Atroz matanza en una escuela infantil en Estados Unidos

Al menos 26 personas murieron ayer tiroteadas en una escuela infantil de la localidad de Newtown, Conneticut, en Estados Unidos. 20 de ellas eran niños de entre 5 y 10 años. El presunto autor de los disparos, cuyo cadáver se encontró en el interior del colegio, es Adam Lanza, de 20 años. En su vivienda se halló el cuerpo son vida de una mujer, que al parecer sería su madre. Según las primeras investigaciones, tras matar a su madre el presunto autor de la masacre se dirigió a la escuela infantil donde trabajaba su padre y acabó con su vida y las de otras 24 personas.
 
Es la segunda matanza de este tipo más grave sufrida en Estados Unidos después de la de Virginia Tech con 32 muertos, y la peor ocurrida en un centro infantil. Las escenas que llegaron ayer por la tarde fueron terribles, imposibles de presenciar sin sentir un profundo dolor ante tanta sinrazón. Imágenes de niños tapándose la cara completamente horrorizados, padres abrazando a sus hijos conscientes de que podrían haberlos perdido para siempre, otros que reciben la peor de las noticias. Espanto, pánico, miedo, dolor desgarrador. Otra vez. La misma historia de otros lugares y otras fechas señaladas en negro, o en rojo sangre, en el calendario del país más poderoso del mundo, el faro de la civilización, el referente moral de Occidente donde se puede adquirir armas como se hace la compra de frutas y verduras en un mercado.
 
 
 
Estados Unidos vuelve a estar totalmente conmocionado por una tragedia distinta, pero igual a todas las demás. Alguien desequilibrado que compra armas y dispara indiscriminadamente contra personas inocentes, en este caso, niños que casi no habían empezado a vivir. Dolor, desgarro, llamamientos ligeros a cambiar las leyes para que esto no vuelva a ocurrid. Vigilias. Cuerpos policiales que desmenuzan hasta el último detalle la personalidad del asesino. El mismo proceso de siempre, ojalá que con un final distinto. Porque el final, hasta ahora, ha sido dejarlo todo igual. Superar el dolor y, poco a poco, dejar de lado el debate sobre la posesión de armas. Poner el acento en los problemas del individuo que apretó el gatillo, en lugar de preguntarse por qué alguien así pudo adquirir varias armas. Asegurar que ninguna ley nos salva de personas desquiciadas y que quieren provocar el terror entre la población, lo cual es verdad, pero quedarse ahí y no profundizar más. Porque es evidente que el hombre que ayer disparó es el responsable de la matanza, como también lo es que, de entrada, pudo cometarla porque pudo adquirir las armas con las que arrebató la vida a 20 niños y robó la inocencia a todos los alumnos de la escuela infantil de Newtown.
 
Sabemos que en Estados Unidos la Asociación Nacional del Rifle es muy poderosa e influyente. Sabemos que, apelando a una enmienda constitucional del siglo XVIII, los estadounidenses tienen derecho a poseer armas. Sabemos también que muchos de ellos ni se plantean debatir la vigencia de una ley tan antigua y defienden este derecho como algo sagrado. Pero seguimos sin entender, jamás lo entenderemos, por qué un país como Estados Unidos no planta cara de forma seria y decidida a este problema e intenta poner coto a este tipo de tragedias. Por qué no abren de una maldita vez un debate profundo sobre la posesión de armas y los controles, en algunos Estados prácticamente inexistentes, para poder comprarlas.
 
Barack Obama se emocionó ayer recordando a las víctimas. No es para menos. Es algo demasiado doloroso, demasiado terrible como para contener las lágrimas. Ahora bien, los cuatro días de luto oficial, las palabras genéricas sobre la necesidad de evitar que esto no vuelva a ocurrir, la emoción sincera por una tragedia tan atroz como la ocurrida ayer en la escuela infantil de Newtown no son suficientes. Es imprescindible que el presidente de Estados Unidos abandere un debate sobre el cambio legal para procurar evitar este tipo de tragedias. Debe hacerlo. En este último mandato, por el que será recordado, en el que intentará dejar obras para posteridad, un muy buen legado, por complicado que sea, sería un cambio legal sobre la posesión de armas como el que viene reclamando desde hace años el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg.
 
El regidor de la ciudad neoyorquina pidió ayer cambios inmediatos en un comunicado. "Escuchamos tras Columbine que era demasiado pronto para hablar de una ley de armas, lo escuchamos después de Virginia Tech. Tras Tucson, Aurora y Oak Creek. Ahora volveremos a escucharlo. Cada día que esperamos, otras 34 personas son asesinadas con pistolas", asegura con contundencia Bloomberg. Sobre las palabras de Obama, el alcalde de Nueva York declaró que "ya hemos escuchado antes toda la retórica" y pidió un cambio legal urgente. Ojalá así sea. Ahora, sólo queda mostrar todo el apoyo a las familias rotas por este larga y trágica historia de violencia y armas en Estados Unidos. Los últimos inocentes que han pagado por esta sinrazón han sido 26 personas, 20 de ellos niños.

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