Acuerdos de la cumbre europea

La noticia de lo ocurrido ayer en Bruselas no es la conversación de Rajoy con el primer ministro finlandés en la que dice que la reforma laboral le va a costar una huelga. Eso es, como mucho, la anécdota. Creo que es mucho más importante intentar entender los acuerdos alcanzados ayer, lo que se volvió a dejar pendiente y, en definitiva, la trascendencia real de esta reunión. Cada vez es menos sorpredente o novedoso que se capten conversaciones de políticos por un micrófono abierto o por una cámara aquí o allá. Por otro lado, lo que dijo Rajoy no creo que sorprenda a nadie. Es una forma poco sutil de decir que tomará medidas impopulares y difíciles en las próximas semanas. Naturalmente, el que el presidente del gobierno dé por descontado que le van a hacer una huelga general da una idea de lo dura que será la reforma laboral. Es lo que aventuró hace un tiempo Dolores de Cospedal y lo que muchos venimos pensando que ocurrirá desde que el PP ganó las elecciones.

De la cumbre de ayer, como digo, lo suyo sería quedarnos con los acuerdos que se alcanzaron, con lo que se debatió, o con las propuestas políticas de unos y otros. El principal acuerdo de la cumbre fue consagrar la postura sobre el máximo déficit permitido a los Estados: será del 0,5% sobre el PIB. Reino Unido y República Checa no apoyarán este cambio de los tratados. Este tope de déficit, conocido como la regla de oro, deberá incluirse en las Constituciones de los Estados miembros. En eso, España es la primera de la clase. Otro acuerdo, éste menos, es el que hará que los países de la UE que no tienen la moneda única tengan un mayor peso en las reuniones de este tipo cuando se aborden cuestiones de competitividad, desarrollo de los Tratados o cambios en la estructura de la zona euro. Volviendo a la regla de oro, el Tribunal de la Unión Europea podrá sancionar a los Estados que incumplan su compromiso con el 0,1% del PIB. Acuerdos para fomentar el empleo juvenil, debates interminables sobre la deuda griega y otras cuestiones de gran alcance como éstas centraron la cumbre que se pudo llevar a cabo sin problemas a pesar de la huelga general en Bélgica contra los recortes.

El asunto esencial es el siguiente: la UE quiere combinar su rigor presupuestario y la austeridad con el crecimiento y la creación de empleo. ¿Es eso posible? En una rueda de prensa, Mariano Rajoy dijo que España lo hará todo a la vez, pero parece como si se quisiera encender una vela soplando la llama o algo así. No entiendo de economía, pero pienso que hay dos caminos y no se pueden recorrer los dos a la vez. El camino que ha tomado la UE desde el comienzo de la crisis ha sido el de los ajustes. Recortes y más recortes, rigor, austeridad, reducción el gasto. No parece haber dado buenos resultados. La otra opción sería fomentar desde los Estados el crecimiento, estimular la economía, ayudar a crear puestos de trabajo. Pero todo esto cuesta dinero y no creo que se pueda unir a la obsesión por reducir los gastos esa intención de fomentar un necesario crecimiento económico. En España los datos hablan por sí solos. En 2011 la economía española creció un 0,7%, pero aún así perdimos cientos de miles de puestos de trabajo. Si las previsiones hablan de un decrecimiento del 1,5% para 2012, ¿qué pasará con el empleo?

Cada vez se escuchan con más fuerza, aunque no en las cumbres europeas por lo que se ve, las voces que piden aflojar algo la exigencia de reducción del déficit, ya que están ahogando las economías de los países. Hay quien pide que se aplacen en un par de años esos estrictos compromisos que deben cumplir los Estados, pero el acuerdo de la regla de oro no va por esa dirección. La propia Merkel, al igual que Sarkozy y otros líderes europeos han cambiado su discurso estas últimas semanas y han dicho que a los recortes y ajustes se deben unir ahora estímulos a la economía y al empleo. ¿No son cosas incompatibles? Puede que no y puede que en el caso de España el gobierno de Rajoy consiga hacerlo "todo a la vez" como dijo ayer el presidente, pero si así sucede estaremos todos de acuerdo en que ha sido una acción política prodigiosa y muy complicada. No sé si nos hemos equivocado (si se han equivocado los políticos, quiero decir) con hacer de la reducción del déficit su ley fundamental, su principio sagrado. Es muy lógico que uno no se pueda gastar lo que no tenga, pero es logiquísimo que ante situaciones excepcionales (y 5,2 millones de parados es algo bastante excepcional) los gobiernos tengan cierto margen de maniobra y definan mejor sus prioridades.

Hace falta, aseguran la mayoría de los expertos, una reforma laboral contundente en España. A tenor de lo que augura Rajoy así será. El presidente espera que le cueste una huelga general y asegura ser consciente de que tendrá que tomar decisiones complicadas. Supongo que alguien que tardó unos pocos días en incumplir una de sus promesas electorales (no subir impuestos) está sobradamente preparado para afrontar críticas sociales y movilizaciones en la calle. No sé lo que España necesita, porque si supiera cómo salir de esta habría ofrecido la receta al gobierno, pero sí sé (o creo saber) lo que no necesita. No necesita decisiones unilaterales y sin diálogo por parte del gobierno por mucha mayoría absoluta que tengan, no necesita conflictividad social ni enfrentamientos políticos de poca altura y, desde luego, no necesita actitudes irresponsables por parte de nadie (ni gobierno, ni oposición, ni sindicatos, ni empresarios, ni ciudadanos).

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