Conmemoración de los 200 años de "La Pepa"

Ayer se celebraron en Cádiz los actos oficiales de la conmemoración del Bicentenario de la Constitución de 1812, la primera de la historia de España. Los Reyes de España presidieron el acto central en el Oratorio de San Felipe Neri con la presencia de las más altas instituciones del Estado, como la ocasión requería. El presidente del Senado, Pío García Escudero, y el del Senado, Jesús Posada, abrieron el acto con dos discursos correctos en los que destacaban la importancia histórica de "La Pepa" y la vigencia actual de sus valores. Mariano Rajoy, presidente del gobierno, fue algo más allá en los paralelismos entre aquel momento y el actual y sólo le faltó decir que la Constitución de 1812 tenía un artículo más de los 384 conocidos donde se justificaban los recortes que un señor de Galicia tendría que hacer dos siglos después. Quedó algo forzada, la verdad, su alusión en el discurso a na necesidad del cambio y el espíritu reformista de la Constitución de hace dos siglos.

Lo cierto es que los actos de homenaje de ayer y la comparación que casi ningún político se resistió ayer a hacer entre la España de 1812 y la actual, no siempre con el suficiente rigor histórico, abren varios interesantes debates. El primero de ellos gira en torno, precisamente, a las palabras de Rajoy, pero también del Rey, en sus respectivos discursos de ayer donde ponían como ejemplo la actitud de los diputados doceañistas ante situaciones adversas. Y ése es uno de los aspectos que más gustan de la Historia, analizar lo que significó determinado momento histórico, ver qué huellas deja en el devenir posterior del país, etc. Cádiz en 1812 estaba asediada por el mayor ejército del mundo, España estaba en guerra y nuestros monarcas miraban los toros desde la barrera convenientemente apartados de la circulación por Napoleón. No está mal hacer paralelismos entre esa época y la actual, pero convendría hacerlos con la máxima cuatela y con la razonable advertencia de que la España de hace dos siglos no tiene nada que ver con la actual, como nada tiene que ver el mundo de entonces con el del siglo XXI.

Desde mi punto de vista, los discursos de las autoridades estuvieron bien, sin ser nada del otro mundo y sin resultar especialmente brillantes. Lo peor, con diferencia, esa frasecita de Rajoy en la que defendía que los diputados de las Cortes de Cádiz nos dieron la lección de que no se ha de tener miedo a las reformas y que el cambio es necesario. ¿Abaratar el despido es equiparable a atacar los privilegios del Antiguo Régimen? Sinceramente, esa parte de su discurso estaba cogida con pinzas. Rajoy ayer era el presidente de España y su discurso debería haber sido el del presidente de España, es decir, debería haber tenido un claro cáracter institucional y se podría haber ahorrado la cuña de sus reformas y sus ajustes para otra ocasión menos solemne y más dada a debates y discusiones políticas, que de esas sobran en nuestro país. Ayer era un día perfecto para dejar las disputas a un lado y por eso creo que la comparación de Rajoy para justificar sus medidas estuvo fuera de lugar. Porque sí se puede sacar una conclusión general y se pueden hacer comparaciones más o menos amplias, pero no introducir de este modo una defensa a unas medidas de tu gobierno.

Por lo demás, bueno es que se elogie y celebre cómo es debido la Constitución de 1812. Fue una de las más avanzadas de la época, como ya todos hemos escuchado muchas veces estos últimos días, y supuso la entrada en España de algunas ideas y principios que hasta entonces eran imposibles de imaginar en nuestro país. El discurso del Rey contenía una reflexión de gran valor: "la Nación estuvo por encima de sus autoridades en 1812". Las autoridades españolas entonces eran antepasados del monarca, por lo que no es una frase hecha más. Don Juan Carlos hizo un paralelismo, desde mi punto de vista más atinad que el anterior sobre la crisis, entre la Constitución de 812 y la Transición española. Aseguró que "como en otras ocasiones en la adversidad, el pueblo español supo afrontar lo mejor de sí mismo y transformar una realidad díficil en una fecunda tarea cuyas lecciones políticas y sociales llegan hasta nuestros días", para concluir diciendo que en la actualidad "los españoles somos plenamento conscientes de que hay buenas y poderosas razones para confiar en nosotros".

El discurso del Rey fue un buen discurso y todos los asistentes al Oratorio de San Felipe Neri le brindaron un largo aplauso que era mucho más que una valoración de sus palabras. Ese aplauso era un reconocimiento del papel clave que ha jugado Don Juan Carlos en España desde 1975 y una forma de resaltar la enorme diferencia existente entre aquel rey que dio la espalda a su pueblo hace dos siglos y tiró a la basura la Constitución de 1812, y el rey que en 1975 propició el regreso de la democracia a España y la redacción y aprobación de una Constitución de consenso. Además, fue una nueva muestra de adhesión política al Rey y a la monarquía en unos momentos en los que los presuntos delitos del duque de Palma no están haciendo pasar a la institución por sus mejores momentos. En todo caso, así es. El Rey Don Juan Carlos pasará a la Historia como un rey demócrata y conciliador que ha hecho una extraordinaria labor al servicio de España.

Y son más las reflexiones y los debates que abren los actos de ayer como, por ejemplo, si los actos de conmemoración no deberían haber sido aún mayores y haberse desarrollado en todo el país. No para llevarse de Cádiz los actos centrales, lo cual hubiera sido un gran error, sino para que ayer hubiera sido una fiesta nacional en todo el país con exposiciones, actos y representaciones que festejaran una fecha tan señalada. Y eso da lugar a debatir sobre el patriotismo en España, mejor dicho, sobre el miedo que tenemos a esa palabra en España. En Francia, por ejemplo, sucede todo lo contrario y nadie osa decirle a una persona que enarbole la bandera nacional y se muestre claramente patriótico que tiene una mentalidad rancia y retrasada. Porque hemos de redefinir el concepto de patriotismo tal vez, para despojarle de esos prejuicios absurdos, porque hemos hecho muchas cosas mal, porque no hemos sido capaces de alcanzar unos mínimos comunes o porque parece que nos encontramos mucho más cómodos en la crispación y el enfrentamiento permanente que en lo que nos une. Así somos. Pero éste es un debate mucho más largo y profundo que dejaremos para otro día. Ayer se gritó "Qué viva la Pepa" y, por encima de otras consideraciones, fue un día precioso en Cádiz y también una muy buena ocasión para reivindicar el legado de la Constitución de 1812 y hablar sobre este importante y simbólico momento en la Historia de España.

Comentarios