Lincoln


Nueva cita con el cine, esta vez para ver otra de las películas que parten en posición destacada en la carrera hacia los Oscar. Bien distinta a "El lado bueno de las cosas", que tan buena impresión me causó. Son completamente diferentes y, cada en su estilo, dignas merecedoras de estar presentes entre las candidatas a mejor película del año. "Lincoln" es una película que, según nace, se convierte en un clásico. Nace con esa vocación y está rodado con una maestría que la catapulta hacia tal condición. La última película de Steven Spielberg es impecable, no se le puede hallar tacha alguna. Rodada con sobriedad, con unos diálogos exquisitos y con el resto de factores que componen el film (recreación de espacios, iluminación, interpretaciones) ayudando a recrear de forma verosímil y magistral los últimos meses de la vida de Abraham Lincoln, legendario presidente de los Estados Unidos. 

El metraje (dos horas y media) no es un obstáculo, al menos para mí, pues el veterano director, uno de los más grandes de la historia del cine, rueda la historia con brillantez. Más meritorio aún es que no se haga larga   ni pierda la tensión narrativa cuando la película se centra en el proceso para aprobar la decimotercera enmienda de la Constitución, la que abolía la esclavitud, que fue el gran empeño de Lincoln en la parte final de su vida. De esta forma, asistimos a las maniobras de toda clase para conseguir un propósito noble que en aquel tiempo de Guerra de Secesión y prejuicios raciales sonaba casi a quimera. El Partido Republicano del presidente Lincoln necesitaba recabar apoyos entre las filas demócratas, pero también mantener en la disciplina de voto a todos los congresistas propios. Las poco ortodoxas estrategias puestas en marcha para conseguir el objetivo dan lugar a grandes momentos del film.

La recreación de la personalidad de Abraham Lincoln, retratándole como un ser humano con sus preocupaciones e inseguridades, con la fatiga de un labor de alta responsabilidad como la de ser presidente de los Estados Unidos en un momento de guerra civil, pero a la vez mostrándole como el líder venerado que fue, como un sabio llano, como alguien cercano a sus ciudadanos y que cada vez que habla da lecciones a quien escucha, es sin duda el gran logro de esta película. Spielberg no esconde su admiración por Lincoln y en esta cinta deja bien clara la altura política y moral del personaje. Un aliado imprescindible en esta tarea de llevar a la pantalla a uno de los presidentes más querido de los Estados Unidos es Daniel-Day Lewis. Su interpretación es colosal, de las que dejan poco lugar a dudas sobre quién conquistará el Oscar este año. 

La forma escrupulosa en la que se cuidan las imágenes, la iluminación y la recreación de ambientes como la Casa Blanca o la Cámara de Representantes juegan también un papel central en la película y son otros de sus aciertos más contundentes.Y los diálogos, esos maravillosos diálogos que conducen la historia y deja escenas imborrables. No quiero destrozar la película a quien no la haya visto, así que no adelantaré nada que no deba, pero hay una escena en la parte final de la película en la que un congresista republicano partidario de aprobar la enmienda que aboliría la esclavitud explica con precisión y claridad lo que fue el proceso para lograr el visto bueno de la mayoría de dos tercios del Congreso. Una frase en la que habla de la trascendencia de la votación, de  lo poco ortodoxas que fueron las maniobras y la de grandeza moral y política del presidente Lincoln. 

Esta película es un clásico, pues, desde ya. Spielberg le ha puesto a Abraham Lincoln la cara de Daniel-Day Lewis y ha recreado a la perfección un hecho trascendental de la historia de Estados Unidos. Una película para la historia. Un realista retrato de aquel momento en el que el Congreso aprobó la decimotercera enmienda que puso fin a la esclavitud y, también, un bello canto a las bondades de la democracia y la igualdad que tan bien sienta escuchar en esto tiempos que corren. Una película sin tacha, excelente. 

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