que el autor hace un retrato excepcional de aquella época yendo de lo pequeño a lo grande. De lo particular a lo general. La historia de un joven poeta en una pequeña ciudad castellana (no se nombra en todo el libro, pero se trata de Valladolid) sirve para contar ese momento clave de la historia de España. A través de ese relato menor en apariencia, se nos pinta un retablo de aquellos años de muertes, despedida de ilusiones democráticas y nacimiento de una losa que aplastaría la libre voluntad de los españoles durante décadas. A Paulo le gusta escribir, tiene talento. Disfruta en los locales de flamenco, visita con asiduidad a una prostituta, se encuentra cómodo en esos ambientes nocturnos y bohemios que la Falange detesta. Paulo será tentado varias veces para formar parte de este nuevo movimiento, pero a él no le convence. Le espanta la violencia y le hace desconfiar y temer la retórica hueca de sus discursos. 

A través del joven escritor vemos cómo sus amigos se sienten atraídos por esos discursos huecos, cómo muchos van a la guerra y otras tantos a la cárcel. Mueren seres queridos de Paulo y los cadáveres son apilados allá donde jugaba con sus amigos adolescentes, donde se reunían para hablar de la vida. Uno de esos amigos, Pepe, se convierte en el líder juvenil de la Falange, al frente de los grupos violentos que purgan la ciudad de sindicalistas y simpatizantes de la izquierda. Maravilla la destreza del autor para construir un relato sensacional sobre aquella época a través de esos personajes, de esas historias pequeñas. El amor que sentirá Paulo por Constitución, la hija de un ferroviario llamada así por la esperanza en la II República de su progenitor. Símbolos todos los personajes de la deriva de violencia y desgarro en la que se sumió el país con el golpe de Estado de 1936, de la muerte de la inocencia y la esperanza 

Con Paulo recorremos Valladolid y entramos en la redacción de un periódico liberal dirigido por Cossío en el que colaborará. Vamos por locales y cafés donde se reúnen los artistas de la ciudad. Cada pasaje de la obra es delicioso. Por el estilo excepcional del autor y porque, a través de sucesos aparentemente menores, de vidas corrientes, se aprecia el surgimiento de ese odio visceral entre las dos Españas, de ese enfrentamiento irreconciliable, del desprecio absoluto de los golpistas hacia los otros, a quienes se depura por cuestiones políticas. Una novela dura, porque es duro siempre recordar cómo tu país se torció en el camino de la Historia, pero sensacional. Por su trama y por el talento desbordante de su autor. 

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