Proceso de paz en Colombia

La actualidad internacional nos presenta muchas noticias de gran interés estos días. Las convenciones de los partidos estadounidenses que dan el pistoletazo de salida a la campaña para las elecciones presidenciales, por ejemplo, o lo que sucede en Siria. Otro de los grandes asuntos que llegan de fuera de nuestras fronteras es el proceso de paz que el gobierno de Colombia emprenderá con las FARC para intentar poner fin al conflicto que lleva cinco décadas azotando al país. Juan Manuel Santos anunció hace una semana que comenzarían conversaciones de paz con la narcoguerrilla y ayer volvió a dar más detalles sobre el proceso en una comparecencia pública.
 
El presidente colombiano reiteró alguna de las ideas que ya lanzó cuando anunció que se habian dado contactos previos y que se iba a poner en marcha este proceso de diálogo. Las negociaciones se harán fuera de Colombia. Comenzarán en el mes de octubre en Noruega y continuarán más adelante en La Habana. También destacó que el ejército, a diferencia de otros procesos anteriores, no cesará su actividad y no dejará de estar presente en ningún punto del país ni dejará de llevar a cabo operaciones contra la guerrilla.
 
Juan Manuel Santos explicó los cinco puntos del acuerdo firmado con las FARC. El acuerdo llegó tras un año y medio de preparación y seis meses de negociación. Es un punto de partida para este proceso en el que muchos colombianos tienen puesta la esperanza de ver el final de la violencia en su país, un país que está creciendo y avanzando día a día, buscando modernizarse, pero que se enfrenta a esta terrible lacra que les lleva acompañando medio siglo. Será la cuarta vez que un gobierno colombiano intenta negociar con las FARC el cese de su actividad armada.
 
El primer punto del acuerdo está centrado en el desarrollo rural, en buscar que los colombianos con menos recursos tengan acceso a la tierra y llevar a las regiones más apartadas las necesarias infraestruturas. En segundo lugar, se acordará que la oposición política tenga las suficientes garantías para poder protestar o disentir sin temor. El tercer punto es el fin del conflicto armado, la renuncia de las armas y la integración de los miembros de las FARC en la vida civil. Los dos últimos puntos son combatir contra el narcotráfico y hacer valer los derechos de las víctimas.
 
El último proceso de diálogo de un gobierno colombiano con las FARC para buscar el final del conflicto se dio durante el mandato de Andrés Pastrana (1998-2002). Fracasó y no se volvió a retomar esta senda. Su sucesor, Álvaro Uribe, adoptó una estrategia militar dura contra la guerrilla. Juan Manuel Santos, actual presidente, formó parte de ese gobierno como ministro de Defensa. Hoy es Uribe el líder político colombiano más crítico con el proceso. Santos sabe que se la juega y que esta estrategia es arriesgada, pero también que está ante una oportunidad histórica para que, como dijo ayer en la comparecencia pública, "los hijos de una misma nación no se maten entre sí".
 
Santos quiso resaltar ayer las diferencias con procesos de paz anteriores. Así, destacó que en este proceso "se incluyen a las víctimas, a los despojados, a los olvidados", que "no hay despejes", zonas donde el ejército se repliegue como condición de las negociaciones. Además, tampoco cesarán las operaciones militares contra las FARC, que "seguirán con la misma intensidad". Los analistas destacan también la presencia de los militares en este proceso, ya que un general formará parte, según parece, de los diálogos. El presidente colombiano lleva dos años sentando las bases para este proceso. Hay que recordar que puso en marcha iniciativas legales como la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras o el Marco para la Paz. A la ciudadanía, Juan Manuel Santos le pidió ayer pacienca y fortaleza.
 
¿Cómo afronta la sociedad colombiana este proceso? Por lo que leemos en prensa y vemos en televisión, parece que está dividida. Y parece lógico, por cierto. Las circunstancias de aquel país las conocen mejor que nadie los propios colombianos y opinar desde fuera es algo que no me atreveré a hacer, porque cree que es muy aventurado. Ante una situación así, hay una parte de la sociedad que estima que el país está ante una oportunidad histórica que se debe aprovechar. Para estas personas, sabedoras de la complejidad del proceso, pesa más la esperanza de un futuro sin violencia. Hay otro sector de la sociedad que considera que no existen posibilidades de éxito en este proceso y que creen que es indigno negociar con el grupo terrorista que ha causado tanto dolor en Colombia en las últimas décadas. En esta línea está el expresidente Uribe que está siendo muy crítico con su sucesor. El propio líder de las FARC, que ayer compareció por vídeo para confirmar que la guerrilla acudirá a estas negociaciones, defiende que "la salida no es la guerra, sino el diálogo civilizado". El sueño de un futuro sin violencia, de poner fin a esta pesadilla, debe de pesar mucho en la sociedad colombiana, deseosa de poner punto final a esta pesadilla.


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