Siria

Hace mucho tiempo que se cumplieron los peores temores en Siria, esos que advertían del riesgo de no hacer para frenar la sangría en aquel país, los que anunciaban que se podía caer en el pozo de convertir el conflicto en una rutina casi invisible en los medios de comunicación, en un tema que no provocara más que la frase de rigor en boca de los mandatarios de la comunidad internacional. Se ha llegado a ese punto, con una guerra civil en el país desde hace dos años que ha dejado cerca de 70.000 muertos según la ONU. De vez en cuando, algún líder mundial suelta, sin demasiada convicción, llamamientos al diálogo o a la resolución del conflicto. Pero no se consigue nada. Rusia y China no han recibido en ningún momento la gran presión que deberían haber padecido por seguir siendo los grandes soportes internacionales de un régimen dictatorial que extermina a su pueblo y viola sistemáticamente los Derechos Humanos.

La alta comisionaria de la ONU para los Derechos Humanos, Bavi Pillay, alertó esta semana de la terrible situación en Siria. Echó en cara al Consejo de Seguridad que no haya puesto final a esta sangrienta guerra. "La falta de consenso en Siria y la inacción resultante son desastrosas y los civiles pagan el precio", declaró. Además, volvió a solicitar al Tribunal Penal Internacional que se ocupe de los crímenes de guerra que se están perpetrando en el país para así "enviar en mensaje claro al gobierno y a la oposición de que tendrán que rendir cuentas". 

Dio más cifras que esconden terribles damas humanos, la brutal destrucción de un país ante la impasible mirada del mundo. Como que el 31% de los hospitales públicos sirios han quedado destruidos y que el 24% funciona sólo de forma parcial. Una de sus frases más contundentes, que tampoco surtirá efecto alguno entre quienes tienen en su mano presionar para que la guerra se detenga y encontrar una salida al conflicto, fue la siguiente: ""seremos juzgados por una tragedia que está teniendo lugar delante de nuestros ojos". No es la primera vez que una masacre así ocurre sin que la comunidad internacional haga nada para evitarlo. 

Es espeluznante comprobar la capacidad que tiene el mundo en que vivimos, nuestra sociedad, para mirar hacia otro lado cuando cerca de nosotros se está produciendo tal sangría. Asombra y asusta que los líderes mundiales sean capaces de no tener el tema sirio permanentemente en su agenda, que no se sientan impotentes e inútiles ante su pobre actuación, que no sean más valientes en su defensa de los Derechos Humanos. En definitiva, que la defensa de la población civil y el respeto de los derechos fundamentales sólo sea un bonito adorno a sus discursos, pero no una directriz central de su actuación. Lamentablemente, hemos llegado al punto en el que es necesario, aunque sirve más bien de poco, recordar cada cierto tiempo este conflicto, que va camino de ser un conflicto olvidado, que está retratando las miserias de la condición humana y del mundo en que vivimos. 

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