Discursos políticos de Manuel Azaña

Manuel Azaña fue una de las personalidades más destacadas del siglo XX español. Una de las mentes más lúcidas de su tiempo. El libro sobre sus discursos políticos editados por Santos Juliá es un ejemplar fascinante para aquel que se quiera aproximar a este referente político e intelectual de la España del pasado siglo. Una forma distinta de recorrer la historia de la II República a través de los discursos de quien fue su presidente. Resulta imposible leer este libro sin lamentar la tónica general de mediocridad y discursos vacíos que imperan en el panorama político actual.

En el libro se seleccionan numerosos discursos públicos de Azaña en distintos momentos de su vida. Su defensa de la democracia y la libertad cuando eso en España era toda una quimera; su oposición frontal a la dictadura de Primo de Rivera y al papel de complicidad del rey Alfonso XIII; su apuesta por una república como modelo de Estado; sus brillantes miradas al pasado de España; su satisfacción con la llegada de la II República; sus discursos cuando está al frente del gobierno republicano en su primer bienio; su crítica al gobierno del Partido Radical de Lerroux con el apoyo de la CEDA; su defensa de la creación de un bloque de defensores de la República que se agruparían en el Frente Popular; su indignación ante el golpe de Estado del general Franco y la desolación ante la Guerra Civil. En resumen, un periodo trascendente de la Historia de España contado a través de los discursos, siempre bien escritos, explicados de forma excepcional,  con brillantez y abundancia de argumentos razonados, de uno de sus personajes clave.

Maravilla leer las reflexiones de Azaña. En ninguno de los discursos que componen la obra, ni uno solo, ni siquiera en los que pronuncia en momentos desesperados como en mitad de la Guerra Civil, el político español se deja llevar por razones sentimentales o pasionales alejadas de la razón. Siempre, en toda circunstancia, elabora discursos que podrán estar en lo cierto o no, pero en los que incluye razonamientos lógicos, explicaciones claras y bien elaboradas. Santos Juliá, historiador encargado de esta obra que seleccionó los textos y comentó el contexto en el que cada uno de esos discursos fue pronunciado, explica que Manuel Azaña siempre estuvo "convencido del poder de la palabra como herramienta política". Como para no estarlo. Fue una mente en constante ebullición, un pensador lúcido y admirable, uno de los mejores oradores que ha conocido este país, un hombre razonable y sensato siempre dispuesto al diálogo y a entender al contrario. 

Azaña defiende con firmeza y convicción las bondades de la República en nuestro país. Apela en sus discursos al daño que la monarquía infligió al país y presente al sistema republicano como el liberador para el pueblo español. Apuesta por la libertad, la igualdad de oportunidades, la educación, la convivencia pacífica de todas las regiones, la defensa razonada de las posturas políticas contrarias. El encaje de las aspiraciones de Cataluña en el resto de España es un asunto abordado en varios discursos de esta obra, aquellos en los que defiende la necesidad del Estatuto de autonomía catalán que aprobó la República en su primer bienio con Azaña al frente. Él siempre fue partidario de integrar esas aspiraciones del pueblo catalán al conjunto del Estado. Dedica varios discursos a defender los estrechos lazos de unión entre Cataluña y el resto de España. Se mostró convencido de que el Estatuto serviría para poner fin a las tensiones territoriales.

La ley de reforma agraria, otro de los ejes de actuación de la República de 1931 a 1933, se hace un hueco en los discursos de Azaña. La defiende por una cuestión de humanidad con las personas que trabajan las tierras. Descarta en sus comparecencias las acusaciones de radical o incluso marxista, nada menos, que se le hacía desde la oposición. Se trata de hacer justicia. Un hilo argumental de todos sus discursos consiste en señalar que la República no puede suponer tan sólo un cambio de régimen, una modificación estética, "de mentirijilla". Debe significar un cambio radical, "una revolución pacífica". No vale con cambiar los caciques de la época monárquica por unos nuevos caciques, no se pueden seguir con los mismos patrones de conducta. Es un cambio de modelo de Estado, un cambio político pero también social. La República trae un espíritu transformador en su conjunto de la sociedad español, defendió siempre Azaña. No es cambiar a Alfonso XIII por otro señor "no tan bien vestido" que le tome el relevo al frente del país. Hay que cambiarlo todo. 

