Segundo aniversario del 15-M

Justo hoy hace dos años que nació el 15-M. Ese movimiento social que, partidarios o detractores, nadie podrá negar que ha tenido su importancia y que ha despertado no pocos debates en nuestro país. Un movimiento heterogéneo, muy difícil de definir, a veces incluso de comprender. Contradictorio, asambleario, diverso, plural. Han pasado dos años y el movimiento ha cambiado, incluso se ha dividido en diferentes vertientes. Creo que el balance es positivo, sinceramente. Al calor del 15-M ha habido comportamientos que no comparto en absoluto, pero pienso que por lo general, este movimiento ha aportado más aspectos positivos que negativos.

En primer lugar, el 15-M fue un grito de la ciudadanía, una explosión de hartazgo e indignación con la crisis económica, con los incesantes casos de corrupción, con la predominante e insoportable sensación de que los que menos culpa tienen de la situación económica adversa que estamos sufriendo eran (y son) los que más tenían que pagar los platos rotos. Sólo por eso, sólo por lo que significó el 15-M en aquel momento, ya aportó algo formidable. La movilización de la ciudadanía al margen de ideologías. Estábamos en plena campaña electoral para las elecciones autonómicas y municipales del 22 de mayo de 2011 y la actualidad mediática dirigió sus miradas a la Puerta del Sol de Madrid, donde ciudadanos anónimos se dieron cita para mostrar su descontento con lo que estaban viendo en su país y su firme determinación a hacer algo para cambiarlo. En cierta forma se dio la espalda a los políticos, que seguían lanzando sus mensajes insulsos y huecos de campaña. 

En esos días se decía, yo el primero, que la sociedad estaba dormida. Nos preguntábamos qué tenía que pasar para que la gente saliera a la calle a gritar "basta". El paro no paraba de crecer, la corrupción política era una realidad, las medidas económicas que se aplicaban venían impuestas desde la UE y consistían siempre en apretar las tuercas a los ciudadanos. Había mil y un motivos para indignarse. Y muchos ciudadanos lo hicieron. No movidos por turbios intereses ocultos o por prejuicios ideológicos, sino por la ilusión de ver la pureza (próxima a la utopía) de un movimiento ciudadano formado por personas iguales que querían cambiar las cosas. Se cuente lo que se cuente, el 15-M, al menos en esos primeros momentos, no fue una oscura operación conspiratoria contra nadie ni promovida por ninguna corriente política. Al menos, eso es lo que creo muy sinceramente. Fue un movimiento ciudadano espontáneo e improvisado en gran medida que atrajo a miles de ciudadanos descontentos y deseosos de ver un país mejor. 

Fue una explosión cívica y totalmente pacífica. Algunos altercados ajenos al espíritu original del movimiento y algunas actitudes violentas bajo la marca más o menos visible del 15-M que se han sucedido desde su nacimiento, que en todo caso son las menos, no pueden ocultar que en el ADN de este movimiento es pacifico. No buscan recurrir a la violencia. Ha habido hechos aislados totalmente reprobables y denunciables, pero nunca han sido representativos del conjunto del 15-M, compuesto por ciudadanos de todas las edades y de todos los colores políticos que reniegan de la violencia. 

Como digo, el 15-M ha derivado en distintas corrientes. Algunas de ellas, como la asociación Democracia Real Ya (DRY) se están planteando constituirse como partido político y concurrir a las elecciones. La próxima cita sería las europeas de 2014. Otros piensan que es mejor dejarlo para las municipales y autonómicas de 2015. En cualquier caso, el gran debate está encima de la mesa. ¿Debe el 15-M dar el salto a la política partidista e institucional para intentar cambiar ese sistema que critica desde dentro? Es un debate que ya existía antes de que algunos dirigentes políticos se envalentonaran con declaraciones chulescas poco menos que retando a estos movimientos sociales a presentarse a las elecciones. Y es una discusión nada sencilla con argumentos a favor y en contra, con férreos oponentes y firmes defensores.

Yo creo que el 15-M haría muy bien en dar ese paso. Entrar en política no es la expresión adecuada para definir ese hipotético salto a la formación de un partido , porque creo que este movimiento ha sido político desde su nacimiento No digo político entendido como movimiento al servicio de un interés partidista, no. Digo político en el sentido estricto de la palabra. Claro que el 15-M es político. Siempre lo ha sido. Los miembros de este movimiento creen que el sistema político actual no funciona y defienden cambiarlo de pleno. Están su derecho, pero ese tipo de cambios debe hacerse desde dentro. ¿Tendría perspectivas electorales el 15-M? No es sencillo aventurarlo. 

Las encuestas nos muestran varias tendencias. Una es la crisis del bipartidismo. PP y PSOE alcanzaron en sus mejores años porcentajes de voto en torno al 80%. Hoy quedan muy por debajo de ello, no mucho más que el 45%. El porcentaje de personas descontentas con la clase política es elevadísimo y los que confían en el presidente del gobierno o en el líder de la oposición son su familia y poco más. Menos del 10% de la población. Todos los líderes políticos suspenden en valoración ciudadana. Por el contrario, los movimientos sociales son apoyados mayoritariamente por los españoles, según reflejan los sondeos. Las acciones del 15-M o movimientos de su órbita, como la PAH, son secundados, incluso los más polémicos como los escraches. La participación en las elecciones sería baja y hay un porcentaje superior al 40% de personas que, a día de hoy, no acudirían a las urnas. Los movimientos sociales son de las instituciones más valoradas por los ciudadanos. Si esto fuera una operación matemática sencilla de sumas y restas, parecería evidente que el 15-M tiene un electorado potencial considerable. Pero no lo son. Puede haber muchas personas que apoyen al 15-M precisamente porque está fuera de las instituciones y que no perdonaría que dieran el paso de entrar en ellas, aunque fuera para cambiarlas. No es menos cierto que las manifestaciones de conmemoración de este segundo aniversario no han sido demasiado concurridas, no tanto como las del primero, por ejemplo. 

Existe también la incertidumbre de quién sería el líder del partido. Hay corrientes defensoras de ofrecer el cartel electoral de una hipotética formación de indignados a personajes relevantes que podrían casar muy bien con sus planteamiento. Suenan dos nombres: Baltasar Garzón y Julio Anguita. Otra opción que se plantea es la de situar al frente de esa posible candidatura a alguna persona reconocida de las acciones sociales que se han llevado a cabo estos últimos años. Aquí la candidata posible sería Ada Colau, líder de la PAH. Pero hay muchos defensores del 15-M que no apoyarían desvirtuar el espíritu del movimiento, que nunca ha tenido portavoces oficiales, ni líderes ni jerarquías. Todo esto son elucubraciones, no mucha más que rumores y reflexiones que pululan en en entorno del movimiento que hoy cumple 2 años. Lo que está claro es que, pasado este tiempo, toca hacer balance autocrítico de su evolución y decidir cuál es el siguiente paso. Parece que una parte importante de los simpatizantes piensan en crear un partido político. Veremos. 

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