Fallece Manuel Fraga

Manuel Fraga Iribarne murió ayer en Madrid a los 89 años de edad. 60 de esos años los dedicó a su gran pasión, la política. De él se han dicho muchas cosas en la hora del adiós. Por supuesto hay quien pone el acento en su pasado franquista, mientras que otros prefieren quedarse con su papel en la Transición o con su impulso a la formación del Partido Popular. Se han dicho y escrito muchas cosas de Fraga porque Fraga ha sido muchas cosas y durante muchos años en este país. Se va el ministro aperturista del régimen dictatorial de Franco, se va el frustrado aspirante a presidente del gobierno por Alianza Popular, se va quien dio paso a Aznar al frente del renovado partido de la derecha, el presidente de la Xunta de Galicia durante muchos años, el senador...
De él se solía decir que le cabía el Estado en la cabeza. Los que le trataron destacan también su amor a este país y a su tierra, Galicia. También coincide casi todo el mundo que le trató en su fuerte temperamento y su agrio carácter. Los periodistas sabían que en cualquier momento les podía dar un corte de los suyos, pero también que les podría dejar titulares o escenas memorables. Porque también se va quien se puso el bañador y se metió en la playa de Palomares para demostrar que allí todo estaba perfectamente, quien dijo que la calle era suya o quien, ante la carta de dimisión que le presentó José María Aznar, le respondió con aquella frase de "ni tutelas, ni tutías" y le confirmó en el cargo. Manuel Fraga era presidente de honor del PP. De este modo el partido le reconocía algo que nadie puede negar, y es que fue un referente para la derecha española. Él ejemplificó el papel que jugaron en los años de la Transición todas aquellas personas provenientes del franquismo que, con más o menos entusiasmo, supieron abrirse y poner su granito de arena a la construcción de una democracia en España.
Como digo, Fraga ocupó muchos cargos políticos a lo largo de su carrera (casi todos menos el que realmente le hubiera gustado, presidente del gobierno). Tuvo cargos de segunda fila en el régimen franquista hasta que en 1962 fue nombrado por Franco Ministro de Información y Turismo. Sucedía en el puesto a Arias Salgado, y su llegada al cargo supuso algún tipo de apertura. Él lanzó una nueva ley de Prensa, la de 1966 que se conoce como Ley Fraga, y que eliminaba la figura de la censura previa y, entre otros avances, daba libertad a los empresarios para abrir sus periódicos. En todo caso, seguía siendo el de la prensa un régimen intervencionista por parte del régimen y no desaparecieron otras figuras de control del poder político, como el registro de periodistas o el secuestro administrativo de publicaciones. Fraga era un aperturista, sí, pero desde luego no obró milagros en el régimen. Él estuvo en algún gobierno de Franco, él formó parte del régimen dictatorial, pero eso no debería restar valor a su avance posterior hacia una democracia.
Algunos críticos destacan hoy que siempre se supo adaptar a las circunstancias. Es una forma sutil de decir que se hizo demócrata poco menos que porque era lo que tocaba, con la boca pequeña. Creo que es desacertada esa visión. Yo, algo extraño en la gente de mi edad, admiro mucho el periodo de la Transición española. Me disgusta especialmente, y ya lo he escrito en varias ocasiones, los que reescriben la Historia y se empeñan en demostrar los muchísimos errores que se cometieron en España durante esos años. De un tiempo a esta parte, parece que ese proceso señalado como ejemplar en medio mundo fue un desastre, que todo se hizo mal y que deberíamos avergonzarnos de él. Se harían cosas mal, no digo que no, pero la mayoría de los que critican con tanta fuerza la Transición no caen en la cuenta que viven en una democracia gracias a ese proceso que tan poco les gusta. Fraga fue uno de tantos que, viniendo del franquismo, apostó por la democracia. Eso no se lo podrá negar nadie. No hace falta, sería una burda manipulación de la realidad, edulcorar su pasado en el régimen franquista. Es una parte de su historial que nadie puede borrar. Es verdad que mientras otros eran perseguidos o estaban en el exilio, él se sentaba en los consejos de ministros con el dictador, pero unos y otros, los que sufrieron por culpa de la dictadura y los que integraban sus instituciones, supieron estar a la altura y olvidar rencores y odios del pasado cuando tocó hacer de España un Estado social democrático de derecho, como dice la Carta Magna.
Por lo tanto, no se trata de borrar de su expediente político su pasado franquista ni tampoco de mitificar su aperturismo. Procedía del franquismo y estuvo cómodo en él, pero supo aportar y remar en la misma dirección que los opositores al régimen. Él se abrió a la democracia y otros muchos como él también. Claro que los comunistas, socialistas y demás sectores de oposición al régimen hicieron mucho durante la Transición y por la democracia, incluso antes de ese periodo combatiendo de un modo u otro contra la dictadura, pero el enorme mérito de aquel tiempo en España fue que, al fin, se sentaron en una misma mesa y se miraron a la cara personas muy enfrentadas antes, con ideologías muy distantes. No sólo eso, sino que lograron sacar adelante una Constitución y crear un régimen democrático. Hubo muchos malos momentos y muchos retrocesos, pero todas y cada de las personas, líderes políticos o no, que contribuyeron a esta reconciliación, a este consenso y a este gran pacto merecen nuestro respeto y nuestro agradecimiento. Entre ellos, naturalmente, está Manuel Fraga, uno de los padres de la Constitución.
Fraga aspiró a la presidencia del gobierno, pero el partido que fundó, Alianza Popular, se estrelló. Sus virtuales votantes optaron en masa por la opción centrista que representaba la UCD de Adolfo Suárez. Él y su partido se dieron un batacazo importante, pero AP se convirtió años después en ese PP que, de la mano de Aznar, logró dos victorias electorales en 1996 y 2000 que alzaron al partido de derecha a la presidencia del gobierno en ese periodo. Fraga, resignado y quiás tirando de esa capacidad de adaptación de la que tanto se habla hoy, se fue a su tierra, a Galicia, a presidir el gobierno autonómico durante muchos años. Él desconfió y receló de las autonomías, pero acabó siendo presidente de la Xunta. Su último periodo como político fue ejerciendo labores de senador. Hasta muy tarde no abandonó la política, pero una enfermedad respiratoria le apartó de su amada profesión y, posteriormente, de la vida. Fraga era eso que se llama un animal político, es decir, alguien apasionado por esta profesión.
Hoy las despedidas a Fraga van del elogio y el agradecimiento desde la derecha, hasta los cumplidos desde la izquierda. Salvo algunas excepciones, supongo que en España todavía somos incapaces de hacer valoraciones imparciales y ponderadas cuando se trata de política. Algunos no serán capaces de mirar más allá de su pasado como ministro franquista, y otros sólo tendrán ojos para ver su gran papel en la construcción de la derecha democrática española tras la muerte de Franco. No me gustan los grandes elogios, líbreme Dios de ellos, como diría aquel, porque generalmente llegan cuando muere, pero tampoco la ceguera de otros. Fraga ha dedicado 60 años a la política, pero algunos despachan esa carrera a golpe de 140 caracteres. Me quedo con su papel como padre de la Constitución. Al igual que podemos decir del resto de políticos de aquella época, fue su mejor contribución a España. Descanse en paz.

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