Deprimente

Ayer fue un día triste, muy triste. Una sensación amarga se fue apoderando de mí según iban pasando las horas de la tarde. A eso de las siete presenciábamos las primeras cargas policiales contra manifestantes que participaban en la convocatoria Rodea el Congreso. Después, a las nueve y más adelante, se repitieron esas lamentables escenas que habría que intentar evitar siempre porque es lo último que puede suceder en democracia. Por eso ayer no dominaron (al menos en mí)  los argumentos a favor o en contra de tal o cual reivindicación, sino una profunda tristeza porque duele la degradación de este país. Duelen muchas cosas. Duele España.
 
Deprimente la violencia en las calles de Madrid. Excesos policiales que denuncian unos y vándalos inflitrados en la manifestación pacífica que denuncian otros. Probablemente las dos cosas sean ciertas y las dos son lamentables. Deprimente que se haya llegado a esta situación en la que un importante número de ciudadanos desprecia a la clase política y al sistema democrático actual. No me cansaré de decir que es muy peligroso ese descrédito de la política. Deprimente que tengamos responsables políticos mediocres en su mayoría que están ciegos y sordos ante el sufrimiento de la población en esta maldita crisis. Deprimente que los diputados que se solidarizan con esta manifestación y dicen apoyarla tengan tan poca coherencia: si formas parte de sistema que esta concentración quiere disolver, empieza por dimitir tú. Si ves que eso.
 
Deprimente una parte de la prensa en España que hacen pseudo periodismo nauseabundo y desinforman a la población. Deprimente que este país sea cada día más sectario y cainita, que triunfe cada día más la división de la sociedad en dos bandos bien distintos y separados. O estás conmigo o estás contra mí. O eres de los míos, o de los otros. Es muy triste y muy español. Deprimente la situación de fondo de esta protesta del 25-S y de todas las demás: el enorme descontento social porque los ciudadanos sienten (con razón) que están cargando con la mayor parte del sufrimiento por esta brutal crisis económica y porque están perdiendo derechos. Deprimente que no se ponga esta triste realidad en el primer plano, porque a favor o en contra de la manifestación de ayer o de cualquier otra, nadie duda que hay muchos motivos para la indignación y el descontento y muchas cosas que mejorar en nuestro sistema.
 
Deprimente que lo de ayer acabara con 64 heridos y 35 detenidos. Deprimente que la inmensa mayoría de los comentarios que leíamos anoche y leemos esta mañana sobre lo ocurrido sean completamente parciales: o la policía reprimió de forma brutal o todos los manifestantes eran unos salvajes violentos. Deprimente que no seamos capaces de ponernos en el lugar del otro y de poder intentar dialogar y avanzar hacia acuerdos y soluciones comunes. Deprimente que un grupo respetable pero no mayoritario de la población se considere en pleno derecho de autoproclamarse "el pueblo" y la representación del conjunto de la sociedad española. Deprimente que los políticos no escuchen a la calle ni a esa mayoría silenciosa que no por estar callada entiende ni comparte las medidas injustas.
 
Deprimente ver cómo este país camina hacia un lugar aún más oscuro, cómo todo va a peor. Seguimos con un paro elevado, los ciudadanos están cada día que pasa más apretados y no hay una sola señal de que la economía vaya a mejorar a corto o medio plazo. Deprimente que España y la Unión Europea sigan empeñadas en unas políticas de austeridad, contención del gasto y control del déficit que están fracasando y, lejos de mejorar la situación, lo que están haciendo es ahogar más y más a la población. Deprimente que los partidos políticos, empezando por el del gobierno que es quien debe tomar la iniciativa y siguiendo por todos los demás, no sean capaces de comprender la extrema gravedad de la situación por la que atravesamos para buscar acuerdos y reflexionar sobre soluciones. Deprimente la ausencia casi total de responsabilidad en gran parte de la clase política española, pero también en otros sectores sociales.
 
Deprimente que no se dejen de abrir frentes conflictivos como el que surge en Cataluña con la convocatoria de elecciones autonómicas que en realidad se presentan como un plebiscito sobre la independencia, que no es una cuestión menor. Deprimente la escena de dos presidentes de la Junta de Andalucía diciendo que se enteraron de los trapicheos e irregularidades que se cometieron bajo su mandato por la prensa. Deprimente que, con todo lo que está sufriendo la cidadanía, el déficit del Estado supere ya en los ocho primeros meses del año el objetivo para todo 2012. Y deprimente que el gobierno siga empeñado en la ficción de que aumentarán la recaudación y se conseguirá reconducir la situación. Sí, todo se me antoja muy deprimente.  
 


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