Elecciones en Cataluña

Esta intensa semana nos ha dejado muchos frentes políticos y económicos de los que estar pendientes: las protestas del 25-S, el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2013, la auditoría de Oliver Wyman sobre la banca española o el adelanto electoral en Cataluña. De esto último quiero hablar hoy. El próximo 25 de noviembre se celebrarán elecciones en Cataluña con una clara apariencia de plebiscito sobre la independencia. Además, el Parlamento autonómico aprobó una moción en la que se apostaba por una consulta popular sobre la relación entre Cataluña y España reclamando un nuevo marco que salió adelanto por el voto de los partidos nacionalistas e independentistas y que contó con la abstención del PSC. Es momento para ver cómo llegan a estas elecciones los partidos políticos con representación en el Parlament.
 
Empecemos por CiU. Si no fuera por su actitud irresponsable e incendiaria, diríamos que Artur Mas es un maestro de la política, un gran estratega. Hace pocos meses en Cataluña había numerosas manifestaciones y actos en la calle, pero no para pedir la independencia, sino para protestar contra los recortes del president Artur Mas. Ahora, agitando sentimientos primarios por aquí, azuzando la idea de que España roba a Cataluña por allá, Mas ha logrado que el debate se centre en torno a la cuestión del independentismo. En sólo unos meses se ha pasado de manifestaciones contra las políticas de Mas a grandes concentraciones a favor de la independencia y a escenas pueblerinas como el recibimiento a Mas cuando llegó de Madrid de dar un portazo a Rajoy en su reunión en La Moncloa.
 
Lo de Artur Mas podría presentarse como excepcional estrategia política si no fuera por lo arriesgado de su comportamiento y porque en realidad ha emprendido una huida hacia adelante muy poco responsable. El presidente catalán hace girar todo el debate político en la región en torno a cuestiones de soberanía e independencia. Así, deja en un segundo plano las protestas contra sus recortes y la petición de 5.000 millones de euros al Estado a través del FLA a modo de rescate porque sin ese auxilio Cataluña no podría hacer frente a sus compromisos de pago. Mas lleva apenas dos años de mandato y una legislatura que termina a mitad de recorrido es, se mire por donde se mire, un estrepitoso fracaso político del gobierno. Esconde su fracaso avanzando por la senda de la independencia. Es así de irresponsabe y así de arriesgado. Mas ha mostrado perfectamente su escasa talla política con su comportamiento estos últimos tiempos. Insisto, de gobernante criticado por sus recortes a líder nacional aclamado por su pueblo, de presidente que fracasa en la gestión de la crisis y tiene que pedir el rescate a España a líder que afronta la voluntad de su pueblo y lo da todo por esas aspiraciones soberanistas.
 
Esta actitud de Mas en pro de la indepedencia beneficiará, a priori, a los verdaderos partidos independentistas catalanes: ERC y Solidaritat, junto a ICV que también se suma a la fiesta. CiU nunca fue independentista y para apoyar a una versión light, los votantes favorables a la independencia de Cataluña votarán a las formaciones que siempre han defendido esta opción. Es verdad que por ahí Mas jugará la baza de atraer el voto de los moderados que quieran una transición hacia ese Estado propio y no una ruptura radical e inmediata con el resto de España. ERC, responsable junto a ICV y al PSC del desastroso gobierno tripartito, ha pasado por momentos delicados, prácticamente se hundió en las últimas elecciones. Le va mucho mejor a esta formación estar en la oposición que en el gobierno, alentando utopías que gestionando la realidad, pidiendo siempre más en el camino de la independencia que mercadeando apoyos a los socialistas en Cataluña o en Madrid a cambio de un puñado de euros o concesiones identitarias. De entrada, este giro hacia la independencia del partido nacionalista que siempre ha mantenido posturas más centradas beneficiaría a las formaciones defensoras a ultranza de salir de España.
 
En el otro lado están los partidos defensores a las claras de que Cataluña siga formando parte de España como hasta ahora: el PP y Ciudadanos. No meto aquí al PSC, porque merece valoración aparte y lo suyo es de diván. El PP de Alicia Sánchez Camacho se presenta como la única fuerza nacional española con un discurso claro y directo de oposición a la deriva soberanista de CiU. No deja de ser curioso, porque el gobierno de Mas ha contado con el apoyo del PP para sacar adelante sus presupuestos y sus recortes. Ciudadanos también se posiciona claramente en contra de la independencia. Estas dos formaciones se dirigen a una parte de la sociedad muy bien definida: la de quienes se sienten catalanes y españoles y no son partidarios de la separación de Cataluña del resto de España.
 
El PSC tiene un lío descomunal, empezando por la elección de su candidato. Los socialistas catalanes se abstuvieron en la votación del Parlament sobre la consulta popular para pedir la independencia. Postura ambigua que bien puede buscar pescar en varios caladeros. Siempre ha mantenido esa posición el PSC. Gobernó con los independentistas de ERC sin aparentes problemas y sigue en esa línea de intentar contentar a todo el mundo. Temen presentarse ante el votante catalanista como el férreo defensor de la Constitución español y del modelo autonómico actual tanto como ahuyentar al votante no nacionalista con ideas demasiado próximas al soberanismo. Y en ésas están, muy liados, sin definirse claramente.
 
Esa ambiguedad, paradójicamente, representa la estrategia más clara de todas las formaciones: presentarse entre dos aguas de forma deliberada y venderse como la opción intermedia, la de quienes no aspiran directamente a la indepedencia pero sí quieren cambios en la relación con el resto de España (federalismo o lo que surja). Estamos en medio, vienen a decir, opten por esta opción moderada en lugar de echarse en brazos de las otras alternativas más definidas y enfrentadas. Esto al margen de las disputas y los debates internos que muy probablemente se están dando en el seno del PSC. Aunque el PSC es un partido distinto del PSOE, creo que la formación liderada por Rubalcaba debería estar muy preocupada por la actitud ambigua y poco definida de la marca que representa a los socialistas en Cataluña. Porque cualquiera diría que coquetean más de la cuenta con el soberanismo y así es muy probable terminar mareando  a sus votantes.
 


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