Grecia, el drama interminable

La situación de los ciudadanos griegos es lamentable. Han sido víctimas de la nefasta gestión de sus políticos, de sus engaños y errores, de su falta total de profesionalidad y buen hacer. Eso en primer término. Estos días la Unión Europea es vista por muchos como un ogro diabólico que desangra a los ciudadanos más humildes y les condena a unas condiciones de vida horribles. La UE ha cometido y sigue cometiendo muchos errores y puede que las exigencias impuestas a Grecia no sean justas pensando en la población de aquel país, pero los griegos son víctimas, en primer lugar y por encima de otras consideraciones, de sus políticos. Dicho esto, es verdad que aquí nadie parece pensar en los ciudadanos. Han visto cómo el paro ha crecido y cómo el número de habitantes que viven por debajo del umbral de la pobreza se ha multiplicado por cuatro. Han bajado además las pensiones y los salarios, y han puesto impuestos sobre todo lo imaginable (les falta sólo una tasa por respirar, y no daremos ideas).

El último plan aprobado por el Parlamento griego trae, entre otras cosas, más recortes sobre lo ya recortado hasta el extremo y despido de 15.000 funcionarios. Es como si un jardinero que ha podado ya suficientemente una planta se ensaña con ella y le deja sin vida. Algo muy parecido está pasando en Grecia, sólo que en lugar de plantas tenemos personas y en lugar de jardinero, políticos y banqueros. Ahora la Comisión Europea y la onmipotente canciller alemana dicen que les parece muy bien el plan de ajustes, pero que quieren más garantías y, ya que están, unos 300 milloncillos de euros más de recortes que, total, tampoco es nada del otro mundo. Grecia está con el agua al cuello y no creo que sea muy adecuado esperar mucho más. Es verdad, insisto, que la culpa de lo que está pasando en Grecia la tienen, en gran medida, los propios gobernantes griegos que tuvieron que dejar paso al gobierno técnico que ahora les hace el trabajo sucio. También es razonable que la Comisión Europea quiera garantías. ¿Alguien deja dinero sin tener una mínima garantía de que se va a devolver o, al menos, de que va a servir para algo tu préstamo?

Grecia lleva cuatro años en recesión, el déficit no toca techo y el paro sigue subiendo más y más. Las cifras macroeconómicas, esas que estudian los dirigentes europeos en sus cómodos despachos, incluyen todas estas cuestiones. Que se sepa no incluyen los dramas personales que esconden las frías cifras, no se ve la cara de unos padres que no saben qué será de ellos y cómo podrán seguir alimentando a sus hijos, o la de todas esas personas que se han visto obligadas a vivir en la calle porque, de la noche a la mañana, han perdido el trabajo, la casa y la ilusión. No es una cuestión menos como para permitirse el lujo de no contar con ella. Desde la UE y también en el gobierno de coalición griego se percibe el malestar de la ciudadanía griega como un ligero eco de fondo que no les debe marcar el camino en absoluto. Y no estoy defiendiendo que así sea ni que Grecia tenga otra opción, sólo estoy destacando que los griegos están sufriendo lo que no está en los escritos y mientras eso pasa se piden más y más recortes.

No son desórdenes o altercados lo que hay en las calles de Atenas estos días. En parte lo son, naturalmente, y en parte también imagino que algún grupo de radicales antisistema aprovechan para provocar destrozos e importantes daños. Pero lo que hay en las calles de Atenas estos días es algo más que un desorden o un altercado público. Es una sociedad ahogada, sin esperanzas y sin ilusión que ve cómo se decide su futuro en despachos repletos de banqueros y políticos que no hacen más que exigir más ajustes y que, encima, no están consiguiendo solucinar nada. Sólo están logrando, y eso habrá que verlo, que Grecia sobreviva y no se declare en suspensión de pago. Pero un país es, entre otras cosas, su población. Que tengan cuidado no vaya a ser que se les vaya la mano y el Estado griego sobreviva, sí, pero a costa de destrozar la vida de toda una generación de ciudadanos.

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