Tragedia en el mar de Alborán

Mientras aquí seguimos debatiendo sobre aviones que sobrevuelan una comunidad autónoma, escuchando a personas criticar a un empresario por donar 20 millones de euros a Cáritas y gastando el tiempo en discusiones de este tipo, muy cerca de nosotros ocurrió ayer una tragedia que, lamentablemente, no es un hecho aislado. Una patera con unas 70 personas a bordo naufragó, estuvo 36 horas a la deriva. Hay 14 muertos, 17 supervivientes y decenas de desaparecidos. Un terrible suceso que vuelve a obligarnos a mirar al drama de lo que aquí llamamos inmigración ilegal y abordamos, en ocasiones, como una invasión (algo así hemos oído recientemente). Tendemos a mirar esta cuestión como un problema de legalidad o de orden público, cuando es algo mucho más grave y pofundo.
 
Hay mafias que trafican con personas que se juegan la vida en travesías peligrosas a bordo de pateras atestadas de hombres y mujeres que sólo buscan una vida mejor. Embarcaciones que llevan a bordo seres humanos con deseos, que arrastran desolación y desesperación con la triste realidad de su vida cotidiana, pero también esperanza con llegar a Europa y lograr una oportunidad para tener la vida digna que todas las personas merecen. Podemos seguir llamándoles sinpapeles o hablando de inmigrantes irregulares o ilegales. Es una forma nada inocente de emplear el lenguaje, pues así estamos presentando a estas personas que están siendo explotadas como gente que incumple la ley, que son una amenaza. Un tratamiento como el visto estos últimos días en los asaltos a la valla fronteriza de Melilla, donde a veces parecía que asistíamos a un operativo bélico para frenar la invasión de un grupo de atacantes.
 
Creo que se debe ir al fondo de la cuestión y ése no es otro que las terribles condiciones de vida que tienen estas personas en sus países de origen, en primer lugar, y también la utilización que las mafias que trafican con seres humanos hacen de esa desesperación y del deseo de tener una vida mejor. El verdadero efecto llamada a los inmigrantes es la falta de oportunidades en sus países, la pobreza, el hambre. Por eso la cooperación y el desarrollo es una forma de actuar con justicia y dignidad con los seres humanos que no tienen tanta suerte como nosotros y viven en condiciones lamentables, pero también es un modo de evitar esta situación de la inmigración irregular. Colaborar con los países africanos de los que proceden estas personas es el primer paso para hacer frente a esta realidad.
 
Se debe combatir de forma firme y decidida contra las mafias que trafican con personas. El proceder habitual de estas organizaciones es reclamar grandes sumas de dinero a las personas que quieren emigrar a Europa para tener una vida mejor, aprovecharse de su esperanza, de sus ilusiones y de sus padecimientos. Atajar de raíz ese problema es también necesario y urgente. La actitud ruin, inhumana y despreciable de estas mafias retrata también la peor cara del ser humano, la de quien saca beneficios de la desesperación de otros, la de quien arriesga la vida de decenas de personas para enriquecerse, la de quien trafica con sueños e ilusiones.
 
Sucesos como el de ayer en el mar de Alborán, que lamentablemente no son hechos esporádicos y aislados, suponen un golpe de realidad, un mazazo que nos conmociona por el dramatismo de la historia. Nos hace pensar en esas 14 personas que murieron y en los desaparecidos. ¿Cómo sería la vida de estas personas? ¿Qué ideas les llevarían a embarcarse en la patera para intentar llegar a cualquier punto de Europa, ese paraíso que perciben como alternativa para una vida mejor? ¿Cómo fueron engañados? ¿Cuántas personas dejaron en su hogar, a la espera de noticias sobre su llegada a España, preocupados por la travesía, pero esperanzados con un final feliz? Precisamente la alerta se dio ayer por la llamada de un familiar de los ocupantes de la embarcación, preocupado por no tener noticias de la llegada de la patera a tierra y temeroso por un posible naufragio. Un herido grave se quedó en Alhucemas y el resto fueron trasladados a Motril. Marruecos no aceptó a los heridos en un acto de falta total de humanidad.
 
El drama humano de ayer debería hacernos reflexionar, abordar el asunto de la inmigración desde otro punto de vista. Humanizar, por supuesto, esta realidad. Ponerle cara, nombre, mostrar las historias que hay detrás de estas personas, ni inmigrantes ilegales ni simpapeles, personas que montan en una embarcación rumbo a un futuro mejor, a una oportunidad de llevar la vida que todos merecemos y ellos no tuvieron, como nosotros, al nacer en un país desarrollado. Retratar también la miseria de las personas que trafican con ellos, la bajeza moral de las autoridades que niegan atender a los heridos y la intolerable postura de una parte de la sociedad que aún mira con recelo a estos seres humanos, incapaz de comprender que son personas a los que mueve la desesperación y la esperanza de encontrar una vida mejor.

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