Séptima reforma educativa de la democracia

El ministro de Educación, José Ignacio Wert, presentó ayer tras la reunión del Consejo de Ministros la reforma educativa que presentará el gobierno. Es la séptima en la historia de la democracia y se repite la misma historia de siempre: cambio de gobierno, cambio de ley educativa. Lo que no cambia, si acaso a peor, es la calidad de nuestra enseñanza. En este guión no escrito que se repite siempre que hay cambio en el poder hay unos claros perdedores: los propios alumnos, nuestro propio sistema educativo. Todas esas reformas llegaron sin acuerdo político y con la acusación por parte de la oposición de ser reformas ideológicas. Los dos grandes partidos cuando están en la oposición se dicen: ya cambiaré la ley cuando llegue. Es una situación de inestabilidad y totalmente incomprensible que no hace ningún bien a la educación en España.
 
Se presupone a este gobierno y a este ministro, como a sus antecesores, la buena voluntad y que hacen esta reforma porque creen que es lo que deben hacer para mejorar el sistema educativo. Como cada uno que ha ido llegando ha ido haciendo su reforma y sólo se le puede hacer responsable de ésta, al final los sucesivos responsables de Educación no se hacen responsable de esta insensata ruleta en la que está un ámbito tan decisivo como éste en nuestro país, al albur de cada cambio en el gobierno. ¿Nadie se ha planteado intentar negociar una ley de la enseñanza con partidos de la oposición y, sobre todo, con la propia comunidad educativa? Por lo tanto, aunque Wert esté poniendo su granito de arena a este disparate de cambiar de ley educativa regularmente para lío de los alumnos y despropósito generalizado en nuestra enseñanza, siempre podrá escudarse en que él puede hacer responsable de sus decisiones, no de las anteriores. Pues nada, ya van siete.
 
A ministro Wert le va a resultar muy complicado presentar esta reforma educativa como un intento por mejorar la calidad de la enseñanza mientras al mismo tiempo recorta drásticamente en profesores y ayudas al estudio. La oposición está empleando ya ese argumento, que es muy razonable por otro lado: ¿suena realmente creíble un ministro que se propone mejorar la educación y lo primero que hace antes que nada es recortar de forma severa el presupuesto, subir las tasas universitarias, eliminar becas de estudios y reducir el número de profesores? En su momento Wert dijo que estos recortes presupuestarios eran respuesta a lo urgente (la situación económica y la reducción del déficit) y que después llegaría lo importante (la presentación de su reforma educativa). Curiosa forma de separar dos aspectos de una misma cosa. Tiene razón el ministro cuando dice que no todo es dinero en la educación, por supuesto, pero parece obvio que costará mucho más mejorar nuestra educación si de partida le pegamos un brutal hachazo al presupuesto que le destinamos a este área fundamental para el futuro de un país.
 
La reforma introduce varias novedades ya adelantadas hace meses por el gobierno. Se incluyen cuatro exámenes o reválidas a lo largo de la formación escolar: tres al final de cada ciclo educativo (primaria, secundaria y Bachillerato) y una a mitad de primaria para evaluar los conocimientos del alumno en cuestiones centrales. Se elimina Educación para la Ciudadanía de primaria y pasa a llamarse en los cursos en los que se mantiene Educación Cívica y Constitucional. Aumentan las horas dedicadas a las asignaturas troncales (matemáticas, lengua e inglés) y el gobierno central acapara más poder de decisión en los contenidos de los temarios sobre las Comunidades Autónomas. El actual curso de cuarto de la ESO pasa a ser un curso puente hacia Bachillerato o hacia la Formación Profesional. Los estudiantes deberán decidir por qué vía optan un año antes que en el modelo actual: a final de tercero de la ESO.
 
La oposición y algunas organizaciones sociales acusan a la reforma de ser ideológica y centralista. Sobre este segundo punto, el Estado central tendrá más capacidad para decidir contenidos. Es algo que no debería escandalizarnos. Lo que es menos entendible es que la educación que se dé a los alumnos españoles sea sustancialmente distinta en función de la Comunidad Autónoma en la que se encuentren. Los sindicatos critican la falta de diálogo, las reválidas y el hecho de que los alumnos deban decidir ya en tercero de la ESO qué camino de estudios deciden tomar: si el Bachillerato o la Formación Prodesional. Por su parte, el gobierno insistió ayer en que este reforma busca combatir la alta tasa de abandono escolar y aumentar la empleabilidad de los estudiantes.
 
Lo peor que se puede decir de esta reforma es que de nuevo el gobierno de turno vuelve a caer en la misma piedra y decide adoptarla de forma unilateral y sin dialogar con la oposición y la comunidad educativa. Seguimos en el mismo escenario de cambios de leyes educativas con los cambios de gobierno. Eso refleja la falta de responsabilidad de nuestros políticos, su escasa altura de mirar, el mal trato que le dan a la educación y, en resumen, que seguimos sin aprender la lección. No escarmentamos. La educación en España necesita mejorar, pero no he visto por ningún lado ni como iniciativa de ningún gobierno un gran diálogo con todas las partes implicadas ni un estudio sereno y exhaustivo de modelos educativos exitosos en otras partes del mundo. No he visto que la Educación se le conceda la importancia que merece como asunto capital que exige entendimiento entre distintos partidos, que obliga a hacer que esta materia deje de ser arma de batalla ideológica o política, porque aunque en España haya tantas personas a las que les cueste un mundo entenderlo, no estamos hablando de política, hay cosas que están por encima y hemos de preservar. Una de ellas es la educación.
 
No tengo ninguna duda de que el ministro Wert y el actual gobierno pretenden que esta reforma educativa (que estreno nombre, se llamará Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad de la Enseñanza, cada vez más retorcida y larga para no coincidir con sus hermanas) sea la definitiva y están convencidos de sus bondades y de que servirá para mejorar la educación en nuestro país. Sólo faltaría. Pero, sin entrar en detalles de las novedades que trae, se parte de un error clásico, del pecado original en este asunto en España: la falta de consenso. La educación es una pieza clave del futuro del país y debe ser atendida con mimo y de forma prioritaria. Por eso se debería concederle mucha más importancia de la que le conceden los gobiernos, por eso debería abrirse una gran mesa de la Educación para debatir modelos, errores presentes, soluciones futuras, acuerdos...Mientras unos y otros  sigan viendo la educación como un campo de batalla político o ideológico, estamos (seguimos) perdidos.


Comentarios