Los insurgentes de al lado


En 2018, Alexandra Pelosi, hija de la  influyente política demócrata Nancy Pelosi, buscó analizar en el documental Fuera de la burbuja la gigantesca polarización política en Estados Unidos. Se trata de un trabajo honesto cuyo punto de partida es claro: buscar entender a las personas que apoyan a Trump, odian todo en lo que cree la directora y detestan profundamente a su propia madre, mujer y progresista, algo que enerva especialmente a no poca gente. 

En aquel documental, Pelosi analizaba cuestiones como la religión, la defensa de la posesión de armas o el desprecio manifiesto a lo que los retrógrados llaman agenda woke, que básicamente es la defensa de los derechos de las minorías y el cuestionamiento del heteropatriarcado. En línea con aquel trabajo, ahora Pelosi estrena Los insurgentes de al lado, que también puede verse en Max, y en el que entrevista a varias personas acusadas del asalto al Capitolio alentado por Trump para intentar detener el nombramiento legítimo de Joe Biden como presidente, es decir, un golpe de Estado. La vocación de la directora es la misma que la de ese trabajo, intentar escuchar a quien está en sus antípodas ideológicas, pero aquí el resultado parece menos redondo. 

Después de la victoria electoral de Trump en noviembre necesitamos más que nunca entender por qué tantos millones de estadounidenses apoyan a un político condenado por la justicia, que defiende políticas machistas, racistas y homófobas, que sólo respeta la democracia si él gana las elecciones, que se apoya en bulos y falsedades para alentar el odio al diferente. Documentales como éste buscan dar respuestas, y ya solo ese empeño es loable, aunque no las terminemos encontrando del todo. 

En Los insurgentes de al lado Pelosi escucha a los muy cafeteros defensores de Trump, no ya simples votantes, que no es poco dado el grado de disparates y el peligroso de lo que promete este tipo, sino directamente gente que decidió asaltar el Capitolio por mandato del millonario que dice ser el gran defensor del pueblo estadounidense. Es un ejercicio interesante, pero sucede que, casi sin excepción, todos los entrevistados parecen personas desquiciadas, fuera de sus cabales, entre la estulticia y algún tipo de trastorno mental. Hay alguno, pocos, que parece arrepentido, pero la mayoría sigue pensando que a Trump le robaron las elecciones de 2020, siguen odiando a todo lo que suene a progresista y piensan que hicieron lo correcto asaltando el Capitolio. 

En el documental se escucha a estos insurgentes, condenados por ello en la justicia, decir cosas como que la libertad se compra con sangre, que el asalto al Capitolio fue una especie de intervención divina o que los buenos estadounidenses (es decir, ellos y los que piensan como ellos) deven prepararse para una guerra civil. Sí se busca intentar entender las razones de fondo de este deslizamiento hacia el extremismo en Estados Unidos, lo cierto es que cuesta encontrarlas, porque hay muy poca racionalidad en lo que escuchamos decir a estas personas. Tal vez lo único mínimamente no delirante que escuchamos sea el hecho de que muchas de estas personas se sienten al fin parte de algo, y eso es un sentimiento con mucha fuerza, muy poderoso. 

 La verdad es que el percal es para verlo. Por ejemplo, hay un tipo que estuvo en prisión por un intento de asesinato y que en la cárcel se apuntó a un grupo supremacista blanco que afirma que  Trump le recuerda a la gente normal, a la gente como él. O a un gay que votó a Trump y fue militar que ahora admira a Trump, en parte, porque sus mítines son muy divertidos. También aparecen, entre otros, un actor porno convertido en conversador cristiano que culpa a la izquierda de que una novia le abandonara, un miembro del grupo ultra Proud Boys que hace canciones en las que llama a prepararse para la guerra civil, una joven que dice que no le gusta la política pero que fue allí por salir de casa y darse una vuelta o, ya en el colmo del delirio, un asaltante al Capitolio que defiende una alocada teoría de la conspiración según la cual un grupo de antifascistas se infiltró en la manifestación y provocó los altercados

Desde luego, en el documental se muestra que, al menos en algunos casos especialmente radicales como la mayoría de la gente que aparece en la película, los apoyos a Trump sí son lo que parecen. Es una especie de secta, la creencia en un millonario al que por alguna razón ven como un representante del pueblo. Hay gente que coquetea con las ideas retrógradas y que odian a todo lo que suene a progresismo que se ríe mucho de que no entendamos nada quienes seguimos sin comprender por qué tantos millones de personas votan a Trump. A ver si va a resultar, después de todo, quien quien vota a un político racista, vaya por dios, es también racista


 

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