De obipos, sindicatos e indecencias

Si es cierto, como se suele decir, que una sociedad tiene los políticos que se merece, algo hemos hecho muy mal en España para tener una clase política de tan paupérrimo nivel. Uno podía tener la esperanza de que, ya que estamos atravesando una de las peores crisis de las últimas décadas, los políticos iban a saber estar a la altura y ser responsables, pero definitivamente eso es mucho pedir a unos dirigentes que parecen agitadores de segunda y que en un partido político con cierto nivel no valdrían más que para pegar carteles y, si acaso, ser teloneros de los verdaderos líderes. Pero aquí los teloneros son los cabezas de cártel, y así se explican muchas cosas. Escribí hace un par de semanas que todos los partidos políticos tienen a algunas personas radicales, perros de presa que sólo sirven para lanzar proclamas y que parecen estar regañados con el cerebro y todo lo que suponga tener algún tipo de actividad intelectual. Pero es que abundan tanto este tipo de personas en los partidos que cuesta muchísimo encontrar a algún responsable político digno de ese nombre.

Tenía a Alfredo Pérez Rubalcaba por un buen político, alguien sólido con un discurso más o menos convincente y con una gran capacidad dialéctica, pero de un tiempo a esta parte no es que se esté currando mucho los discursos, que se diga. Ayer el líder socialista dijo que ellos se manifestarán con los sindicatos al igual que el PP lo hizo con los obispos, "cada oveja con su pareja"; concluyó su elaborado mensaje. Escuchando este tipo de cosas, uno se hace miles de preguntas. De hecho me da cierto apuro dedicar el artículo de hoy a esta sandez teniendo en cuenta la negra situación económica actual y las muchas noticias verdaderamente importantes que están pasando en España y en el mundo. Tal vez lo más inteligente sería hacer caso a los políticos sólo cuando digan cosas interesantes y que merezcan ser tomadas en serio, en lugar de hablar de sus estupideces, demagogias baratas y discursos simplistas más propios de un hooligan en un estadio de fútbol que de un líder político. Sí, eso sería lo más razonable, pero también es verdad que es muy peligroso que el líder de la oposición no encuentre nada más interesante y útil que hacer en estos momentos que lanzar este tipo de discurso.

Rubalcaba dijo ayer esto y se quedó tan pancho. ¿De verdad no tenía nada mejor que decir? ¿De verdad no podía haber explicado de otro modo su apoyo a las protestas contra el gobierno? ¿De verdad a algún simpatizante socialista le entusiasmará este discurso? Lo peor es que todos conocemos la respuesta a estas preguntas. Es patético, en cualquier caso, que los políticos nos tomen tan poco en serio a los ciudadanos. Ayer Carlos Floriano, vicesecretario de organización del PP, también se estrujo mucho el cerebro cuando habló sobre las manifestantes contra el gobierno y contra los recortes. Acusó al PSOE de estar detrás de ellas y de agitar los actos de protesta, también los violentos. El señor Floriano promete darnos muchas tardes de gloria. Lo que sucede es que, con todos los respetos al dirigente popular, esperaba bastante más de Rubalcaba que de él. A él le tenía ya bastante calado y sabía que era una especie de Gonzáles Pons, es decir, un agitador propagandista de medio pelo. Sin embargo siempre he pensado que Rubalcaba era algo diferente, pero la realidad pone cada vez más difíci argumentar tal cosa.

Los políticos españoles, supongo que también los de otros países, pero estos me pillan más cerca, simplifican la realidad hasta el extremo y funcionan con una lógica de cuento infantil. Están los buenos, o sea, los nuestros; y los malos, o sea, los otros. Así funcionan y así nos va. Luego cada uno tiene sus demonios particulares, por supuesto. A ciertos líderes del PSOE hay pocas cosas que les estimulen más que criticar a la Iglesia, sea por el motivo que sea. Ya me contarán a qué venía ayer hablar de los obispos. Pero son sus demonios, junto con empresarios y banqueros (esos a los que luego indultan), y no renuncian a dejar de criticarles cada vez que se tercie. En el PP, mientras tanto, los diablos son los sindicatos, que como sigamos así van a ser los verdaderos responsables de la crisis, del cambio climático y quizás también de la muerte de Manolete; y también la izquierda en general, que caricaturizan en cuanto pueden para intentar desacreditar a los millones de personas que piensan diferente a ellos. Así está el patio, y no es que en los partidos minoritarios ande la cosa mucho mejor. Cayo lara es un maestro de la demagogia, Rosa Díez no tiene problema en provocar división y enfrentamiento en el Congreso en un tema tan fundalmental como es la lucha contra el terrorismo, los nacionalistas, en fin, qué decir de los nacionalistas.

Lamentable todo. Es desolador el panorama político. El nivel de la clase política es francamente mejorable. No tienen reparo en utilizar cualquier cosa para desacreditar al contrario y prefieren mil veces el enfrentamiento inútil que el debate de ideas y propuestas. Pedirles que hablen sosegadamente sobre los asuntos centrales de la política española del momento es demasiado para unos tipos que, en su mayoría, sólo saben hacer una cosa: defender por encima de todo las siglas de su partido, muy por encima que los ciudadanos, que ellos llaman votantes, porque lo que más les interesa de nosotros es el voto cada cuatro años. Hay políticos preparados y solventes en España, pero lo tienen mucho más complicado que los demagogos y populistas para hacer carrera. No daré nombres ni personificaré para que nadie se moleste, pero creo que todos tenemos en la cabeza bastantes ejemplos de políticos brillantes que son marginados en su partido para que se deje lugar a los mononeuronales que defienden con fe ciega todo lo que hace el partido.

En otro orden de cosas, pero continuando con la indignidad y la falta de nivel de los políticos, ahora los sindicatos y el PP se enfrentan porque los primeros han convocado una manifestación contra la reforma laboral el 11 de marzo, fecha del trágico atentado terrorista en Madrid en 2004 que costó la vida a casi 200 personas. Sinceramente es repugnante y odioso que se utilice el atentado del 11-M para la batalla política. Y lo es por los dos lados. Aquel que no tiene escrúpulos, desde un sindicato o desde un partido, en utilizar un atentado para seguir un enfrentamiento político se está retratando y queda totalmente inhabilitado y desacreditado. ¿Nadie pondrá cordura en esta asquerosa lucha en la que se antepone una cuestión política a una tragedia como la del once de marzo? Hay cosas que están muy por encima de la política y, desde luego, muchísimas cosas que están muy por encima de los políticos. ¿Qué hemos hecho para merecer esto?

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