Pinganillos en el Senado

Ayer se estrenó una polémica modificación de los plenos del Senado y es que desde ahora cada senador podrá realizar sus intervenciones en la lengua constitucional que considere oportuno. Es decir, el gallego, el euskera y el catalán entran a formar parte de la vida cotidiana de la Cámara. Por el momento sólo se hace en el Senado, pero quién sabe si no se hará algo similar en el Congreso de los Diputados. Los críticos con esta medida afirman que se trata de un derroche de dinero (12.000 euros por sesión) y que los senadores cuando salen de la Cámara hablan entre ellos en castellano sin necesidad de pinganillo. Los defensores de este cambio en la forma de proceder en el Senado aseguran que es un momento histórico porque las lenguas cooficiales entran por primera vez en una de las dos Cámaras de España y que se podrá emplear cualquiera de estas lenguas para intervenir en el Senado. El honor (dudoso paras algunos) de haber estrenado este sistema de traducción fue para el socialista catalán Ramón Aleu, quie habló en catalán y no en español. La polémica, que ya se despertó cuando conocimos que se iba a implantar un sistema de traducción simultánea en el Senado, está servida.
Es un asunto delicado por varias cuestiones. La primera de ellas es porque si criticas esta medida, puede parecer que estás criticando la pluralidad de España en muchos campos, uno de ellos, la lengua. Es decir, hay que ser muy respetuosos con este tema ya que no creo que quienes critiquen la medida sean todos unos españolistas o incluso unos nacionalistas españoles que pretendan que las lenguas que cohabitan con el español en nuestor país queden excluidas. La cuestión económica también está ahí. Hay quien prefiere decir que cada sesión cuesta 12.000 euros, algo que puede resultar económico, y hay quien opta por fijarse en el coste total anual de la medida: 250.000 euros al año. Esta cifra es más ya a tener en cuenta. Estas dos cuestiones: respetar el pluralismo en España y seguir una política de austeridad en los tiempos que corren, se une a un tercer aspecto: lo mucho que choca que en en Senado de un mismo país se emplee distintas lenguas. Sería el argumento del sentido común. No parece muy razonable que los senadores de un país utilicen distintas lenguas. En esta línea se expresó ayer Mariano Rajoy quien dijo que las lenguas se deben emplear para entenderse, no para tener que usar pinganillos en las sesiones del Senado.
No es fácil posicionarse en este tema del empleo de las lenguas cooficiales en el Senado. De entrada, podríamos defender este uso debido a la pluralidad que hay en España, pero por otro lado podríamos recurrir al tercer argumento que he dado antes, el del sentido común, para constatar lo mucho que llama la atención que los senadores de un mismo país tengan que utilizar pinganillos para poder entederse en las intervenciones de algunos de ellos como si no conocieran todos un idioma común que es el español. Luego está la cuestión económica. Muchos defensores del uso de catalán, gallego y euskera en el Senado defienden que se ha hecho esta modificación respetando un principio máximo de austeridad. Entre ellos está la ministra de Sanidad, Leire Pajín, que ayer estaba en el Senado y defendió la medida apelando a la pluralidad de la sociedad española. No sé si es mucho o poco dinero en comparación con el presupuesto que mueve el Senado como institución, pero el argumento económico debe ser tenido también en cuenta porque vivimos una etapa en la que los poderes públicos deben medir mucho sus gastos ya que la sociedad está especialmente sensible ante los gastos excesivos y los derroches injustificados, y muchos ven en esta medida un dispendio ilógico.