Por otro lado, la relación del Estado con la Iglesia católica ocupa parte de sus reflexiones. En contra de lo que pueda parecer, no es un tema central de sus discursos, al menos no de los seleccionados en esta obra. Se presenta como un firme defensor de la libertad de creencias y de culto. Cada cual puede profesar la fe que considere oportuna, pero el Estado debe ser aconfesional. Insiste en varias ocasiones en que él no va contra la Iglesia, sino que defiende al Estado en sus competencias educativas y propugna un principio tan elemental como la libertad de culto. 

Sus discursos cuando está al frente del gobierno (1931-1933) dan cuenta de sus proyectos y de los debates sobre coaliciones y pactos con distintas formaciones de la Cámara. Su partido, Alianza Republicana, no tenía, de hecho, la mayoría de los diputados en el Parlamento, pero Azaña fue nombrado presidente del gobierno de coalición con otras fuerzas republicanas y con los socialistas. La división de este bloque de cara a las elecciones de 1993 provoca su fracaso en las elecciones y la llegada al gobierno del Partido Radical de Lerroux aliado con la CEDA, fuerza política de la derecha republicana. Fue un periodo de gobierno muy inestable que Azaña critica con severidad porque entiende que en el gabinete hay personas contrarias al régimen republicano que lo están dinamitando desde dentro y que, en realidad, no creen en él. Se cuida mucho de alentar revueltas como la revolución de octubre en Asturias o la rebelión de la Generalitat. Él no está detrás de ellas ni las apoya, pero a pesar de ello será detenido y estará preso durante 3 meses. 

Llama a la unidad de las fuerzas republicanas porque la ley electoral facilita a las coaliciones de partidos. Lo que no pudo ser en 1933 sí fue en 1936, con la formación del Frente Popular. Este alianza de partidos de izquierdas llegó al gobierno y Azaña volvió a la presidencia del gobierno. El clima era muy tenso y Azaña llama a la tranquilidad mientras alerta de la crispación que percibe al llegar al ejecutivo. El 18 de julio de 1936 se confirman los peores augurios. Un grupo de militares da un golpe de Estado contra el gobierno legítimo de la República. Pocos después, el 23 de ese mes, Manuel Azaña se dirige a la población española en un discurso radiofónico. "En esta hora trágica", se titula esta desgarradora e histórica alocución. Llama a defender la República y lamenta el ataque a la democracia. Pronto alertará de la vertiente internacional que adquiere la Guerra Civil española. Supo ver que se trataba de un campo de experimentos para potencias como Alemania e Italia de cara a la II Guerra Mundial. Se recluyó durante meses en Barcelona, descontento y apesadumbrado por la barbarie que llena su país. En su último discurso público, el 18 de julio de 1938, dos años después del golpe de Estado, con España aún en guerra, Azaña se muestra completamente desolado. Nunca nadie será capaz de calibrar el daño que la guerra hará a España. Aún se muestra confiado en la victoria de la República, aunque en realidad es consciente en estos momentos de que será tarea realmente complicada. Pide que el final de la guerra en el país se rija por tres valores: "paz, piedad y perdón". 

El presidente de la República se exilió a Francia y allí murió el 3 de noviembre de 1940. Lo hizo lejos de su país y con la decepción de quien ve fracasar el proyecto político al que había dedicado una parte importante de su vida, por el que siempre apostó, el que siempre apreció como la mejor opción de progreso en España. La historia de lo que pudo ser y no fue. La historia de un periodo interesante y trágico de nuestro pasado narrada a través de los impecables discursos políticos de una de las personalidades más relevantes del siglo XX español. Con sus aciertos y sus errores, un animal político, un pensador notable que, cosa extraña hoy en día, cuando hablaba era porque tenía algo interesante y sensato que decir. Siempre razonado. Un hombre que, como dice en uno de sus discursos, tuvo dos grandes credos en la vida: el amor a su país y el amor a la libertad que no es la que hace felices a los hombres, sino la que los hace sencillamente hombres. 

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