El conflicto en la Sanidad madrileña

Mientras escribo estas líneas se está celebrando un pleno en la Asamble de Madrid en el que, para no variar, los responsables políticos se echan los trastos a la cabeza sin aportar grandes ideas. Sólo la bronca habitual. Ayer se aprobaron los prespuestos del 2013 con los votos a favor del PP y en contra del resto de partidos de la Cámara. En las cuentas autonómicas para el próximo año se incluye el plan privatizador de seis hospitalesy 27 centros de salud. De nada ha servido la movilización de profesionales y ciudadanos contra las intenciones del gobierno regional ni tampoco el anunció de dimisiones en masa por parte de responsables de ambulatorios si finalmente se cede su gestión a manos privadas.
 
La Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid pidió a los profesionales que aportaran ideas, propuestas para ahorrar el dinero necesario para hacer sostenible el sistema de salud. Aportaron un plan con el que dicen que lograría un ahorro muy consirable, pero al consejero Lasquetty le pareció "decepcionante" y lo tendrá en cuenta. Por el contrario, seguirá con su plan inicial. Diálogo, lo que se dice diálogo, no parece que esté habiendo mucho entre el gobierno autonómico y los profesionales. Todo lo más, abrirse a recibir propuestas de ahorro que han sido rápidamente descartadas. Si nos convencen, llegó a decir Lasquetty, las aplicaremos. Y acto seguido dimitiré, le faltó decir, porque la actuación del consejero de Sanidad y del gobierno regional en su conjunto en todo este asunto es francamente mejorable.
 
Para empezar, no están siendo nada claros con los supuestos informes que avalarían que la gestión privada de la Sanidad es mucho más barata y eficiente que la pública. Tampoco es que se hayan dado prisa en poner cifras a ese ahorra, que hace dos días, de tapadillo, al fin cuantificaron en 200 millones de euros según sus cuentas. Resulta doloroso escuchar por boca de un gestor público, de un responsable político de la Administración, que la gestión privada es mucho más eficiente. Supone reconocer su incompetencia y su incapacidad de gestionar bien un servicio esencial como es el de la Sanidad. Si el consejero Lasquetty asume eso, si es exactamente eso lo que nos quiere decir con este plan, que una empresa privada gestionará mejor la Sanidad que él y su equipo, ya está tardando en dimitir. En cuanto cayó en la cuenta de esa triste revelación debería haberse ido a su casa, o a una empresa privada sanitaria, que no sería el primer caso ni es algo que podamos descartar para el futuro.
 
Se parte, además, de un principio equivocado. La Sanidad no tiene que ser rentable desde un punto de vista económico, no puede serlo de ninguna manera. Los beneficios que aporta el servicio de Sanidad a los ciudadanos no se miden en euros, sino en la cobertura legal de un derecho fundamental que tienen todos los ciudadanos por el hecho de serlo. ¿Cómo se puede ganar dinero con la Sanidad si no es a costa de empeorar el servicio o cobrar a los pacientes por él? ¿Queremos medir a los pacientes como rentables o no rentables? Es una falacia, una enorme mentira, que la Sanidad pública en España sea insostenible. Estamos en una coyuntura económica atroz, pero hay que recordar que nuestro país no es, ni de lejos, el que más porcentaje de su PIB dedica a la Sanidad y sin embargo siempre se ha caracterizado hasta ahora por ofrecer un servicio de calidad. No podemos mirarlo todo desde el prisma que nos da la actual crisis, porque eso nos llevará a conclusiones equivocadas. No creo, en absoluto, que el sistema sanitario que hemos mantenido hasta ahora haya estado por encima de nuestras posibilidad. Generen puestos de trabajo, generen riqueza, y verán cómo volvemos a tener ingresos más que suficientes para mantener el sistema público de salud.
 
Supongamos que el señor Lasquetty, aunque es mucho suponer, hubiera aceptado las propuestas de ahorro de los profesionales del sector sanitario. ¿No se sentiría completamente deslegitimado para seguir en el cargo? Le honraría estar abierto al diálogo, pero le inhabilitaría para el cargo no haber sido él quien lograra un plan de ahorro y sostenibilidad que no pasará por la privatización de seis hospitales y 27 centros de salud. Será, no tengo ninguna duda, un gran negocio para algunas empresas. Pero será una terrible noticia para los ciudadanos madrileños y para los profesionales de la Sanidad. La actitud de Lasquetty y del presidente autonómico, Ignacio González, se acerca mucho a la prepotencia y a la soberbia. Cuando ayer se le preguntó al sucesor de Esperanza Aguirre por la dimisión masiva de más de cien responsables de ambulatorios por el plan privatizador, no se le ocurrió otra cosa que responder: "si quieren dimitir, bienvenido sea". No es fácil encontrar una actitud menos constructiva, más chulesca y engreída que la que está adoptando el gobierno regional.

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