Huelga educativa

El gobierno tiene previsto aprobar mañana la enésima reforma educativa. Para protestar contra ella, hoy se ha convocado una huelga general de la enseñanza en todos los niveles educativos, desde la guardería hasta la universidad. La huelga es la culminación de cientos de actos en toda España convocados por la Plataforma por la Escuela Pública, donde están sindicatos de profesores, la confederación de padres y madres CEAPA y el Sindicato de Estudiantes. No es unánime la oposición a esta reforma educativa, pero sí muy numerosa. Están unidos en su crítica profesores, padres y alumnos. No sólo se censura la ley, en especial algunos puntos de ésta, sino también los recortes en Educación que se han sucedido en los últimos años y la falta de diálogo del Ministerio con la comunidad educativa.

Motivos para el descontento hay unos cuantos. Si empezamos por los ajustes que han sufrido todos los niveles de la enseñanza, una rápida enumeración habla de aumento del número de alumnos por clase, empeoramiento de las condiciones laborales de los profesores, despido o no renovación de miles de profesores interinos, aumento desorbitado de las tasas universitarias... Esto, en una primera lista de medidas que empeoran la educación en España y hacen más difícil el cumplimiento del principio esencial de la igualdad de oportunidades. 

He escrito sobre ello en numerosas ocasiones en este blog, pero como considero que es un asunto de enorme importancia no pasa nada por repetirlo, ya me lo perdonarán. Con la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), que mañana aprobará el gobierno en el Consejo de Ministros, y aunque se presente como una reforma de la ley actualmente vigente y no como una norma nueva, serán ocho leyes educativas las que habrán sido aprobadas en el periodo de la democracia. Ocho leyes. Una sucesión casi interminable de siglas de distintas normas que, podemos decirlo con claridad, comparten dos aspectos: su incuestionable fracaso (las cifras de la educación en España son desoladoras) y que ninguna de ellas fueron fruto del consenso de distintos partidos políticos en colaboración con la comunidad educativa. Cada una tenía una visión de la enseñanza y hasta de la sociedad que era el sello del legislador. Cambio de gobierno y de mayoría en las Cortes, cambio de ley educativa. ha sido la tónica general, casi sin excepciones, de las últimas décadas. Los resultados no podrían haber sido más desastrosos.

Vivimos en un país en el que se tiende a convertirlo todo en arma de confrontación política. Absolutamente todo. En los países más avanzados, hay una serie de cuestiones, eso que se llama asuntos de Estado, que son invariables esté quien esté al frente del gobierno. La política exterior, por ejemplo, no varía con un cambio de ejecutivo. Los funcionarios saben que en su día a día no experimentarán grandes novedades. Por supuesto, con cada gobierno que llegue no se hará una reforma educativa nueva. Son países avanzados y serios, ya digo, otra historia.

La LOMCE es la aportación del actual gobierno a esta despropósito histórico que es la educación en España. Tan sólo unas siglas más, un proyecto frustrado más, el nombre de un nuevo titular de Educación, los mismos errores de siempre, la misma falta de consenso, la misma invasión impresentable de la ideología en un asunto que debería estar por encima de ella. Aquí no se libra nadie. No comparto la opinión de quienes achacan este afán por llenar de principios ideológicos propios las aulas sólo al PP. En absoluto. Lamentablemente, el PSOE no puede presumir de ningún logro en materia educativa. Todos y cada uno de los gobiernos han fracasado estrepitosamente en este área porque la cifra de abandono escolar tempano es alarmante (ronda el 25% actualmente), porque la calidad de la enseñanza española deja mucho que desear (ahí están los informes PISA) y porque la universidad española está a años luz de los primeros puestos en cualquier ranking mundial. Eso por mencionar sólo tres defectos particularmente graves de la educación en nuestro país.

