Contra la precariedad laboral

El PP ha ganado las elecciones y los empresarios han visto, no sé si con razón o sin ella, abiertas las puertas del cielo. Desde la CEOE se ha tardado bastante poco en lanzar al aire sus propuestas que, disfrazadas de palabras bonitas, encierran lo que toda la vida se ha conocido como precariedad laboral. Siempre pasa. Cuando el PSOE gana las elecciones, los sectores más izquierdistas de la sociedad intentan ponerle deberes y se frotan las manos pensando que llegó su hora. Cuando es el PP el que llega al poder, son generalmente los empresarios los que consideran que pueden sacar más del gobierno entrante. Un aviso a navegantes: generalmente sucede también que el gobierno decepciona a los más radicales entre sus filas. No creo que Rajoy adopte todas las medidas que propone Rossel. El tiempo lo dirá. En cualquier caso, salta a la vista que los empresarios creen que van a poder influir más en el gobierno con la llegada del PP.

Los sindicatos tienen bastante mala prensa, la verdad. Algunos críticos creen que su actitud durante la crisis y su respuesta a la gestión que de ella hizo el gobierno del PSOE no fue acertada. De ellos son muchos los que opinan que si en lugar de ser Zapatero el presidente durante estos últimos años hubiera sido Rajoy, las huelgas generales y las protestas en las calles hubieran sido el pan nuestro de cada día. Lo peor que le puede pasar a un sindicato es perder el crédito de la gente, que el trabajador al que dices representar no se crea tu declarada independencia del poder político. CC.OO y UGT han cometido errores, pero los empresarios también y no veo a nadie que les ponga a caer de un burro como tan frecuentemente sucede con los sindicatos. En la CEOE no hay divisiones internas ni problemas de ningún tipo, pues todos quieren lo mismo y reman en la misma dirección. Esa dirección conduce a la precariedad laboral, al despido libre y a un estado del mercado laboral en el que las personas que tengan trabajo estén toda su vida dando las gracias al empresario que le da el puesto de trabajo y considerándose un privilegiado por muy malas que sean sus condiciones laborales.

La crisis ha afectado a todo el mundo y estoy convencido de que hay muchos empresarios honrados que, además de preocuparse por sus ganacias (algo que no puede ser en ningún caso reprochable y sí tenido como lógico), también están pendientes de que las condiciones laborales de sus empleados sean decentes. Los empresarios son una parte importante de toda sociedad. Lo son los emprendendores, lo son los pequeños y medianos empresarios en cuyas empresas están trabajando millones de personas. Pero no me gusta nada la indisimulada pretensión de la CEOE de lograr un cambio en el mercado laboral que deje en papel mojado los derechos de los trabajadores. O he abierto los ojos de repente, o los empresarios antes disimulaban más sus intenciones. Ahora no tienen el menor pudor en reclamar contratados con salarios que no superen los 400 euros y en presentar este contrato basura como la solución a nuestros males.

Estoy en contra de demonizar a nadie. No comulgo con la teoría, cada vez más extendida, de que los banqueros son los grandes culpables de todo lo que pasa en España (de todo lo malo, se entiende). Tampoco la de que aquellos rancios conservadores que en en los sindicatos una figura propia del pasado, innecesaria y negativa para la buena marcha de la economía (haberlos, haylos que así piensan). Como no me gusta generalizar, en el caso de los empresarios también me niego a dibujarles a todos el rabo y los cuernos del diablo. Pero una cosa es no demonizarles y otra bien distinta es aceptar que Rossel y compañía sienten cátedra cada vez que hablen y señalen una y otra vez que la salida de la crisis pasa por hacer más precario aún el empleo. En la campaña electoral, tanto Rajoy como Rubalcaba defendieron, cada uno a su manera, que la salida de la crisis no podía dejar a nadie por el camino, que tendríamos que salir todos juntos y que una salida que suponga pérdida de derechos no es una salida válida. Los empresarios, al parecer, no están muy de acuerdo con estas ideas.

Sólo esta semana, Rossel ha tenido la brillantez y la generosidad de brindarnos dos soluciones milagrosas. Alabado sea el presidente de la CEOE. Contratos de menos de 400 euros, los mino trabajos famosos, y despidos de funcionarios. Et voilá. Adiós a todos nuestros problemas. Los mini trabajos, también conocidos con el nombre de mino jobs, que queda como más modernillo siempre el utilizar sin ninguna necesidad términos de otras lenguas, nacieron en Alemania y, según un reciente informe de la Comisión Europea, ha aumentado el riesgo de pobreza y ha hecho crecer las desigualdades en aquel país. Puestos a copiar cosas de los alemanes, podríamos buscar algo diferente que no suponga reducción de derechos. Hay que cobrar menos y trabajar más, suelen decir los empresarios. Pues qué bien. ¿Todos o sólo los trabajadores más modestos? ¿También cobrarán menos los empresarios y los jefazos de sus empresas?

Algún empresario ha llegado a decir esta semana que la cuestión es la siguente: o mini trabajos, o un futuro oscuro de paro perpetuo. Qué desfachatez. Es una estrategia clásica: presentar el caos más absoluto, el infierno más terrible para luego decir que tienes la solución. Cuando la gente vea que es mucho mejor estar ahogado y explotado, pero con trabajo, seguro que hasta nos estarán eternamente agradecidos. A su favor está que, en efecto, la gente necesita el trabajo. En su contra juega un elemento que deberían tener en cuenta: los trabajadores estarán muy necesitados, pero no son estúpidos y tienen dignidad. Puede que hasta mucha gente se abrazaría con entusiasmo a contratos basura como el que propone traer a España el señor Rossel, porque cuando de lo que se trata es de comer y mantener la casa en pie, cualquier cosa vale. Pero no aceptemos que sea así y no les demos el gustazo de pensar que tienen razón.

Se está extendiendo la mentalidad de que tener trabajo es un privilegio. Esta idea tiene una vertiente real. En la situación actual con un paro tan alto, es verdad que tener un empleo es algo maravilloso. Lo que pasa es que hay quien se agarra a este principio para imponer condiciones laborales inaceptables y más propias de siglos pasados. Los empresarios saben que si algún trabajador se niega a pasar por el aro, habrá miles que sí estén dispuestos a aceptar sus condiciones con tal de ganar un salario cada mes y no tener que ver cómo se corre el riesgo de quedarse sin casa o de tener que pedir comida en Cáritas. Es una situación indeseable y profundamente injusta. Tener trabajo es un privilegio. Vale, pero nadie debería excusarse en ello para hacer el trabajo en España más y más precario. Los empresarios se las promenten muy felices con la llegada del PP al gobierno. Quien más quien menos, sueñan con un mañana en el que despedir a un trabajador les salga totalmente gratis, en el que los derechos del empleado sean lo de menos y en el que nadie les haga ver que eso que están haciendo no tiene un pase. Mejor trabajo precario que paro permanente, defenderán. Mejor empresario responsable que chantajista barato, les responderíamos.

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