La cuarta temporada de Sólo asesinatos en el edificio es quizá la menos redonda, pero la más divertida. Es hilarante por momentos. La serie de Disney+ sobre tres aficionados a los podcast de true crime que terminan juntándose para contar ellos mismos un crimen en el edificio de Nueva York en el que viven sigue funcionando como un reloj. A estas alturas de la serie, ya los han cautivado estos tres raros llenos de excentricidades y también muy tiernos a los que dan vida con enorme química Selena Gómez, Steve Martin y Martin Short.
Esta serie siempre ha estado a medio camino entre Misterioso asesinato en Manhattan, por la ciudad en la que transcurre la trama y por aquello de reunir a aficionados a investigar un crimen como buenamente pueden, y Paquita Salas, por las constantes alusiones al mundo del espectáculo y la visión sobre él que tienen viejas glorias. En esa dualidad constante en la que se mueve la serie, esta cuarta temporada se inclina claramente por la segunda. Es más metanarrativa y más satírica sobre Hollywood que nunca.
La gran novedad de esta temporada, en la que sigue apareciendo de vez en cuando Meryl Streep, por si hacía falta algún motivo más para verla, es el rodaje de una serie basada en el podcast de los protagonistas de la serie, llamado igual que la serie misma. Desde el principio, Sólo asesinatos en el edificio ha recurrido a ese juego de espejos, que hace que esa voz en off que escuchemos al inicio de cada capítulo se pueda considerar parte del podcast, igual que los títulos de los capítulos parecen títulos de episodios del podcsst. En esta tanda de episodios esos guiños y esa metanarrativa están aún más por todas partes. Entran en acción Eva Longoria, Eugene Levy y Zach Galifianakis, para dar vida en la serie que se rueda dentro de la serie a los personajes de la serie que estamos viendo.
La llegada al elenco de estos tres intérpretes, que demuestra que hoy por hoy todo el mundo en Hollywood quiere aparecer en Sólo asesinatos en el edificio, da mucho juego. También el personaje al que da vida Molly Shannon, perfecta en el papel de una productora de Hollywood bastante desequilibrada, que es de lo mejor de la serie. Eva Longoria riéndose de sí misma y entrando al juego tampoco está nada mal.
La serie, en fin, tiene más y más alicientes cada vez, juega más consigo misma, se regodea en ese tono metanarrativo y autoparódico. Pero su mayor virtud sigue siendo la relación entre los tres protagonistas. Y ahí cada vez la serie funciona mejor. O tal vez es sólo que cada vez les tenemos más cariño. La vulnerabilidad y a la vez fortaleza de Mabel, los chascarrillos de Oliver, ese antiguo director de teatro venido a menos, y la rigidez y emotividad de Charles. Los tres juntos, ese tercero imposible, esa pandilla de frikis de los podcast de asesinatos reales, son lo mejor de la serie, lo que la hace realmente única.
Como ocurre con cada temporada, contar qué asesinato se investiga no es un spoiler, porque el crimen se muestra en los minutos finales de la temporada anterior. Así que aquí ya todo el mundo sabe que se investiga el asesinato de Sazz Pataki, la especialista de las escenas de acción de Charles que es, además, una de sus mejores amigas. No es el caso más logrado de la serie, pero igualmente genera intriga y tensión en el espectador. Aporta a todo lo demás. Habrá quinta temporada de la serie, como queda claro al final de la cuarta, así que la fiesta continúa.
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