Por lo tanto, comparto la oposición a la LOMCE y, por supuesto, las críticas sin paliativos a los recortes en Educación que ha emprendido este gobierno. Pero creo que no comparto del todo las motivaciones que hay detrás de gran parte de las personas que hoy se manifiestan contra esta reforma. No estoy seguro, al menos, de estar en la misma onda. La crítica a la nueva ley educativa no puede ser en absoluto una defensa del sistema actual, porque a todas luces no funciona. Quiero decir que criticar todos y cada uno de los errores de este gobierno en materia educativa, que son muchos, es algo necesario, pero por favor, no lo hagamos en contraposición al modelo actual y con pretensiones de conservarlo tal cual está, cuando es evidente que hace aguas por todos lados.

Lo que necesita la educación en España es consenso, diálogo. Que la ley educativa definitiva sea hija de una gran mesa de la Educación en la que estén representados partidos políticos, profesores, padres de alumnos y todos aquellos actores que tengan algo que decir en este campo troncal para la sociedad. Una voluntad real de acuerdo entre todos lo agentes de la comunidad educativa. Eso es lo que necesitamos. Que el sistema educativo sea la joya de la corona, que sea una apuesta estratégica del país. Que no veamos el presupuesto en Educación como una partida de la que se puede recortar en tiempos de crisis, sino como una inversión de cara al futuro que debemos mimar y proteger. Porque el futuro del país depende de la educación que demos a los niños del presente.

Se debe buscar un consenso. Por ello, mi primera crítica a esta ley es precisamente que ha huido del pacto con la comunidad educativa. Es un pecado original muy serio, porque cuando haya un cambio de gobierno quienes ahora acusan al PP de hacer una ley educativa a su medida,  ideológica y sin dialogar con nadie (con razón, muy probablemente) harán exactamente lo mismo y no contarán para nada con quienes tienen una concepción de la enseñanza distinta a la suya. Lo que hay que hacer es sentar unos principios básicos comunes, librar a la educación de esa asfixiante manía tan española de mirarlo todo desde el prisma de la política y la ideología.


La LOMCE incluye novedades significativas. El Estado central fijará los contenidos de las materias troncales de primaria, secundaria y bachiller. Sinceramente, no veo nada criticable en ello, más bien todo lo contrario. Otro cambio, este más discutible, es el de la inclusión de reválidas al final de cada ciclos educativo: primaria, ESO y Bachillerato. Evaluaciones externas que, en los dos últimos ciclos, será obligatorio aprobar para pasar de curso. Creo que no es éste el mejor sistema posible de evaluación. Además, las universidades podrán hacer pruebas de acceso para cada carrera si así lo desean. Pienso que lo más desacertado de la ley es lo pronto que los alumnos tendrán que empezar a elegir el itinerario que quieran seguir. Ya en tercero de la ESO, con 14 años, deberán elegir asignaturas optativas dirigidas hacia la FP o hacia Bachillerato. Es demasiado pronto para que un estudiante sepa ya a ciencia cierta por dónde desea encaminar su futuro académico y profesional.

Igualmente considero un grave error que se recupere una asignatura alternativa a religión llamada Valores Culturales y Sociales en primera, y Valores Éticos en secundaria. Ética debería ser obligatoria y común para todos los alumnos, en absoluto una optativa alternativa a la asignatura de religión. Es inaceptable que esos valores culturales y éticos que pregona el nombre de la materia se presenten como alternativa a la religión, cuando en realidad son principios universales, que necesitan conocer todos los alumnos. Es un despropósito que se dé la imagen de que religión y ética son cuestiones incompatibles, o que quien aprende la religión católica ya tiene esos valores éticos que se enseñarán a los que elijan la otra vía. Qué disparate. Por último, los críticos de la LOMCE censuran la protección que se da a los centros concertados que segregan por sexos.

¿Por qué cuesta tanto en España crear esa gran Mesa de la Educación para estudiar entre todos un sistema educativo válido? ¿Por qué no dejamos a un lado nuestros rancios prejuicios ideológicos (y miro a izquierda y derecha cuando digo esto) para explorar otros sistemas educativos modélicos en otras partes del mundo? ¿Por qué recortamos en educación y ponemos en riesgo serio la igualdad de oportunidades con el aumento drástico de las tasas universitarias (aquí miro a derecha)? ¿Por qué no nos tomamos en serio de una vez por todas la Educación y la cuidamos entre todos como merece una materia clave en el futuro de nuestra sociedad? 

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