Torres involucra a la Casa Real en el caso Nóos

Y Diego Torres cogió su fusil. El ex socio de Iñaki Urdangarin está decidido a tirar de la manta, a arrastrar a cuantas personas pueda en su caída. Su estrategia de defensa es clara: implicar a la Casa Real en el caso Nóos. Así, ayer declaró ante el juez Castro que la Infanta Cristina estaba al tanto de la gestión del supuesto instituto sin ánimo de lucro. La hija del Rey es la única persona de los cinco miembros del Consejo de Administración de Nóos que no está imputada. Pero no se quedó ahí. Dio a entender con bastante claridad que Don Juan Carlos estaba al tanto de todo, o de bastantes cosas. Una reunión en la que se gestó el Valencia Summit, uno de los eventos investigados, se celebró en Zarzuela, según la versión de Torres. Allí habrían negociado la organización de este evento el entonces presidente valenciano, Francisco Camps (que ha negado que tal reunión existiera); la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá y los dos dirigentes de Nóos, el duque de Palma y el propio Torres. 

Por si todo esto fuera poco, Torres inundó el tribunal de justicia de correos electrónicos presuntamente comprometedores contra la Casa Real. Entre ellos, alguno en el que Urdangarin y Torres hablan de "el jefe" o se menciona expresamente al suegro del duque en la mediación o facilitación de algún posible negocio poco decoroso. En ninguno de los correos conocidos hasta la fecha hay información que nos pueda llevar a pensar que el Rey lo conocía e incluso apoyaba todo. Pero estas pruebas presentadas por Torres desmontan la teoría cándida e inocente de que el Jefe del Estado se enteró, de la noche a la mañana, de los negocios oscuros de su yerno y actuó con la máxima diligencia. En la lista de correos, por cierto, aparece también la íntima amiga del Rey, la princesa Corinna.

La declaración de Diego Torres de ayer es la defensa de un hombre acusado de importantes delitos que, en su condición de imputado, puede mentir y adoptar la estrategia que le parezca más conveniente. Ahora bien, desacreditar todas y cada una de las afirmaciones de Diego Torres por el mero hecho de ser un imputado es complicado difícil de entender. Como si la historia no estuviera repleta de actuaciones judiciales que empezaron con un delincuente tirando de la manta. Pero es que además no hay sólo testimonios de Torres, sino que hay documentos y correos electrónicos. Que pueden ser manipulados, por supuesto, pero no presumamos que el juez es más tonto que todos nosotros y no tendrá forma de ponderar la importancia real de esos correos.

No nos podemos quedar, pues, con la versión de Torres sin más  creérnosla a pies juntillas. En eso estoy de acuerdo con la legión en defensa de la monarquía que ha salido ahora a explicar que no es raro ni preocupante lo que a todo el mundo le parece raro y preocupante.  Coincido con ellos también en que en estos momentos tan delicados para España, con tan severa crisis económica, política e institucional, que la monarquía como poder moderador y ancla de apoyo del país esté en el peor momento en décadas es una noticia alarmante. Ahora bien, ¿no estarán queriendo decir que puesto que la Casa Real ocupa la Jefatura del Estado y su papel es importante tenemos que tragar con todo? ¿No pretenderán que los españoles se quedan parados, como si nada hubiera pasado, cuando leen, por ejemplo, que en el Palacio de la Zarzuela se celebraron reuniones para los negocios de Nóos? La importancia de las instituciones y el papel que deben desempeñar en una sociedad dependen directamente de la actuación de quienes las encarnan Quienes tienen que cambiar la situación de descrédito de la clase política son los políticos haciendo bien su trabajo y quienes tienen que demostrar a los españoles que de verdad es necesaria la Casa Real para la estabilidad del país es la propia Casa Real con un comportamiento escrupuloso. Es decir, muy distinto al que hemos visto estos últimos tiempos y simboliza el caso Nóos. 

¿Es verdad que la Infanta Cristina no está imputada por ser hija del Rey y que cualquier persona plebeya estaría imputada de encontrarse en su situación? ¿Es cierto que el Rey conoció los negocios de Urdangarin e hizo la vista gorda? ¿Benefició el Jefe del Estado a su yerno contactos para hacer trapicheos turbios? ¿Se celebraron reuniones para cerrar alguno de esos acuerdos en los que se derrochó dinero público en el palacio de la Zarzuela? ¿Envió el Rey a su yerno a un exilio dorado con un sueldazo en una empresa que parece estar al servicio de colocar a tipos de moral dudosa? Esas preguntas, y otras muchas se hacen los españoles. Y a todas responden que sí. No hay que hacer juicios paralelos, pero por favor, no hagamos ver que no pasa nada cuando la más alta institución del Estado se instala en la sospecha y en la desconfianza ciudadana. Porque lo que pasa es gravísimo y una situación de extrema fragilidad en la Jefatura del Estado es lo que faltaba. 

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