Hace unos años, cuando José Bono llegó a la presidencia del Congreso de los Diputados, creo recordar, algunos diputados catalanes pretendieron hablar en catalán en la Cámara. El presidente les dijo que eso no era posible. Quizás ninguno de los protagonistas de esa historia imaginaban que poco tiempo después se podría emplear el catalán para las intervenciones en en Senado. El caso es que en esta cuestión ya se habían dado avances como la utilización de las lenguas cooficiales en algunos casos en el Senado, mas nunca en el Pleno. Desde ayer también se podrá emplear en el Pleno pero nunca en las preguntas al gobierno o en los debates sobre proposiciones de ley. Ayer una diputada popular, María Jesús Sainz, gallega de nacimiento y que ha impartido clases de esa lengua, decidió hablar en castellano. Parecía que el gallego no iba a aparecer en esta primera sesión pero sí lo hizo ya que para ello estaba la senadora del PNV Miren Leanizbarrutia, quien habló en euskera pero también dejó hueco en su intervención para el gallego. Por cierto, según parece, los traductores se hicieron un pequeño lío con el cambio repentino de idioma y no pudieron traducir más que el final de la parte en gallego de la intervención de la senadora vasca.
Desde luego, el asunto de las lenguas cooficiales en el Senado es el centro de todas las discusiones hoy en las tertulias de radio. Ya de debatió sobre este tema cuando se aprobó la entrada de las lenguas en el Pleno, pero ayer fue la primera sesión en la que se hizo efectivo el uso del pinganillo en el Senado. Los senadores del PP y de UPN fueron los más críticos con esta nueva medida. Hoy en la prensa vemos reacciones de todo tipo, aunque parece que hay un grupo nutrido de periodistas que opinan que esta medida es un derroche económico y una sinrazón ya que todos los senadores saben emplear el castellano tal y como lo han empleado hasta ahora en todas sus intervenciones. ¿Había necesidad de aplicar este cambio en el Senado y dar entrada al gallego, al catalán y al euskera? ¿Existía un clamor popular para que ésto sucediera o ha sido una nueva medida política ajena a lo que la gente de verdad quiere y a lo que de verdad le importa a los ciudadanos? No lo sé. Supongo que habrá e todo. Para algunos el de ayer será un día para la historia, una fecha que resaltar con letras de oro en la lucha por la normalización lingüística en España. La senadora vasca que cite antes declaró que muchas personas habrían sufrido en el pasado una fuerte represión por utilizar su lengua materna. Es de entender que para estas personas el de ayer fuera un paso adelante.
Pero también están los argumentos de los que se oponen a esta medida. Ellos aseguran que era inncesario que se diera entrada a las lenguas cooficiales en el Senado y también que es un disparate que los senadores de España tengan que usar un pinganillo para poder entender lo que dicen otros senadores. En fin, yo dudo entre si somos los más plurales, los más respetuosos con todas las identidades, o los más ridículos y derrochadores. Si estamos a la cabeza del mundo en pluralismo y diversidad, o si encabezamos la lista de países que toma medidas más extravagantes. No tengo claro si lo de ayer es un paso adelante en el camino de respetar las diferentes realidades sociales en España, o si es un paso más para que la gente se aleje de la política y entienda cada vez menos sus decisiones. Por un lado entiendo que las personas que empleen otras lenguas recogidas por la Constitución quieran emplearlas en el Senado, pero también comprendo que se da una imagen algo esperpéntica cuando vemos que los senadores tiene que recurrir al pinganillo cuando intervienen senadores gallegos, vascos o catalanes como si el Senado español fuera la ONU.
En definitiva, como ha quedado claro en esta entrada, no estoy muy a favor de la medida porque considero que es un gasto que se podría haber ahorrado y porque se supone que todos los españoles deben conocer y dominar el español, que debe ser la lengua vehicular en nuestro país y en nuestras instituciones. Pero, por otro lado, tampoco soy de los más firmes críticos de la medida porque entiendo que hay que respetar el pluralismo que tenemos en España que, si se sabe gestionar bien, es una bendición y una maravilla. Que en un país haya tantas lenguas, tantas culturas diferentes, tantas sensibilidades, es ciertamente estupendo pero hay que saber llevarlo de forma adecuada. Y no sé si poner pinganillos a los senadores es el modo más acertado de defender la diversidad en España. Una diversidad cultural que debemos proteger y respetar, pero quizás no a costa de que los plenos del Senado parezcan reuniones de la ONU.

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