La educación en España

Hoy es el último de los tres días de huelga estudiantil en España. A la jornada de hoy se suma la asociación de padres y madres CEAPA, por primera vez en la historia. El gobierno ha buscado desacreditar a los convocantes y para ello no han tenido el menor reparo incluso en recordar, por boca del portavoz del PP en el Congreso, que en su época quienes convocaban las huelgas eran los abertzales. Ese nivel tiene el debate político en España. Asombroso, aunque cada día menos, la verdad.
 
 El ministro de Educación, José Ignacio Wert, que no para de hacer méritos para atraer todas las críticas de la comunidad educativa, del ámbito de la cultura y de otros muchos campos, porque le va la marcha y es un polemista profesional, también ha aportado su granito de arena en este debate altura sobre la educación en España cuando ha dicho que mayor inversión no supone mejor educación. El argumento es impecable, pero no puede pretender presentar como punto fuerte lo que es una debilidad suya. Lo dice quien recorta brutalmente el presupuesto educativo. Más inversión no es sinónimo de mejor educación, pero menos tampoco. Es obvio que aumentar la inversión no supone una subida automática de la calidad en la enseñanza, pues debe funcionar bien el sistema. Naturalmente. Pero podar un terreno cortando raíces y no respetando casi nada no parece el mejor método de reconstruirlo.
 
No quiero quedarme con politiqueos de turno, que es a lo que se está dedicando el gobierno y también parte de la oposición que pretende decirnos que todos los males de la educación en España son responsabilidad del actual ejecutivo, como si la cosa no viniera de largo. No me gusta que se politice la educación. Debe ser algo que esté muy por encima de las disputas partidistas. En ese sentido, me desagrada tanto la simplificación que hace el gobierno sobre estas protestas como la extrema e inútil politización de algunos de los que protestan. Yo no saldré hoy a la calle para protestar contra el PP, o contra la derecha o para reafirmarme en mis prejuicios, que intento tenerlos controladitos y eliminarlos lo máximo posible. Lo haré contra los recortes en educación, contra la subida de las tasas universitarias y en defensa de la educación pública, porque creo que es miope, suicida y estúpido dar estos hachazos a lo que debe cuidarse con mimo porque la educación es el futuro de un país.
 
Insisto para que quede claro. Me desagrada enormemente que se politice la educación. Y se está politizando. No se está haciendo casi otra cosa que politizarla desde hace muchos años. Y así nos va. Me encantaría, por ello, que las protestas de hoy y las de estos días no desprendan, como sin duda han desprendido en algunos casos, un tufillo político que, desde mi punto de vista, no casa con la defensa apolítica y más allá de ideologías que como ciudadanos hemos de hacer de la educación pública. Por lo tanto, que el gobierno desautorice la razonable indignación estudiantil por sus recortes agarrándose a la adscripción política de los convocantes (innegable, por otro lado) me disgusta tanto como el hecho de que las protestas pongan el acento más en atacar a un gobierno o a una ideología política concreto y no en reclamar la mejora de la educación y su defensa. Parece que en este país lo que no se puede politizar pierde importancia, atrae menos. A mí no me gustan los tópicos y los estereotipos que manejan unos y otros. Vaya esto por delante.
 
Dicho esto, creo que es de justicia defender la educación pública y la igualdad de oportunidades. Es lo que pretendo hacer en este artículo, es lo que haré manifestándome esta tarde y lo que hago secundando la huelga de hoy. Porque creo que recortar en educación es algo irresponsable propio de políticos cortoplacistas que ven una partida presupuestaria más de la que reducir gastos en lo que es algo mucho más importante. No es algo poético, en las escuelas está el futuro de este país. Es así. Si sembramos en buscar una calidad de educación, es muy probable que en el futuro tengamos científicos, emprendedores y médicos excelentes. Por eso hay que mirar más a largo plazo cuando de educación hablamos. Más inversión no es igual a mejor educación, pero de entrada no recortemos a lo bestia y no temamos incluso aumentar el gasto, porque el dinero invertido en educación, bien gestionado y formando un sistema que funcione, nunca será demasiado. Es una inversión inteligente en el futuro del país y en el progreso de la sociedad, no un gasto que nos podemos quitar recortando de becas o uns millones de euros que quitemos del déficit público.
 
El aumento de las tasas universitarias y la reducción de becas es otro aspecto especialmente sangrante e intolerable de las últimas reformas del gobierno. Este año los universitarios hemos pagado mucho más que el pasado y además se han reducido las becas. El riesgo de que el poder adquisitivo de las familias vuelva a ser una barrera de entrada para la educación superior vuelve a ser un riesgo real y eso es triste. Es algo que no podemos permitir. Porque el talento, el sacrificio de los alumnos, sus ideas y su esfuerzo son los factores que se deben tener en cuenta. Espero que no tengamos que avergonzarnos de vivir en un país en el que el hijo de un obrero de la construcción o un trabajador humilde se quede sin poder ir a la universidad por cuestiones de dinero. No podemos tolerarlo. No podemos ser tan injustos y tan irresponsables. Eso puede no estar pasando ahora, pero avanzamos peligrosamente en esa senda.
 
En España la educación funciona mal. Nos lo ha recordado una vez más la UNESCO esta semana con datos demoledores. Estamos a la cabeza del abandono escolar (30%) y de desempleo juvenil (51%). Realidades dramáticas, que retratan un fracaso como sociedad que debemos combatir todos. Este organismo internacional recomienda cambios en el sistema, que claramente no funciona, y entre otras cosas apunta a adaptar mucho más lo que se enseña en las aulas universitarias a lo que luego reclama el mundo laboral o mejoras en la ESO y en el Bachillerato. Lo comenté hace poco en este blog y lo repito ahora. En España se debería hacer una gran mesa de la educación con todos los sectores implicados para estudiar  a fondo qué es lo que no funciona, reflexionar sobre qué podemos hacer para mejorar, analizar modelos que marchan bien en otros lugares del mundo y poner todos nuestro granito de arena para lograr avanzar. Es muy difícil que eso ocurra. De momento, seguimos mostrando nuestra irresponsabilidad, seguimos dejando claro que nos importan más las batallitas políticas y seguimos sin llegar a acuerdos en un tema capital como la educación. ¿Qué queremos luego?

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